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Carlos Duguech

Por palabra compartida: 3 (verso libre) + 3 (Sonetos)

UNO MISMO

Uno no es uno mismo
sin los otros
sin aquellos
que en el transcurso de días,
de años,
han participado, al modo suyo,
y nuestro,
en los tropiezos,
en las alegrías,
en el dolor,
en las confesiones
y en ese pequeño renacer
de la esperanza
que casi siempre se nos queda,
al cabo de todo,
pese a todo.

Uno no es uno mismo
sin cada memoria
que los otros han construido
en nuestro espíritu
gozoso y nostálgico,
complacido y complaciente.

Uno no es uno mismo
si despoja el entorno
de voces y presencias
de los otros,
de los que aportaron lo suyo
en cada una
de nuestra vivencias.

Uno no es uno mismo
sino con todos.

Soneto escribiré

Soneto escribiré, sin rima alguna.
Os pido la licencia para el caso
buen Señor Don Francisco de Quevedo
que sabéis como pocos de sonetos.

Como sabe también Lope de Vega
que lo suyo es el oro de ese siglo
de una España en poesía fuerte y plena
también en las espadas y en sus guerras.

Soneto escribiré con sus cuartetos
también con los tercetos ordenados
de modo que completen la tarea.

Y aquí, llegando al punto en que termina
la jornada poética me quedan
bien guardadas las rimas, los acentos.

Cuando leo el soneto concluido
caigo en cuenta de tanta irreverencia.

2014

ARENA

Que otros
lleven la cuenta
de los días
y los años
yo me ocupo,
solamente,
de vivir
entre las cosas
más cercanas
por ejemplo
los libros ya leídos
y los poemas
que mi mano dibuja
en papeles nuevos
y en el blanco que les queda
a las servilletas
con las marcas
de
los bares
mientras el café
anticipa el aroma
de las mañanas
que se desperezan
prestas a la rutina,
la de vivir
los días
y los años
como si el tiempo
fuera esa playa
de arenas, sólo arena,
en el borde impreciso
de los mares que la mojan
y la atrapan
y se la llevan
mar adentro.

2017

Palabra elegida

Abriré la palabra al pensamiento
nutriéndola de voces y sentido.
Abriré nuevos cauces al latido
que acompasa el vital deslumbramiento

de ser dueño y señor del nacimiento
del pensar, ese logro estremecido,
ese humano pensar no reprimido
que se viste en palabra y fundamento.

Abriré espacios nuevos sin tardanza
para el vuelo sonoro de las voces
buscando en otras voces una alianza

necesaria de vida y de mensaje.
Elegiré palabras por los goces
del sonido que mora en el lenguaje.

Soneto escribiré

Soneto escribiré, sin rima alguna.
Os pido la licencia para el caso
buen Señor Don Francisco de Quevedo
que sabéis como pocos de sonetos.

Como sabe también Lope de Vega
que lo suyo es el oro de ese siglo
de una España en poesía fuerte y plena
también en las espadas y en sus guerras.

Soneto escribiré con sus cuartetos
también con los tercetos ordenados
de modo que completen la tarea.

Y aquí, llegando al punto en que termina
la jornada poética me quedan
bien guardadas las rimas, los acentos.

Cuando leo el soneto concluido
caigo en cuenta de tanta irreverencia.

2014

De la palabra (VI)

Voy a decir palabras desusadas
para un diálogo nuevo con la gente.
Tal vez pueda elegir, siendo prudente,
aquellas que por ser tan olvidadas

suenen nuevas, o acaso equivocadas.
Y  por serlo no alcancen suficiente
comprensión de que todo es evidente
si se mira con ojos de miradas

nacidas de lugares sin neblinas.
Palabras como amor, sin estridencias,
palabras  pura sangre, repentinas

que acarician la herida aún abierta.
Palabras que atesoran preferencias
por la letra que es viva y no está muerta.

Palabra, elegiré, de tal manera
que un poema parezca que leyera.

07.01.14

Infinito

Me piden definir el infinito
y me dan herramientas obsoletas:
telescopios y lista de planetas;
manuales en inglés de un teodolito

que apenas solo sé que se han escrito
para quienes conocen de tarjetas
con números y letras, tan repletas
de signos que no entiendo. Son un rito

de toda ingeniería que se expresa
casi siempre algebraica. Me piden
definir, yo sé bien cuánto me pesa,

no saber explicar de otra manera:
sólo existen distancias que se miden;
la que no, no es distancia verdadera.

Y si dudan, señores de la ciencia
consúltenlo con Dios, tengan paciencia.

2012

POEMA

¡A qué gritar!
si no nos oyen,
hablan todos.

¡A qué llorar!
si estamos solos
en el llanto.

¡A qué luchar!
si se extingue
toda fuerza en la lucha

¡A qué pensar!
si ya lo pensaron
los filósofos,
casi todo,
y los que dicen saber.

¡A qué rogar!
si en la asamblea
de los dioses
no eligen aún
al Absoluto.

¡A qué soñar!
si lo soñaron siempre
los poetas,
los de las antologías
y hasta yo mismo.

Papel reciclado

Estoy aquí, ahora,
ante la tersa e irregular superficie.
Papel artesanal,
reciclado
desde incontables hojas de color,
de tinta negra sobre blanco;
de diarios
y primeras planas casi sin esperanzas;
restos de letras de títulos “catástrofe”,
de las noticias buenas y breves,
de los terremotos
y de tantos ayes doloridos,
los ayes de la guerra;
noticias repetidas de Sarajevo.
También de periódicos, libros y revistas
que dicen esa fogata que no se apaga
en Medio Oriente;
noticias de princesas
que mueren en túneles parisinos
y de aquellas que repasan
una y cien veces
los catálogos de príncipes y reyes disponibles
para que continúen el encantamiento,
los privilegios,
la fastuosa vidriera del mundo primerísimo
y exclusivo.
Mundo aparte,
excluyente;
mundo innoble, a veces,
de los nobilísimos personajes
de la nobleza sobreviviente.

Estoy aquí;
tengo en mis manos
esa hoja de papel artesanal,
casi vivo,
tanto por las manos laboriosas
que lo amasaron
como por las levaduras
de sus letras
que se imprimieron
en cualquier tiempo.

Papel que habla
en sus minúsculas e irregulares partículas,
diversidad de formas y colores,
tonos y texturas:
de fatuidades,
de modas y otras desviaciones
del mercado de lo efímero,
de lo que importa sólo a pocos
y compran muchos
obnubilados por tantas fulguraciones
-tramposas chispas
de una milésima de segundo-.

También habla este papel,
al menos a mí, según parece,
de mil papeles,
de muchos miles y diversos;
de osadías:
de los que levantan, utópicos, sus banderas;
de los que mienten a sabiendas
y culminan en sitios encumbrados
y se mantienen
con otras nuevas y creíbles mentiras
para permanecer inamovibles
en el centro mismo del poder.

Me habla de renunciamientos,
de quienes se abandonan a su suerte
sin respirar hondo
para el último salto que los salve…
Me habla, este papel, de los poetas
de sus versos desparramados entre críticas
y notas académicas
de las secciones de cultura de diarios y revistas,
con metáforas posibles
y vaticinios inciertos.

Desde la materia plural
de otros papeles -muchísimos-
me habla callado
de sueños, de acuerdos de paz
que son no más que treguas,
respiro del soldado,
entre guerras, entre muertes.
Entre los turnos de morir y de matar.
Me habla de mundos virtuales,
me habla de mundos plácidos
y confortables,
inalcanzables
en su sádica virtualidad
de vidriera y espejismo
para los muchos que saben,
que sienten,
que sufren
encerrados en su mundo real.
En los que juegan roles, a la vez,
de protagonistas
y actores de reparto.
Y de «extras» de mala o ninguna paga
en esa historieta de sus vidas
filmadas unas y otras veces
para los noticieros
que nos dicen cuántos miles de millones
(de los siete mil que somos en este planeta)
viven como viven,
sufren como sufren
y mueren como mueren.
Y nada más.
“Ahora pasemos a otro ángulo de la información”
(sin saber si es a 45, o a 90 o a 360 grados)
y nos dicen, sueltos de cuerpo y de gestos,
y nos muestran la vida plena,
los amores,
las intrigas,
las idas y vueltas de las personas de verdad,
de ésas que alimentan las ilusiones de tantos
y tantos
desde la caja luminosa
y omnipresente de la TV.

Y aquí, la vida. La de los otros
y la de los que se quedan a la espera
de los días iguales
sin otras alternativas que las del día final
-así de dramático- el día final.
Cuando todo haya terminado:
la pobreza del que muere,
la enfermedad del que muere,
la marginalidad del que muere,
los derechos humanos del que muere.

Estoy aquí,
frente a la hoja de papel reciclado
dispuesto a la escritura.
Y no me atrevo, en verdad,
a escribir ni una sola línea.
Prefiero la hoja blanca
de los papeles que no nos muestran
los rastros de la historia
ni nos interpelan
en el tono subliminal,
y honesto,
del papel reciclado.

DOS VIDAS

Tengo dos vidas:
La que vivo
y la que sueño.

La que vivo me permite,
al menos,
la esperanza.

La que sueño
me prodiga la energía
que necesito,
día a día,
en esta vida que vivo.

Del amor (VI)

Voy a grabar tu nombre en el costado
vecino al corazón y a su latido.
Por tu nombre, mujer, comprometido
está todo mi tiempo y su legado.

Voy a tatuar tu nombre enamorado
con sus letras cursivas, y escondido
estará en esos trazos, repetido,
el dibujo de amor que he dibujado.

Voy a escribir tu nombre en mil cuadernos,
que las hojas en blanco lo proclamen
en las flores del aire. Los inviernos

hallarán en tu nombre soles nuevos.
Habrá días de luz cuando derramen
el fulgor de tu nombre y sus relevos.

Carlos Duguech
31.10.11

Palabra elegida

Abriré la palabra al pensamiento
nutriéndola de voces y sentido.
Abriré nuevos cauces al latido
que acompasa el vital deslumbramiento

de ser dueño y señor del nacimiento
del pensar, ese logro estremecido,
ese humano pensar no reprimido
que se viste en palabra y fundamento.

Abriré espacios nuevos sin tardanza
para el vuelo sonoro de las voces
buscando en otras voces una alianza

necesaria de vida y de mensaje.
Elegiré palabras por los goces
del sonido que mora en el lenguaje.

Dueño

Ni dueño de mi muerte ni de toda
la vida esa que vivo soy el dueño.
Ni siquiera de aquello con que sueño
Aunque a veces soñarlo me incomoda.

Porque sueño la vida en una oda
que pone el privilegio en lo pequeño
mientras es de seguro que un ensueño
dura igual como dura toda moda.

¿Entonces? No es tan vana la pregunta.
Quien pregunta no esconde su ignorancia,
la muestra en su interés, el que trasunta

incompletos registros y carencias.
Soy dueño de mí mismo, de mi infancia,
y de todas mis propias confidencias.

Las que me hago, a veces, en secreto.
Un tesoro que guardo con respeto.

La belleza

Me piden que describa  la belleza
y encuentro que me piden imposibles.
Tanto como decir indefinibles
palabras sin sentido, sin certeza.

Palabras de una tal naturaleza
que se esfuman cual tules invisibles
de tanto ser el manto de sensibles
espacios de una pura sutileza.

Me piden, y lo saben, no lo expresan,
que no hay modo que pueda describir
la belleza en los términos que ingresan

muy orondos en buenos diccionarios:
“Propiedad de las cosas que nos hacen
amarlas”. Y, ¿en cuáles escenarios?

¡Hay belleza también en resplandores
de explosiones atómicas, Señores!

CARTA A LOS QUE MANDAN

Déjenme decirlo todo,
desde temprano,
apenas asomen
las claridades anunciadoras
del alba.
Habrá tiempo de sobra
cuando empiecen mis palabras
a rodar por diccionarios
de etimologías veraces,
fundadoras
del lenguaje.

No habrá arcaísmos
ni contaminaciones 
de otras lenguas
que sé bien cómo sirven
para el disfraz de los silencios
que no dicen nada
s
alvo en un inglés amortajado
o en un francés presuntuoso
o en el latín de los abogados,
el de las citas solemnes,
de los que escriben
más notas al pie
que lo propio.

Déjenme decirlo todo
en voz alta
aunque no habrá gritos
sólo voz en cuello
como hablando en un café
de esos en los que todos hablan
a
la vez y muestran gestos
de entender y a un mismo tiempo
de discernir entre lo que les dicen
y lo que se dice,
bulliciosamente,
en derredor.
——————————————————
Hablaré en voz alta,
lo diré todo
pero antes,
sí, antes que nada,
déjenme disculparme
porque nada
de lo que salga de mi boca
será placentero para ustedes.

Por eso, reitero,
déjenme decirlo todo,
sí, todo.

Será ésa la única manera
de que el ahogo halle cauce
cuando deba decirles
que valoro mi libertad,
mis sentimientos,
mis pensamientos,
en esta marejada de oprobios
que desde encumbrados sitios
nos vuelcan encima.

Y que no acepto humillaciones
ni mandatos.

Que en el territorio
de la soberanía personal
ejerzo mi derecho de elegir,
de no elegir,
de callar y de hablar,
de pensar y de cuestionar.

De vivir la vida,
a pleno,
mi propia vida,
ciudadano de una República
herida, desmembrada,
desbarrancada
en ominosos pozos de indignidad.

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