Según un informe relámpago de la Organización de Naciones más famosa del planeta y la más inútil del universo, o, por lo menos, de la Galaxia, publicado en su página web durante las últimas horas del último domingo del mes, a nuestra especie le queda poco más de un par de décadas de recursos antes de extinguirnos, más que como especie, como multiplicadores y mantenedores de los mismos.
Y como quienes nos dedicamos a leer el mundo no podemos hacer otra cosa que pensar, de inmediato pensé en que una de las cosas que más ha hecho nuestra especie a lo largo de estos pocos millones de años, ha sido acabar con todo lo que se le cruzó frente a sí, no hemos hecho otra cosa que darle vigencia a lo que, en el papel, en la teoría, debería ser infinito. Nos encargamos de acabar con miles de especies por satisfacer nuestra hambre más superficial, fuimos, hemos sido y seremos capaces de arrasar con culturas milenarias por ceguera y necesidad de una inmediatez sin ascendencia, además de ignorar las posibilidades incontables de millares de microorganismos que están, estuvieron y estarán a nuestro alrededor por falta de tiempo, y, por si nada de estos tres enunciados, que no son los únicos, fuera suficiente, acabamos hasta con nuestra memoria, que es de las pocas cosas sin fin que todavía nos quedaban, porque gracias a la tecnología, por mencionar solo una de las ayudas con las que contamos hoy en día, el espacio libre en nuestro cerebro, por suerte no todavía en nuestro pecho, es cada vez mayor.
Pero mientras tanto, mientras se termina todo lo que podamos llegar a producir, me dedicaré a reducir, aunque en realidad me resulte imposible, por más que lo intente con todas mis fuerzas y por todos los medios, la montaña de libros pendientes por leer, porque, muy al contrario de los recursos con los que contamos hoy, la literatura, obviando todo lo nuevo que se escribe mientras escribo, corrijo, se editan, se publican y se leen estas palabras, siempre será infinita.
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