Querida Isabel:
Te dejaste caer en este mundo oponiéndote a todas las convenciones un tibio domingo de invierno en el mes de febrero y ocupaste cada rincón de nuestras vidas como toda una luchadora: el puño en alto, a veces los dos rodeando tu hermosa carita en aire de triunfo, otras apoyado a tu sien, los ojos cerrados imaginando el futuro, y tu cálida sonrisa pregona que el sol con el que llegaste a este mundo te acompañará toda la vida.
Hace 30 años tu abuelo y yo celebrábamos con tu madre su primer Día Internacional de la Mujer marchando en las calles de Bogotá. Queríamos dejarles a ella y a ti un mundo mejor con justicia e igualdad no solo para las niñas y las mujeres sino para todos. Hoy seguimos luchando, y tu madre se ha sumado a la lucha por ella, por ti, por todos.
En momentos donde los prejuicios de todo tipo: género, orientación sexual, raza, religión, lugar de proveniencia, clase social, color de la piel se intensifican, donde los derechos alcanzados gracias a años de lucha corren el riesgo de evaporarse, más que nunca debemos estar vigilantes para que los niños y las niñas de todo el mundo puedan disfrutar de sus derechos inalienables que puedan desarrollarse a parte entera en una sociedad que valore el principio que todos los humanos fuimos creados iguales y por lo tanto tenemos derecho a las mismas oportunidades.
Que esta sea también tu bandera de lucha.
Tus abuelos
Priscilla Gac-ArtigasPhoto Credits: Judit Klein