Los «Nuevos Mandamientos del Mundo», de aquel poeta escandinavo que se decantó por la soledad del Himalaya antes que por la aclamación de la sociedad del primer mundo europeo, son ya conocidos por media humanidad, pero hoy, debido a que es uno de los más violados y, por lo mismo, como sucede con los derechos básicos de la humanidad, el más normalizado, hemos venido a hablar del octavo: «No espiarás el chat del prójimo».
Empecemos por el principio. Ya sea por accidente, por curiosidad, por obligación laboral o por aburrimiento, casi todos los que han estado junto a unas manos ajenas, que conversan con otras manos a través de cualquier plataforma de mensajería instantánea, han fijado su mirada, aunque sea por un solo segundo, en las palabras que llegan o que se van. No importa si, según los grandes estudiosos de la sociedad, que dicen que necesitamos de un contexto para comprender algo tan sencillo como una conversación entre dos desconocidos, lo hacemos porque si o porque no, luego de hacerlo no hay vuelta a atrás. Y, aunque no haya una razón aparente para que esto no deje de suceder, o a pesar de esto, un grupo de académicos austriacos ha decidido reclutar a quienes demuestren tener los ojos más rápidos para ir, quedarse a leer y regresar sin ser detectados, sin importar a dónde tengan que ir a buscarlo. Llevan en eso más de dos años, en los que han convencido a casi cinco millones de personas para que lo hagan parte de sus quehaceres diarios, de su dieta necesaria para sobrevivir al día siguiente y, más que nada, al día anterior. Uno de ellos fui yo.
De mi experiencia, entre otras cosas, debo contar que luego de pasarnos de mano en mano las pruebas de conocimiento básico del mundo y de la mística humana, llegan los que nos evalúan la habilidad para no ser detectados o, en caso de ser así, la capacidad para sobreponer la inteligencia al miedo. Luego de esas pruebas, que ya son bastante fatigosas, y de presentar una serie de entrevistas con hombres que no enseñan su rostro, los aspirantes debemos firmar una «Renuncia al mundo». Esto para que, una vez enlistados como leedores, nada ni nadie nos haga renunciar. No necesito contar más, ni puedo contar más. Pero sí, porque esto es cuestión pública, que los voluntarios tienen un salario de más de cinco mil Euros al mes, además de la alimentación, el vestir y el dormir, y, según reza el decreto presidencial, dice que su lugar de trabajo será todo espacio público en donde alguien escriba palabras para otro. Estas, por ejemplo, están siendo auditadas en tiempo real por uno de ellos. M., se llama. Pero no puede decirnos más.
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