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Una mujer fantastica
Una mujer fantastica

Oscar que superan muros

El talento y la creatividad latinoamericana iluminó los Oscar 2018. Las dos estatuillas más codiciadas hablaron español: La forma del agua, del mexicano Guillermo del Toro, ganó el premio a la mejor película, Una mujer fantástica del chileno Sebastián Lelio, a la mejor película extranjera y Coco a la mejor película animada.  Y los éxitos no terminan aquí, La forma del agua se llevó otras tres estatuillas, a la mejor dirección, mejor diseño de producción y mejor banda sonora y Coco, la cinta de Disney y Pixar que honra la fiesta del Día de los Muertos en México, a la mejor canción original, Remember me que interpretaron Gael García Bernal, Miguel y Natalia Lafourcade.

Guillermo del Toro es el tercer director mexicano en merecer el máximo galardón del cine mundial después de sus dos amigos Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñarritu.

Y, con el premio otorgado a Una mujer fantástica Chile gana por primera vez la estatuilla a la mejor película extranjera. Anteriormente en América Latina lo habían logrado las argentinas La historia oficial, en 1986 y El secreto de tus ojos, en 2009.

Estos reconocimientos que de por sí son muy importantes por la repercusión que tienen a nivel internacional, asumen mayor relevancia en estos momentos tanto para los mexicanos como para los chilenos.

En Hollywood emergió con fuerza la otra cara de México, la que ahonda sus raíces en la historia gloriosa de sus ancestros, en tradiciones antiguas y en una cultura efervescente, profunda, innovadora. México una vez más mostró cuán reductivas son las humillantes consideraciones del Presidente Trump y también las informaciones que solamente hablan de sus lados oscuros ligados a la corrupción política y al narcotráfico.

Quizás más importante todavía es el triunfo de la cinta chilena Una mujer fantástica que consagró a la actriz transgénero Daniela Vega y puso en primer plano una problemática que en Chile sigue siendo tabú. La película de Sebastián Lelio es una historia de amor, una hermosa y profunda historia de amor. Pero es un amor prohibido, un amor pecador, un amor sin derechos, el amor entre una mujer transgénero y un hombre común: Marina (Daniela Vega) y Orlando (Francisco Reyes). La muerte inesperada de Orlando obliga a Marina a enfrentarse con los prejuicios de una sociedad que la desprecia como ser humano y que nunca aprobaría esa relación. 

El director trata con enorme sutileza y sensibilidad el tema de la transexualidad. La historia se centra en dos sentimientos universales: amor y dolor. La empatía del público con la protagonista es inmediata y profunda.  La película obliga a una reflexión sobre los muros que erigen los prejuicios y una moral hipócrita incapaces de respetar a los seres humanos independientemente de sus diversidades.

En Chile, en 2015, se obtuvo el reconocimiento de las uniones civiles entre personas del mismo sexo sin embargo todavía no se ha logrado la aprobación de una ley que permita el matrimonio igualitario y la adopción homoparental.

Los prejuicios en las familias, las escuelas, los trabajos son todavía muy arraigados. Basta con recordar el trago amargo que ha sido para muchos chilenos aceptar la homosexualidad de Gabriela Mistral, la única mujer latinoamericana en recibir el Nobel de Literatura.

Más difícil aún es la realidad de la transexualidad. La Encuesta T realizada por la Asociación Organizando Trans Diversidades (OTD Chile) que tomó como referencia a 315 trans de una población que, según datos internacionales, podría oscilar entre las cinco mil y ocho mil personas, muestra las grandes dificultades y violencias que deben enfrentar. El 97 por ciento de los encuestados dijo que sus familias cuestionan su identidad, un 42 por ciento se siente ignorado y un 36 por ciento sufrió agresión verbal. El 55 por ciento confesó haber intentado o deseado suicidarse, la gran mayoría antes de los 18 años. Otro dato que emerge de la encuesta es que la mayoría, el 41,3 por ciento admite haber tenido conciencia de una incongruencia entre su identidad y su sexo antes de los cinco años de edad, el 39,4 por ciento entre los seis y los 11 años y el 15,6 por ciento entre los 12 y los 18. Son las edades de formación en las cuales los seres humanos son más vulnerables y necesitados de protección, aceptación y comprensión. Algo que rara vez encuentran los niños, niñas y adolescentes trans.

A la violencia familiar, del entorno cercano y de la sociedad en general, se agrega la del Estado que no les permite cambiar sus datos personales.

Una mujer extraordinaria es en realidad la historia de muchas mujeres, mujeres que aman y sufren profundamente por la pérdida de su pareja.

La esperanza es que las luces de Hollywood logren rescatar de la sombra y de la invisibilidad a todas ellas y que la sociedad, en Chile y en muchos otros países de América Latina y del mundo, aprenda a respetar la diversidad y a condenar todo tipo de violencia transfóbica y homofóbica. Son valores que parecen diluirse en tiempos en los cuales asistimos al dilagar de racismos, xenofobias, intolerancias. Sin embargo quizás sea esa la razón por la cual es necesario luchar, hoy, más que nunca, por un mundo más justo en el cual nadie deberá volver a sentir vergüenza de su cuerpo y mucho menos de sus sentimientos.

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