Si viajás por la carretera costanera en el Pacífico costarricense hacia el sur y pasás Playa Esterillos, la siguiente es Playa Bejuco.
Te desvías de la costanera hacia el norte por una calle de lastre y piedra hacia la playa. Una vez allí virás a la izquierda (hacia el este) hasta el final del camino.
Pasás bajo la sombra de los cocoteros (Cocos nucifera) y los almendros (Terminalia catappa) y salís a la playa donde las olas revientan y rugen impetuosas. Caminás un poco más hacia el oriente, bajo el cian resplandeciente, y llegás al estero.
Si tenés suerte, vas a estar solo en ese lugar hermoso, con los manglares de frente y el tranquilo y sereno estero para nadar a gusto.
Te acompañarán, a lo sumo, pelícanos pardos (Pelecanus occidentalis) sobrevolando en formación de V la rompiente de olas a lo lejos en el mar abierto, garzas grandes (Ardea alba) pescando en la orilla del estero y garcetas níveas (Egretta thula) posadas en troncos descubiertos entre el mangle. Playeritos blancos (Calidris alba) correrán por el banco de arena que separa al estero del mar abierto.
Y si te sucede como esta tarde a mí, una majestuosa fragata magnífica (Fregata magnificens) de dos metros de envergadura te acompañará desde las alturas. De largo cuerpo negro con pecho blanco, cola ahorquillada y alas en M, será la amiga que se alegre de verte allí, nadando libre y desnudo en el estero teñido de esmeralda por el reflejo del mangle, las palmeras y el bosque.
Andá. Será inolvidable.
Photo by: Luis Marina ©