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mario blanco
Photo Credits: Juan Carlos Pachón ©

Periodista, diplomático, ajedrecista y presidente del gobierno de Cuba

Cuando era un adolescente conocí de la mano de mi amigo, el hoy Dr. cirujano Ramiro Barrero, los entresijos del juego de ajedrez. En esa etapa leía mucho y comencé a estudiar alguna literatura ajedrecística. Cayeron también en mis manos noticias interesantes sobre el juego, como la visita a Santiago de Cuba que hizo, en 1912, el maestro José Raul Capablanca, el mayor ajedrecista de Cuba, campeón mundial de 1921 al 1927 quien dio una simultánea de 32 tableros. Los ganó todos menos una tabla y una partida que perdió, se dice, extenuado ya por el cansancio. Antes de partir a Canadá, una amiga nuestra que también se iba del país con su hijo, nos regaló una silla que había sido la preferida de Capablanca en el Club de Ajedrez de Ciudad de La Habana y que, por alguna razón, había ido a parar a sus manos. Cuando mi esposa abandonó el país en 1998, no recuerda si la volvió a regalar o si quedó en casa inventariada como todos nuestros bienes, muebles e inmuebles, de los que nos despojaban al salir definitivamente.

Pero el ajedrecista del que quiero hablarles no es el gran Capablanca, sino otro campeón quien fue también periodista, diplomático e incluso, por solo seis horas, presidente del gobierno de Cuba. Se trata de Manuel Márquez Sterling y Loret de Mola, nombre que vi por primera vez, en mis cursos del Pre Universitario Cuqui Bosch, pues entonces, una de las aulas llevaba su nombre. De su padre adquirió el apellido Márquez y de su madre Francisca Antonia Sterling, el apellido Sterling de origen irlandés. Lo curioso es que adquirió los dos apellidos del padre como uno, y como segundo el de su madre Belén Loret de Mola.

Nació en Lima Perú, el 28 de agosto de 1872, siendo su padre representante en ese país del gobierno cubano en armas. De esta manera Manuel adquirió la ciudadanía cubana y peruana. A los 16 años en Cuba debutó como periodista escribiendo para el periódico “El Pueblo”, y para “El Camagüeyano”, este último fundado por su padre. También en México, donde lo mandaron para solventar sus problemas de salud con el asma, colaboró con varios periódicos y revistas mexicanas. Varias veces volvió a este país como diplomático, y dentro de sus 15 libros escritos, resalta el que dedica a la figura de Francisco Madero, titulado “Los últimos días de Madero”. En sus páginas relató minuciosamente las acciones que conllevaron al derrocamiento del presidente mexicano. En Cuba fundó varios periódicos como El Mundo, El Heraldo de Cuba y La Nación. Se le considera uno de los mayores periodistas cubanos de todos los tiempos. A partir del 1943 la escuela de periodismo cubano adoptó su nombre.

Como diplomático tuvo una carrera extensa. Conoció a Martí en 1895 y fungió como secretario de Gonzalo de Quesada, siendo este Comisionado del gobierno cubano en armas en Washington. Regresó al país en 1898 al finalizar la guerra y se opuso firmemente a la Enmienda Platt, apéndice que surge como resultado de la intervención de los Estados Unidos en la guerra cubano-española. Representó al gobierno de Cuba en múltiples países latinoamericanos y en los Estados Unidos. En 1929, durante el gobierno de Gerardo Machado, aceptó su designación como embajador en México, lo que le valió las críticas de muchos revolucionarios. Sin embargo, y a pesar de eso, mantuvo una postura de oposición a la dictadura de Machado. Siendo embajador en Washington el 29 de mayo de 1934, firmó por la parte de Cuba el acta que derogaba la Enmienda Platt, expresando como un presagio de su muerte, que ya podía morir tranquilo, evento que sucedió ese mismo año de 1934.

Como ajedrecista participó en diversos torneos dentro y fuera de Cuba. Se coronó campeón nacional dos veces en nuestro territorio y una vez en México. Participó en el famoso Torneo de Paris de 1900 quedando en el puesto 16, el cual ganó el ya entonces famoso Emanuel Lasker, quien a su vez perdería el titulo en 1921 ante el cubano José Raul Capablanca.

Manuel Márquez Sterling fue presidente del gobierno de Cuba tan solo por seis horas, ante una circunstancia política surgida de un vacío de poder al renunciar el presidente Carlos Hevia, presionado por Fulgencio Batista el 14 de enero de 1934. Márquez Sterling entregó el poder a Carlos Mendieta. No importa lo efímero de su presidencia, sino la trascendencia del hecho. Por haber sido un patriota genuino desde su adolescencia, y aunque en su trayectoria el mayor peso lo haya tenido la actividad de escritor y diplomático, su máximo fulgor en la vida fue su cubanía, y su mayor premio, la firma de la derogación de la Enmienda Platt, después de la cual aceptó con hidalguía la muerte, ya logrado el objetivo mayor de su vida.


Photo Credits: Juan Carlos Pachón ©

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