El torii (鳥居), la gran puerta bermellón en la laguna del jardín japonés en Brooklyn, nos anunciaba la cercanía de un altar sintoísta. Le pregunté a Tsun-Hui-san que significaban los tres ideogramas escritos en el torii.
–Dai myo shin –pronunció. –Al grande y luminoso dios.
Contemplamos un rato la puerta bermellón, la laguna verduzca, sus koi (carpas) también bermellón y blanco nadando con calma y el entorno de cerezos en flor. El cielo gris le daba un tono mate a la escena.Luego continuamos nuestra caminata por el jardín, bordeando la laguna y subiendo la colina por el sendero al lado del arroyo y la cascada. Caminábamos rodeados de azaleas blancas, cerezos en flor y grandes árboles caducifolios adornados por brotes y retoños primaverales.
En un recoveco de la colina, escondido entre altos coníferos, encontramos el altar sintoísta. Los altísimos cipreses y pinos siempreverdes simbolizan permanencia. El altar es consagrado a Inari, deidad de la cosecha.
Me detuve frente al altar bajo la protección de cipreses y pinos. Erguí mi columna como éstos pero incliné mi cabeza y junté las palmas de mis manos, con los dedos cerrados y juntos, en postura de oración. Le pedí en el silencio de mi corazón a Inari que me brindara una abundante cosecha espiritual, afectiva y sensual.
Durante aquella primavera, hace tres años, me sentía falto de abrazos, caricias, besos, contacto afectivo. Por ello le pedí especialmente a Inari-sama una generosa cosecha táctil.
Hoy, en tiempos de confinamiento y distanciamiento físico en Nueva York y gran parte del mundo, cuando tanto añoramos abrazar y acariciar a nuestra gente amada y querida, recuerdo esa petición y la renuevo en mi corazón para todos nosotros, seres humanos, sensuales y afectivos.
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