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sergio marentes cronica
Photo Credits: Jessica-Penny ©

Pastillas para la desmemoria luego de recordarlo todo

La etiqueta, que está adherida a la botella de plástico no reciclado con un pegamento que se degradará dentro de cinco mil años tal vez, dice que, además de contener las pastillas para la desmemoria, cada una de unos quince gramos, hay una cantidad mínima de felicidad. Y, si lo piensa uno un poco, pocas cosas se parecen tanto a la felicidad como la desmemoria. Se recomienda, en negrilla, que se mantengan fuera del alcance de los niños y, en cursiva, cerca de los viejos. Continúa diciendo que deben estar a temperatura ambiente y que nunca se deben tomar más de dos por dosis. También dice que hay efectos secundarios, por supuesto, cómo no los habría. Se recomienda, en letra un poco más grande, que en ninguna circunstancia se consuma más de una dosis por día ni se automedique. Entre otras cosas, todo lo que suelen decir los demás medicamentos en un lugar que nadie lee, y escritos con una letra que no todos pueden leer.

Llegada la hora de mi dosis de desmemoria, cuando ya no me cabe nada más en la cabeza, dejo cerca los periódicos del día para tener qué saber del mundo. Hago lo propio con libros, agendas y demás recordatorios del día a día. Todos necesitamos anclas, es por eso que quienes escribimos el mundo escribimos el mundo. Decía que llegada la hora de mi dosis de desmemoria me lanzo con la decisión de los deportistas extremos y, sin respirar, espero a que empiece a hacer efecto. No tarda más de diez segundos. Es una especie de precipicio en el que caemos a toda velocidad. Ya cuando respiro, y me veo allí, en medio de todos esos papeles, junto a un vaso de agua vacío, un frasco de pastillas, y alguien que no sé quién es y que está adentro de mí, hago lo que hacen los niños con el mundo: lo leo todo de principio a fin. A veces escribo.

Creo, ahora que el efecto se ha ido, que la cantidad de felicidad está, más que en las pastillas para la desmemoria, en medio de ellas. Porque hasta que nos olvidamos de todo, no nace el espacio para que pueda venir la felicidad a ocupar lugar.


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