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Photo Credits: Mike Baird ©
Sunset on Morro Strand State Beach, Estero Bay, Pacific Ocean, off Morro Bay, CA. 08 July 2009. Photo by Michael "Mike" L. Baird, mike at mikebaird d o t com, flickr.bairdphotos.com, Canon 1D Mark III, Canon EF 16-35mm f/2.8L II USM Ultra Wide Angle Zoom Lens, on tripod, circular polarizer (not to much effect, acting more as a neutral density filter). Tech note: Liveview used for WYSIWYG composition and manual focusing at 100% pixel zoom.

Pacífico atardecer en Playa Herradura

He vivido por más de una década en una isla en la desembocadura del río Hudson en el océano Atlántico. Ha sido hermoso pero siempre he añorado mi amado océano Pacífico. Cada vez que entro en sus aguas, es como regresar a uno de mis hogares.

Aunque lo he visitado cada vez que he podido, aquel domingo estaba ansioso por dejarlo que me pacificara el corazón y me deleitara de nuevo los cinco sentidos. Deseaba oler la brisa cargada de su aroma; sentir en la piel la temperatura de sus aguas y la caricia de su vaivén; escuchar el reventar de sus olas; admirar los matices verdosos de sus aguas bajo el sol y los azulados de su horizonte; saborear su sal en mis labios.

Así lo hice durante todo el día en la playa del Pacífico central tico cuyas puntas, cerros rocosos cubiertos de bosque tropical, forman una enorme herradura que se abre hacia el oeste. Me extasié. Pero no me sacié.

Al atardecer, cuando el sol aún amarillo ya descendía hacia el horizonte, quise entrar y dejar que mi océano amado me regalara otra dosis más de su alegre Paz.

Me abandoné por un rato a flotar boca arriba en el vaivén de las olas, observando el cielo. Cuando giré y nadé mar adentro, mirando hacia el horizonte, aún se distinguía la sombra azul de los cerros de la península de Nicoya. El sol se había tornado un enorme y perfecto disco anaranjado. Pero las nubes no se habían incendiado en rojos, naranjas, rosados y amarillos. Bajas y cercanas, se tiñeron de turquesa, mientras el verde de las aguas se profundizó.

Admiraba desde el mar un atardecer de inverosímil paleta natural – naranja, turquesa y matices de verde – cuando escuché un escándalo de lapas rojas sobrevolando la playa. Giré y una pareja de guacamayas se alejaba del almendro donde antes se había posado a comer y volaba tierra adentro, hacia su nido en el bosque.  Apenas atisbé el azul y amarillo de sus alas, pero claramente percibí el plumaje escarlata brillando en la luz del atardecer.

Me viré de nuevo hacia el horizonte y miré el disco naranja sumergirse en las aguas, ya teñidas de un verde oscuro. Cuando el último destello se hundió, le di las gracias al Pacífico y nadé hacia la playa. La luz se atenuaba, el azul del cielo se oscurecía, pero mi corazón aún se deleitaba.


Photo Credits: Mike Baird ©

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