Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
lara zolorzano
Photo Credits: theivorytower ©

Planaltina 1

Cuando al fin pude llegar, me quité los zapatos y me puse a contemplar con calma las agrestes y amplias planicies del Cerrado brasileño. Por fin estaba en mi país natal después de tantos años. Suelos rojos claman que la lluvia comparezca, y las copas pobladas de algunos árboles esperan que los vientos lleguen.

-Nesta época o Cerrado tá seco…- (En esta época el Cerrado está seco) me dijo Dadá -…mas tá cheio de flor…- (pero está lleno de flores) continuó mientras me entregaba una flor de pequí. Cuenta la leyenda que esta flor pentámera es hija de una mujer que fue esclavizada durante la colonia. Ella, al darse cuenta que estaba embarazada, huyó durante la noche, enfrentándose a más de un peligro, para salvar a su cría del destino siniestro trazado por el hombre blanco. Caminó días y noches sin alimento y sin acceso a agua hasta que finalmente pudo descansar bajo la frondosa sombra de un árbol que había sido estéril hasta ese momento y que para ella floreció y dio frutos. Desde entonces flores de color sol se dan en ese tronco robusto que llamamos de pequizeiro. Luego se transforman en una fruta con una pulpa cuasi dorada. Fruta que por cierto, dejando las leyendas de lado, es hoy en día la más estudiada, consumida y comercializada de la región.

En esta tierra de primavera semiárida Dadá, una tía que la vida me dio, está construyendo una casa y un sueño de proporciones áureas: está creando huertas orgánicas.

Mientras nos dirigíamos a su terreno desde el centro de Planaltina observábamos en ambos lados grandes extensiones de tierra, bajo un cielo de un celeste absoluto. En el horizonte se dibujaba una larga fila de palmeras Buriti. “Onde tem Buruti tem água” (dónde hay Buriti hay agua) me dijo Dadá.

Los burutizales tienen una íntima relación con el agua pues indican donde ésta se encuentra así que mientras haya burutis habrá agua y existirá el Cerrado que es una de las cunas hídricas más importantes del país. El Cerrado es por lo tanto la tierra de un oxímoron. Es un lugar seco que suple de agua a una enorme nación, tanto que se le llama caixa d’água do Brasil (cisterna del Brasil). Seguíamos en el auto, poniendo al día años de distancia, cuando la conversación tomó ese rumbo que solo toma el hablar cuando las personas realmente se entienden. Detuvo un momento el auto y me preguntó -¿a qué le tienes miedo?-. Yo desgrané una infinidad de razones que explicaban las razones que me mantenían apegada a ciertos temores, recelos y aprensiones. Entonces volvió a arrancar el auto y me dijo -no le tienes miedo a nada de eso, te lo puedo asegurar-, y siguió – tener miedo de lograr algo es nuestro más grande temor. Es por eso que autocreamos todo tipo de barreras al fin de no alcanzar aquello con lo que siempre soñamos-.

Con la mirada perdida a lo lejos, vimos a un aborigen de la tribu Kayapó. Casi nos pareció un espejismo. Dijo Dadá que era un chamán, que aparece y desaparece de la nada y que era muy fácil verlo o imaginarlo al conducir por esa zona. Nos acercamos un poco, estaba dando un discurso en voz muy bajita casi en silencio. Detrás de él apareció una joven kayapó que traducía con dificultad lo que el viejo decía, algo como -en nuestra casa caben los universos, es grande lo suficiente-.

Pasó una bandada de guacamayos azules volando muy cerca de nuestras cabezas y haciendo un gran escándalo, lo que indicaba que la noche se acercaba. Supimos entonces que era mejor retomar el camino a casa.


Photo Credits: theivorytower ©

Hey you,
¿nos brindas un café?