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Photo by: Dane ©

Ofrenda para Lucha

En el 2002 una compañera del trabajo me presentó a Sebastián. Ese mismo día llevé a mi nuevo amigo a mi departamento y lo presenté con mi novia y nuestra roomie Anselma. Sebastián se ganó el cariño de Cadence y el mío aunque para Anselma el nuevo inquilino no fue de su agrado y su presencia la incomodó. Sebastián necesitaba un lugar donde vivir, Cadence y yo discutimos la situación y terminamos por dejarlo estar con nosotros. Total, necesitábamos a alguien para que ayudara con las cosas de la casa.

Pasó un mes y Anselma y Sebastián comenzaron una relación, él era dos años menor que ella pero la corpulencia de su físico lo hacía ver mucho mayor. Al año de conocerse, el 4 de septiembre, nació Lucha la nena más hermosa. Con un carácter fuerte y la frialdad anidada en los ojos, Lucha nos trajo alegría y Sebastián y Anselma trataron de llevar una vida tranquila aun con las dificultades que siempre se le presentan a las familias. Pero Anselma cayó en una depresión que la mantuvo enferma y no supimos como ayudarla. Y el problema aumentó dos meses después del alumbramiento de Lucha cuando nació mi hijo Aaron, evento que terminó por deteriorar la salud mental de nuestra amiga.

Cadence y yo tomamos la decisión de mudarnos a Pennsylvania pero Sebastián, Anselma y Lucha no tenían otra familia más que nosotros. Así que ellos también se vinieron al estado del chocolate Hershey. Todos queríamos que la situación de Anselma mejorara con el cambio de residencia pero no fue así. Su carácter y su salud empeoraron, un día era una madre cariñosa y al siguiente se convertía en el enemigo más despiadado. Cadence y yo hablamos, la queríamos ayudar, intentamos varias cosas para que ella fuera feliz pero Anselma, inmune a la felicidad, rechazaba nuestro apoyo. Un día regresé del trabajo y Cadence me dijo que Anselma se había ido. Sebastián se convirtió en padre soltero, sin embargo, su salud no era de presumir. Había sufrido un aumento de peso increíblemente mórbido y las consecuencias no tardaron en demolerle la vida. Lucha estaba creciendo en un hogar que se rompía poco a poco y para colmo, antes de su fallecimiento, su padre intentó abusar sexualmente de ella.

Una año después Cadence, Aaron y yo regresamos a New York pero Lucha y Sebastián se quedaron en Pennsylvania. Al poco tiempo Cadence y yo nos separamos y durante esos momentos tan difíciles recibimos una llamada. Sebastián había sufrido un paro cardiaco que le fulminó. Nuestro amigo murió en el verano del 2005 y Lucha se quedó huérfana. Cadence conmovida con la situación invitó a Lucha a mudarse con ella y a mí me gustó la idea pues Cadence necesitaba a alguien que la ayudara con el bebé y las cosas de la casa. Lucha regresó a New York pero ya no era la misma, se había convertido en una nena mucho más fría y reservada, no convivía con la gente, comía dos veces al día, dormía por las tardes y por las noches pasaba horas en la sala andando de un lado a otro. Cuando yo venía a visitar a Aaron ella se encerraba en su habitación o simplemente se quedaba en un lugar de la sala sin mirarme, ni siquiera se me acercaba. Cadence decía que lo mejor era no molestarla y me pidió en varias ocasiones que la entendiera. “Lucha es así contigo desde aquella ocasión cuando le mordiste la cabeza”, dijo Cadence. Cuando Lucha era bebé le tomamos cientos de fotos, en una ocasión estábamos jugando y en pose fingí morderle una de las orejas, acto que la molestó mucho y me abofeteó. Desde ese día, y desde la mala experiencia con su padre, Lucha no confiaba en los hombres. Cuatro años después de nuestra separación Cadence y Aaron se mudaron a Arkansas. Mi exesposa y yo platicamos sobre la situación de Lucha; Cadence no podía cuidarla más. Le dije que yo me haría cargo, después de todo Lucha y yo éramos familia. Cadence me dio la razón y me dijo que igual yo necesitaba quien me ayudara con las cosas de la casa.

Los primeros días fueron un desafío. Lucha y yo vivíamos juntos pero nunca nos veíamos. Los fines de semana, que era cuando más tiempo pasaba en casa, no cruzábamos palabras ni para darnos los buenos días. Yo le dejaba comida y Lucha se la comía cuando yo no estaba. Intenté varias veces hacerle la plática, acariciarla, pero cuando me acercaba un metro Lucha se escondía y no salía de su lugar hasta el día siguiente. Una madrugada desperté para ir al baño y en la oscuridad de la habitación vi sobre el piso una mancha. Encendí la luz. Junto a la pata de la mesa de noche había un escarabajo partido a la mitad. El insecto tenía las patas delanteras apuntando al cielo y el vientre completamente vacío. Daba la impresión de que en el momento de la muerte el pequeño intruso había lanzado un último grito implorando compasión. Todo ese rato Lucha había estado sentada a los pies de la cama y me miraba con intriga, sus ojos amarillos inyectados de odio me fusilaban pero en el silencio de la noche su ronroneo me dijo que al fin me había perdonado y en forma de sacrificio me regalaba un escarabajo.

Lucha y yo vivimos juntos por el resto de su vida y nos separamos sólo dos veces, una cuando me fui a Los Angeles y la otra cuando me mudé a México. En ambas ocasiones la separación fue temporal y aunque Lucha siguió guardando un odio hacia mí desde aquel incidente de la foto también me quería. Era como una resignación, no había a quien amar y solamente me tenía a mí. Cuando Lucha llegó a la Ciudad de México tenía cáncer, no había nada que hacer. Los veterinarios dijeron que había que dejarla en paz y que eventualmente nos daríamos cuenta de su inevitable muerte. La Negra, cómo le decíamos, murió el 28 de abril del 2016. Llevaba una semana sin comer, ni siquiera el atún qué tanto le gustaba podía deglutir. La llevé al veterinario, expliqué que mi gata se estaba muriendo y supliqué que la pusieran a dormir para que ya no sufriera más.

En el veterinario intentaron persuadirme para que no lo hiciera, me sugirieron que lo pensara mejor. Pero Lucha ya estaba muy mal, sus ojos habían perdido la belleza de su frialdad y cuando me veían me atravesaban como si fuera un ser invisible. No, le dije al veterinario, si usted no la pone a dormir iré a otro lugar. No estoy dispuesto a dejar que mi gata sufra un día más.

Las cenizas de Lucha se quedaron en México y cada Día de Muertos pongo una foto de ella en la ofrenda.

Feliz Día de Muertos


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