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Nuestro barco…

CARACAS: “Nuestro barco se hunde / No podemos hacer nada.” Con estos versos comienza la canción En la noche te perdí, de Americania –canción que expresa la melancolía de estar frente a una relación decadente, en rumbo al olvido. Sin embargo, antes de  figurar como la apertura de En la noche te perdí, las mismas palabras aparecían en el demo de otra canción llamada El plan, jamás formalizada, en la que el cantante se propone reconquistar a un amor perdido. Pareciese que la banda no creyó en los propósitos originales de sus palabras, y optaron por sincerarse en un aspecto emocional; es más difícil reencontrarse con alguien que perderlo.

A finales del año pasado, los versos también cobraron figura en las cercanías de Chuao. Terminando la Av. Principal de El Cafetal (ya nadie recuerda su nombre formal de Raúl Leoni), a la entrada de tal urbanización, se podían leer con claridad. Entonces siempre supuse que fueron trazados de forma bastante capciosa: considerando la inmensa cantidad de rayados anti-gubernamentales o pesimistas frente al contexto-país, el barco podría cobrar un sentido nuevo. Barthes estaría orgulloso de la manipulación contextual que se le hizo a la creación de Añez, Casas y Pizzolante.

Recientemente, el trazado ha sido intervenido. Ya no se lee en la pared blancuzca la terrible consecuencia de un hundimiento, sino “Si nuestro barco se hunde / Podemos nadar.” Anónimo contra anónimo, las palabras que originalmente indicaban despecho se han ido transformando en una suerte de consigna. Si en el párrafo anterior pudieron haber implicado una suerte inevitable, indeseable, ahora señalan acciones alternativas a tomar. Aunque tales acciones tampoco están muy claras: ¿nadar adónde, a otras costas, hacia la tierra inicialmente propuesta? ¿Debemos emigrar o flotar hasta que nos salve una balsa aventurada? Significado tras significado, miles de interpretaciones pueden surgir sobre dos líneas sin que alguna quede del todo clara. El problema del acto comunicativo, si se le puede llamar así, es que al final del día, uno tiene que poner de su parte para tomar acción.

Sin intenciones de dejar moralejas, eso sí, lo único certero es que el barco se hunde. Y que, como el público de un concierto o de un circo macabro, somos sus tripulantes.

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