No estaba preparado para extrañar la nieve. Cuando empezaron a aparecer imágenes en Instagram sentí una nostalgia inusual. Volví a mi última guarida en un sexto piso de la calle Seaman. Me vi tomando fotos desde ese ventanal que daba al fondo del edificio. Aquí en mi oficina, arropado de un hunter green que nunca había tenido y de libreros hechos por un venezolano que no tenía idea de lo que hacía, aquí estoy, sin nieve.
He despertado hoy con una tristeza arrolladora. No debería cargar con tanta tristeza, pero no logro apartarla. Es una nube gigante, un nimbostratus que viene a aplastarme sin misericordia. Descansa sobre mi cabeza. Su gris intenso me baña de pies a cabeza.
¿Por qué extraño tanto la nieve?
Quizás no he terminado el luto por mi partida. Me fui sin despedirme de tantos lugares que me acobijaron. También de algunas personas que les tuve aprecio. No pude darle un abrazo de despedida al súper boricua. La nieve me recuerda lo inconcluso. Su blanco esmalte en las fotos de otros me desajusta. Me siento frágil, hasta débil por momentos. Quisiera caerme de nuevo contra la helada acera. Alguna vez me dijeron que si uno se caía en Nueva York nunca se iría. Otro mito, no hecho realidad.
Me he caído tantas veces en el hielo negro. Me he caído tantas veces en el asfalto hirviente. Pero me levanto. Alzo mi cabeza y sigo.
Aquí el verde me envuelve. Estoy en un cocoon. Paso el tiempo aquí dentro. Intento sentirme seguro. A cada rato me detengo frente a las dos ventanas. El verde continuo, también afuera. Las hojas del croto, multicolores, aportan otros tonos. De vez en cuando aparece una blanca ibis en el césped. Se come los gusanitos que nadan en el agua estancada. La observo, la estudio. Quisiera un poco de su libertad, de su descuido.
El 2020 finalmente llega a su fin, pero no nos alivia como pensábamos. Seguimos inconclusos. Estamos a la espera de una orden, de una pronunciación, de otra manipulación. Cierro los ojos y recuerdo que comenzamos el 2020 caminando por la judería de Córdoba. A las doce estábamos en un parque, abrazándonos y comiendo las uvas. No teníamos idea de lo que vendría.
Intento aplacar las voces. La nieve se ve esplendorosa en las vidas de otros. Decido que ya la tuve y ahora debo hacer comunión con el verde. También el verde es esperanza, y quiero tener un poco de ella.
Quiero despertar el primero de enero del 2021 y haber perdido un poco de la memoria. No quiero volver a extrañar la nieve.
Photo by: XIANG CHEN ©