La nieve empezó a caer, silenciosa y serena, al final de la mañana. Mientras yo daba clases, observaba cómo danzaba en el viento, caía y se acumulaba sobre el zacate de la explanada central del campus y sobre las ramas de los olmos. Poco a poco Brooklyn College se cubrió de un manto níveo.
Al terminar mi trabajo, en vez de nadar decidí ir a caminar al Prospect Park. Cuando llegué ya había cuatro o cinco centímetros de nieve acumulada. Casi no había caminantes en el parque, por lo que la nieve no tenía huellas.
Caminé bordeando el lago y adivinando las sinuosidades del sendero escondido bajo la blancura uniforme. Escuché el graznido de gansos y patos cabeciverdes en el agua, la algarabía lúdica de las gaviotas, el aullido del viento, el leve golpeteo del granizo que empezaba a caer y el sonido de la nieve fresca compactándose bajo mis pies al caminar. Respiré el aire frío y vigorizador. Sentí mi corazón de fuego latir fuerte.
Compartí sentipensamientos con mi Musa. Recibí música y poesía como regalos. Y agradecí a la Vida por la vivencia de esta tarde invernal.
Photo by: Steven Pisano ©