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Arturo Serna
Photo Credits: Alexandru Paraschiv ©

Parque Lezama

Cito a Ramón en banco del Parque Lezama. Llueve y el agua se dispersa en las veredas. Los árboles gotean. Yo me quedo con un paraguas sentado en el banco. El albañil llega un poco tarde. Sospecho que Ramón querrá meterse en un bar. Ni bien llega le digo que nos quedemos bajo la lluvia. Él no tiene paraguas. Lo albergo debajo del mío. Me pregunta cuál es mi problema. Le digo que quiero hablar de una remodelación en mi departamento. Me sugiere que contrate a un arquitecto. Pero yo no quiero tratar con un arquitecto. Son aves de mal agüero. Se lo digo. Ramón está afligido. Me cuenta que su novia quiere volverse a Islandia. Le sugiero que se vaya con ella. Ramón no quiere, dice que allá no tendrá trabajo. Le doy la razón.

La lluvia sigue su plática húmeda. Ramón está visiblemente consternado. No sé qué hacer. No es mi amigo pero me siento preocupado por su aflicción. Esto es un problema y un beneficio del humano: ante el dolor de los demás, solemos sentir empatía. Es cierta la intuición de Schopenhauer: la empatía puede ser el móvil de la ética. Ramón levanta la cabeza y la saca de la breve protección del paraguas. Deja que el agua lo bañe. Entiendo que es una forma de purificación. Ramón se siente desconsolado. Le digo que otra opción es que la retenga unos meses más en Buenos Aires. ¿Cómo hago?, pregunta. Honestamente, no lo sé. Pero no le digo eso. Le digo que intente con alguna atracción turística, con un paseo por las provincias. El norte, le digo, podrían ir por el norte: la quebrada de Humahuaca, los cerros de colores. Ramón sonríe, está repentinamente resplandeciente. Me dice que conoce todo eso y que está seguro de que eso le va a gustar, él tiene sus padres en Jujuy. Será un buen motivo para hacer una visita inesperada.

Le digo que quiero ampliar el balcón. Ya con otro ánimo, dice que es buena idea, que puede empezar el lunes. Veo una felicidad húmeda en sus ojos. Caminamos con el único paraguas hasta la parada del bus. Ramón saluda desde el asiento. Blande su mano morena y yo me meto en el subte, mi salvaguarda, mi hogar tímido.


Photo Credits: Alexandru Paraschiv ©

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