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Percepciones del día a día

I
A veces me parece razonable creer que la acción principal del ser humano es cansarse en el día para poder conciliar el sueño en la noche. Pero ¿y qué pasa cuando ya el cansancio no compra el sueño? ¿Qué sucede cuando se arropan bajo la misma cobija el disparejo pero usual matrimonio entre insomnio y cansancio?

Lo irrazonable del caso queda  tan en evidencia que parece razonable pensarlo…

Queda fecundada la duda, y nace la locura.

Una pastilla debería ser suficiente para cansar la locura e irte a la cama tranquilamente a descansar.

Tendrás que estar descansado para cansarte mañana nuevamente, para volver cansado a la cama y poder dormir.

II
En el banco, sopor colectivo, atienden dos personas y la cola de la serpiente ondula más allá del infinito. Cada persona que aguarda en la fila ve en cada paso hacia adelante la promesa de que pronto acabará la espera, se va uno y llega el otro con una recargada pesadumbre, la serpiente siente que ha mudado de piel, la serpiente ha paralizado el tiempo con su veneno mortal.

Una persona sin embargo detiene el aparente “fluir” al recostarse cómodamente contra una columna. Todos en la fila lo miran fijamente; por un momento lo odian, al otro lo envidian. Están sorprendidos pero no gratamente con su osadía. Están incomodos con la quietud inquietante y agotadora que se abate ahora sobre todos los que están detrás de él y no pueden avanzar. Parece que el hombre recostado es una especie nudo que corta la circulación y respiración de la fila, cuando simplemente aniquila la sensación de avance que se logra al amontonarse todos poco a poco en la parte delantera. No pronto, el osado sujeto encuentra un nuevo lugar donde recostarse y permite de nuevo el natural y flemático fluir de la s.

Si bien todos callamos en un inexplicable mutismo, como si fuera pecado hablar en la fila, o simplemente porque no conocemos a ninguna de esas otras partes que conforman el cuerpo de la serpiente que ahora es nuestro propio cuerpo, nuestra expresión facial protesta a gritos. Algunos gestos traducen ¡Queremos máquinas eficientes, es decir trabajadores que realicen eficazmente el trámite! ¡Sin errores que nos retrasen! ¡Para eso pagamos! Ha llegado otra cajera, ¡Por fin! ¿Dónde se había metido? ¿Quizá estaba descansando después del almuerzo? ¡Qué irresponsable! Sin embargo las filas tienen ese poder intrínseco de hacernos sentir infractores, por lo que conservamos el decoro y el silencio. Otros rostros simplemente hablan de un cansancio insondable, apaciguado por el poder de lo cotidiano.

La fila de preferencia es igual de larga que la nuestra, la única diferencia es que la hacen los ancianos, todos los años de vida que suman entre todos hacen parecer la fila aún más larga, da la impresión de que pasarán ahí el resto de sus vidas.

Finalmente llego al frente, soy por un momento “la siguiente”, la perseverancia ha rendido su fruto. Luego salgo del lugar donde se realizan todos los trámites mediante los cuales el valor simbólico que es otorgado a nuestros quehaceres se convierte en valor monetario, salgo del lugar donde se guardan peso a peso las esperanzas para el futuro, pero ¡ay como me duele la espalda!

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