Veo una señora sucia tirada en el barro como una perra. Sus pies oscuros ensalzan mi visión. Más feliz que cualquiera de los hombres, cumple con mi ideal: ella no depende de nadie, salvo de sí misma y del barro como una hermosa perra, como un vaso de agua. Harapienta, mira al mundo como un sueño, como la ilusión de un dios imperfecto.
En todas las ciudades del mundo hay una mujer tirada en el lodo. A eso aspiro. Aún no tengo el valor para abandonarme.
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