El cantautor regresó a Jaén treinta años después para interpretar por primera vez “Andaluces de Jaén” en un concierto memorable dentro del Festival de Otoño.
Era la noche. Debía serlo. Y fue. Por primera vez, Paco Ibáñez cantó “Andaluces de Jaén” en la capital jienense. Paco Ibáñez abandonó el escenario tras casi una hora de actuación. Quince minutos de descanso antes de regresar al escenario. El casi nonagenario de caminar lento se transforma al alzar la guitarra y comenzar la melodía, como si esta lo llevara en volandas, como si la música fuera capaz de liberar las cadenas de los años. Como si Paco Ibáñez la cantara por vez primera. “Andaluces de Jaén, Aceitunas Altivos, Decidme en el alma quién, Quién levantó los olivos”.
Hace treinta años que el cantautor no tocaba en Jaén. En aquella ocasión, llegó acompañado de Rafael Alberti en una gira mítica que quedó registrada en el disco en directo ‘A Galopar’ (1991) grabado en el teatro Alcalá de Madrid. En el repertorio no estaba y cuentan que aquella noche no sonó a pesar de las peticiones, se comentaba en el hall del teatro. Si alguna vez sonó antes, nadie de los presentes pudo dar detalles. Y aunque la hubiera cantado, tampoco habría quitado sentimiento a este veintiocho de octubre en el Nuevo Teatro Infanta Leonor de Jaén. Paradójico nombre para el concierto de nuestro republicano más persistente.
Entre el público, abundancia de jóvenes septuagenarios y octogenarios con camisas de flores, vaqueros, chaquetas de cuero, coletas, inconformismo y ganas de seguir bebiéndose la vida a tragos largos como las cervezas con patatas fritas que abundaban en la terraza del teatro para refrescar la caída de un día que parecía más de principios de verano que de finales de octubre.
El concierto arrancó de negro sobre cuadrado rojo con palabras de Goytisolo, maldiciones hacia Putin de quien a los ochenta y nueve años, como a los treinta, nunca tuvo muchos pelos en la lengua. Quevedos, romances y Brassens formaron parte del arranque de un concierto que se iba a alargar más de dos horas, y que aún con casi treinta canciones en el repertorio, dejó muchas canciones míticas en el tintero.
Paco Ibáñez regó de anécdotas la calurosa noche de este otoño extraño, treinta grados a un par de días de finalizar octubre. El cantautor recordó cuando a sus conciertos acudían furgonetas “de todos los colores” que interrumpían cada vez que sonaban los versos de Brassens que dicen, “Que la música militar, Nunca me supo levantar”.
Alegato al inconformismo y recuerdos para el “más grande cantautor que ha parido la Humanidad”, mientras recordaba aquella paella que hizo su padre al inolvidable Brassents del que dijo “Nadie podrá borrar sus palabras”. Recuerdos para los republicanos exiliados que lucharon en la Segunda Guerra Mundial para defender las democracias con “Un español que habla de su tierra” a los que por fin se les ha hecho justicia.
Viajó el cantautor a su infancia en Euskera acompañado del acordeonista Joxan Goikoetxea, cuando cuidaba las vacas y siempre las ponía mirando a Francia, “Mañana Francia, me decía”. Cantó en euskera canciones de infancia recordando a su madre y versiones de Xabier Lette. También cantó en gallego los versos de Celso Emilio Ferreiro “Chove, chove/na casa do pobre/e no meu corazón/tamén chove”, canción que estrena en directo de la que dijo “Me quedó la amargura de no haberla podido hacer antes de que su viuda muriera, pero no siempre que se quiere, se puede”.
Tras una breve pausa que anunció con un jocoso “Yo vuelvo y vosotros no os vais”, Paco Ibáñez retornó con “Andaluces de Jaén” y con otro bello momento tras la interpretación de ‘Almutamid’ invitando a la salir a saludar a la poeta Fanny Rubio, nacida en Linares. Tampoco faltó un saludo para Amelia Cuadrospara “la jienense que me enseó a aliñar las aceitunas”.
La recta final de un concierto que iba a llegar hasta casi las dos horas, fue espacio para evocar versos de José Agustín Goytisolo, del que están a punto de cumplirse los veinticinco años de su fallecimiento. Versos imborrables, “Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable”, que el publico entonó con el cantautor, como hizo durante casi todo el concierto, pues si algo debemos a Francisco Ibáñez Gorostidi, es haber grabado a fuego tantos versos en nuestra memoria colectiva.
Recta final dedicada a los poetas del 27. Lorca, al que Pep Pascual puso los sonidos de la Alhambra y Alberti, su amado Alberti, del que justo se cumplían veinticuatro años de su fallecimiento. ‘A Galopar’ sirvió de adiós. No hubo bis. No se pidió. El cantautor lo dio todo durante más de dos horas y el público no quiso “agarrar el brazo” cuando se lo habían dado todo sobre el escenario ya, pues Paco Ibáñez lo dio todo de una manera descomunal, generosa, fecunda y bella. “Cuando era joven, que también lo fui”, dijo en algún momento. El tiempo pasa, pero Paco Ibáñez, con sus casi noventa años encima, de movimientos lentos y voz jadeante en las explicaciones, cada vez que ponía el pie en la silla, apoyaba la guitarra y comenzaba a cantar volaba sobre el tiempo, haciéndose eterno, porque nadie podrá ya borrar sus notas de estos versos. Siempre nos quedará tu palabra.