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arturo serna
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Penúltima carta a JDB

Tenés razón, JDB. La vida es más importante que la ciencia. Soberón es tu amigo y es también mi amigo. Su gran defecto es que es un racionalista y un cientificista. En ese punto diferimos notablemente. Y sospecho que con vos, JDB, en cambio, estamos cerca en esta cuestión. ¿Cuantos filósofos se han inmolado por la razón? ¿Cuántos? Decime, ¿alguien sabe el numero? ¿Y cuántos de esos racionalistas acérrimos han capitulado frente a la pasión irremediable? El piloto del barco no es la razón, como quería el padre de la tragedia (Platón), sino el pathos. Schopenhauer pedía compasión y algo de razón tenía, ¿no?

Aunque con vos, JDB, a veces no coincidimos en algunas cuestiones, tengo más cosas en común con vos que con Soberón. Por ejemplo, Soberón es un esteticista burgués y un racionalista. Soberón ha buscado –y lo sigue haciendo, empecinado– la palabra justa, el orden impecable de los términos; hace un culto de la poesía y la forma como medio para alcanzar la belleza. Eso es un error. La belleza, el arte, la poesía son formas pero son formas que ocultan o expresan ciertas ideas, ciertas maneras de ver el mundo. Vos, en cambio, JDB, has sido fiel a una manera de pensar y ensayar la realidad. Podés estar equivocado o no pero tu actitud ha sido siempre la de aquel que empuja hacia adelante, aquel que quiere motivar a que una identidad fuerte se desarrolle en las provincias y en el país.

En esto nos diferenciamos, JDB.: yo no creo en la identidad. Sin embargo, comparto ese propósito, esa vocación política que te acompaña desde joven. Los escritores son, en general, pusilánimes, individuos ególatras que solo piensan en sí mismos. Los poetas son peores, en este sentido. Ahora bien, los filósofos han dado cuenta de un egoísmo encubierto. Algunos pensadores visten de neutral sus emociones y sus preferencias personales. Engañan, venden humo, prenden fogatas para despistar. La filosofía no es otra cosa que la expresión racional de algunas manías. A pesar de esta situación evidente, ciertos filósofos académicos se han ocupado de encubrir o tapar sus pasiones, sus afinidades electivas.

Es cierto que vos no has hecho nunca esto. Tu pericia y tu dedicación son una muestra clara de un elogio de la pasión. Y jamás ocultaste esta cuestión. Para vos la pasión no es una debilidad sino el motor futuro de cualquier emprendimiento editorial o cultural. Así deben ser las cosas, estimado JDB: sin cuerpo no hay nada.

Me han dicho que soy radical, que soy una anarquista que no se enoja con la posibilidad de las bombas. Tienen razón. No se equivocan. Y vos mismo, una vez, en la parada del colectivo me dijiste que había que moderar las pasiones. Las pasiones no se pueden moderar, estimado JDB. Se tienen o no se tienen pasiones. A veces, la violencia, la lucha es necesaria e inevitable. Me han tildado por eso de rebelde. Soberón es un moderado, un tibio, en el fondo. No digo que ese sea tu caso. Para mí los argumentos tienen la condición de golpes en el cuello o en el abdomen. Nada de lo que hago está destinado a la amistad o al aderezado juego de la ternura. Si hay algo que no soy es tierno. Al contrario, la filosofía es un modo de la lucha. Muchas veces me enojo. Sé que vos, también, te enojas. En este ámbito de la discusión, mi formación en el ring ha sido clave. Me veo, en ocasiones, como un boxeador ideal, como alguien que traslada a conceptos la ira del cuadrilátero. La vida es un ring, finalmente. ¿Vos pensás igual? Tu temperamento es sanguíneo, visceral, intempestivo. Nietzsche es el último de los sanguíneos. No sé si lo has leído lo suficiente. Hay que volver a Nietzsche. Pero no a sus ideas sino a su modo de enfrentar el mundo. El alemán es una luz inevitable.

Soberon ha escrito que “vivimos en el mismo cuerpo pero tenemos cabezas diferentes”. Está equivocado. Soberón es un fantasma. Es una figuración de mis ideas más sólidas. A Soberón le gustaría tener, al menos por un instante, la fuerza y la perseverancia que me atraviesa. Como tantos intelectuales de su tiempo, Soberón transige, se deja estar, se deja vencer por el sistema. Aquí estamos para enfrentar al capitalismo. Cuando tenemos diferencias, él opta por la conciliación, por el arreglo rápido.

Ni bien puedo lo ataco en sueños. Y ahí no tiene salida. No se puede sacar mis ideas de la cabeza. Y esa es mi principal conquista.

Aunque suene prepotente, soy el abogado de las ideas extremas.

JDB: una vez te vi detrás de una ventana. Desde allí contemplabas los autos y los caminantes. Soberón estaba en el auto con sus libros y sus apuntes bobos. Yo iba de acompañante. Vos, en cambio, esperabas que la realidad entre en tu cabeza para pensar las soluciones a los avatares de tu tiempo. En esto nos parecemos, JDB., hay que salir a la calle a pelear contra el mundo. No somos eternos, ya lo sabemos y, quizás por eso, tenemos que aprovechar cada segundo para perseverar en nuestra naturaleza, como decía el pulidor judío del norte de Europa. A propósito, Europa está perdida. Un escritor muy famoso ha dicho esto, un francés engreído, un tal Houellebecq. Pero se equivoca en el punto más importante. No son los musulmanes el problema. Son los propios europeos. Se han creído el cuento de los griegos, de Alejandro Magno, se han caído en el pozo de la tradición y de la oligarquía. No son los mejores. Nadie es mejor. Lo único que mueve el mundo es el poder del capital. China es el dueño en estos días. Y cuando caiga China vendrá otro. El que tenga el capital será el amo. Mientras tanto, yo me quedo en el ring. Y espero los nuevos contrincantes.

Buenas noches, JDB.


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