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Pasajeros en correspondencia

Día cero – Gare D’Austerlitz

La línea diez del metro de París tiene contrariedades constantemente. Ésta lleva de personas desde la Gare d’Austerlitz hasta Boulogne y viceversa (ubicando geográficamente el trayecto, éste vendrá siendo el que recorre la ciudad de Oeste a Sur). Para quienes toman esta línea en la estación Mabillon y bajan en la estación Ségur, por ejemplo, el tiempo que permanecerán en el vagón vendrá siendo de unos diecisiete minutos. Para quienes en cambio la tomen en la Gare d’Austerlitz y su destino final sea Boulogne – Porte de Saint Cloud, el tiempo estimado en el vagón será de treinta y seis minutos.

Todas las estaciones de la línea 10 tienen sillas rojas de plástico para amenizar la espera que, entre un viaje y otro, será de unos cinco minutos como máximo en las horas pico y unos diez minutos en las horas no pico (¿Cómo se les llama a estas horas?). Estas sillas normalmente están en buen estado, pero siempre puede encontrarse con la sorpresa de algún borde roto, sobretodo en las estaciones más cercanas al principio o final de la línea.

En todo el sistema subterráneo de París existen unas máquinas dispensadoras de confites y bebidas llamadas “selecta”, quizás se deba a que es ése el nombre de la compañía a la que pertenecen. El precio por unidad de las golosinas será de un euro, mientras que el precio estándar para las bebidas será de dos euros. La gente frecuentemente compra en estas máquinas; la probabilidad de que las mismas se traguen las monedas sin entregar nada a cambio, es de una vez por cada diez intentos, aproximadamente.

Usualmente al menos un ejemplar del periódico gratuito titulado “Le Parisien” es olvidado en las sillas rojas antes mencionadas. Si tomamos como ejemplo la estación Odeón, que está ubicada en el mero centro de la línea 10 del sistema de trenes subterráneos, imaginemos que una persona, lee un artículo del diario en la espera entre un vagón y otro. La vida activa de “Le Parisien” vendrá siendo de cinco minutos por persona. Si hacemos una personalización de este encuentro, un periódico olvidado en la estación, se convierte en un papel promiscuo.

Si alguien hubiese llegado a París a finales del mes de enero, digamos que el domingo 19 para ser exactos, y hubiese tomado todos los días sin excepción el metro de la línea 10 hasta el domingo 20 de julio del año 2014, jamás se hubiese encontrado con interrupciones en la línea por motivos de suicidio. En resumen, ni una sola persona se ha lanzado en ninguna de las estaciones de la línea 10 por los pasados seis meses. Si una persona se lanzase en el segundo semestre del año 2014, la probabilidad de saltos a los rieles de la línea 10 sería de una vez al año (esta probabilidad no aplica para los animales, llámense ratas o ratones, porque en esta categoría, si contásemos las muertes, hablaríamos de genocidio).

La línea 10 del Metropolitan de París es una línea segura, lenta, con decoración roja y amarilla. Los materiales más resaltantes son el hierro, la cerámica, el plástico y la pintura de pared. Cada recuadro de publicidad vendrá siendo de unos dos metros de ancho por un metro y medio de alto. Esta línea es concurrida en las horas pico y en las no pico también, porque está muy cerca de todos los lugares céntricos de la ciudad, aunque la protagonista en esto sería la línea 1 de la cual hablaremos en otra ocasión.

Si le gusta leer y lee rápido (tipo dos páginas sobre el minuto con 100% de comprensión del texto) en los treinta y seis minutos de Oeste a Sur, usted leerá alrededor de setenta y dos páginas. Si usted embarca el vagón una mañana con el libro “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, con total virginidad de lectura, al llegar a su destino usted habrá leído más de la mitad de la historia y ya sabrá, para su llegada, que Rulfo ama hablar de la muerte y jamás podrá olvidar el nombre “Comala”. Cuando escuche quizás esa canción de Sabina titulada “Peces de ciudad” y el cantautor evoque la frase “En Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver», usted pensará en esa mañana que subió al metro y en treinta y seis minutos casi se lee la novela mexicana en su totalidad.

Si le gusta la música, digamos que le guste Jim Morrison, el disco “An American prayer” es una excelente opción para no sufrir de interrupciones, dado que desde la primera canción hasta la última, el tiempo total es de treinta y seis minutos con dos segundos. Usted puede escucharlo en aleatorio y no tendrá ni más ni menos música durante su viaje.

Si le gusta hablar, supongamos que le siga gustando Jim Morrison, el pasado 6 de agosto, la cantante y actriz británica Marianne Faithfull dijo para la revista MOJO que Jean de Breiteuil (su ex novio), era un vendedor de drogas que tenía a varios famosos entre sus clientes, y que éste fue el responsable de la muerte de Morrison. Suponiendo que invierta unos cinco minutos de conversación inicial con una persona en el vagón, le quedarán treinta y un minutos para explicar por qué le gusta Jim Morrison, la noticia de la cual se acaba de enterar y si hay química después del encuentro, quizás tenga unos minutos más para concretar una visita al cementerio Père-Lachaise y ver la tumba donde reposan los restos del cantautor.

Si prefiere dormir y su sueño es pesado, no es recomendable que se duerma en los vagones del metro de la línea 10.

Si le gustan los pequeños viajes, haremos muchos y a menudo. Todos vendrán con un Aide-mémoire incluido en el texto. Aquí le dejo los primeros de los que serán en total y los cuales no tienen cifra definitiva.

Canción: Peces de Ciudad de Joaquín Sabina

Novela: Pedro Páramo de Juan Rulfo

Álbum: An American Prayer de Jim Morrison

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