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daniel campos
Photo by: pedrik ©

Novedades de transición en San José

Este regreso a San José también me ha regalado novedades, más allá de mis rituales de transición al regresar de Brooklyn.

El jueves por la noche subí a la pizzería y cervecería artesanal Dnde Charly para celebrarle el cumpleaños a Karigui junto con Lau, Fabián y el mismísimo Charly. Karigui, amiga arquitecta, se transformó en muralista al pintar el local y en diseñadora de las etiquetas de las botellas de las cervezas Travesura y Leñador. Por ello, esa pizzería es su segunda casa. Así conocí un lugar nuevo, con gente nueva, en el Carmen de Guadalupe, aquí cerquita de mi barrio.

El miércoles, poco después del amanecer, salí hacia el Parque Nacional Braulio Carrillo, en las montañas hacia el noreste de San José, que protege uno de los bosques más lluviosos de Costa Rica. Recorrí dos senderos en el sector Quebrada González, siguiendo a Fico y Cora, guías de observación de pájaros.

Primero recorrimos el Sendero Las Palmas. Luego de una pausa para tomar café con tortilla española y fruta, siguió la caminata por el Sendero El Ceibo. El Sendero Botarrama, el más arduo y peligroso, estaba cerrado pues una turista murió recientemente cuando le cayó una rama de árbol encima. Es triste pero a decir verdad, cuando uno haya de morir, quizá esa sea una buena forma: morir caminando por un bosque primario y ancestral.

Yo había recorrido los tres senderos hace casi tres años pero sentí como una novedad vital encontrar de nuevo al enorme árbol botarrama en el Sendero Las Palmas, y a una ceiba gigante, cuyas gambas en forma de hélice la erguían hacia el cielo, en el Sendero El Ceibo.

Y las novedades en el avistamiento de aves me alucinaron. Observé a un lechuzón de anteojos (Pulsatrix perspicillata) posado en una rama del sotobosque. Para un filósofo ver a un búho es una señal feliz.

Y dando brinquitos por entre los arbustos cerca del suelo vi a un pajarito de iris rojo, cuello y testa grises con tonos azules y alas pardas. Probablemente era el hormiguero guardarribera (Myrmeciza laemosticta). Fue mi primer avistamiento de ambas especies y lo recibí como un regalo de Natura Naturans.

Por supuesto, observar de nuevo en el dosel del bosque a varios tucanes de pico negro (Ramphastos ambiguus) y otras especies completó una mañana maravillosa en la naturaleza tropical.

Con todas estas imágenes en mente y la sensación corporal de haber caminado por el bosque, regresé a San José con el corazón rebosante.

Por la noche, asistí a un conversatorio organizado por los “Murciélagos”, un grupo de amigues que ha enriquecido mi vida en Costa Rica. Presenté una breve charla sobre el amor agape como principio ético para cuidar a las personas migrantes. Escuché otras ponencias interesantes sobre actualidad centroamericana y la conversación general nos apasionó a todes.

Después asistí a la fiesta en casa de Diego, nuestro querido “murci” pelirrojo. Allí disfruté con mucha gente linda y conocí a una chica interesante—apasionante, la verdad—graduada en Ciencias Sociales, comprometida con la justicia social y con el bienestar de las personas adolescentes, y amante de la música brasileña. Conversamos en la terraza, con una vista esplendorosa de las montañas circundantes y la ciudad iluminada en el valle, a la distancia”.


Posdata – Los anteriores son mis apuntes del 23 de diciembre del 2018. Se acercaba la Navidad y el Año Nuevo en que se iniciaría un trienio apasionante e intenso. Qué poderosa experiencia: releer lo escrito para ponderar el pasado desde el futuro que es mi presente.


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