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Ni Olvido ni Perdón

La semana pasada fui a ver Cenicienta. Tenía mucho tiempo de no tener una tarde libre y después de algunos intentos fallidos de entrar a un museo y encontrar un happy hour antes de las tres de la tarde decidimos ir al cine con mi amiga. Las dos somos maestras y cada año nos toca aguantarnos los temas de conversación entre nuestros alumnos y alumnas basados en la más reciente producción infantil en la gran pantalla. El año pasado fue Frozen, y ruego por que los espíritus nos protejan de una segunda parte igual de exitosa porque las y los niños también pueden ser obsesivos y no puedo más con esa canción y todos sus personajes. Sin embargo, si de elegir se trata, prefiero mil veces escuchar «Let it Go«, y ver a las niñas empoderándose para dejarlo todo si así lo desean, buscar el amor verdadero que no necesariamente es el de un hombre sino el propio o el de la familia o el de vencer los miedos y tener un amigo bobo que se derrite con el calor y nos hace reír, a verlas tratando de ser Cenicientas.

A Cenicienta le arruinaron la vida cuando le dijeron que tenía que ser «buena y valiente». Ninguno de los dos adjetivos pueden ser cuestionados aparentemente a menos que los veamos en su contexto. La niña no era ninguna pobrecita como la quieren exponer en la película, era la heredera de una casa de campo con tierra y cultivos, una niña que nació y creció rodeada de amor y educación, desde pequeña la inspiraron a dejar volar su imaginación y ser amiga de unos ratoncitos nunca fue motivo de preocupación para sus padres mucho menos de diagnosticarla con problemas de aprendizaje como les encanta hacer ahora. La mamá le enseñó a cantar, a sembrar y cosechar con sus propias manos y su papá a viajar con él en sus recorridos por el mundo. Hablaba francés y era una niña privilegiada en cuanto a la ternura y ambiente que la rodeaba. Una clase media contemporánea.

Cuando su mamá enferma le pidió que siempre fuera «buena y valiente» la niña malinterpretó el mensaje. Creció en el mismo ambiente de amor y creatividad hasta que su padre decidió comenzar otra relación de pareja. Hasta el momento todo bien. La mujer que llega a habitar la casa, junto a la ahora adolescente y su padre, es una arpía. Una mujer que denigra al género femenino al unirse a un hombre por conveniencia. De nuevo, la imagen de la pobre víctima que se queda viuda con dos hijas y necesita del apoyo de un hombre para salir adelante. Independientemente del contexto de la época de cuando se escribió el cuento, los mensajes que llegan en el siglo XXI son los mismos, las mujeres necesitan a los hombres que las rescaten.

Desde un inicio la niña se repite internamente las palabras de su madre, ser «buena y valiente» para resistir la mezquindad de la esposa de su padre y sus hijas como si ser buena fuera a ser sinónimo de estúpida y ser valiente sinónimo de callarse. Eso es lo que nos enseña la película y eso es lo que las niñas siguen aprendiendo.

La historia la sabemos, no tengo porqué narrarla, la parte de la fantasía y la magia también. Yo morí de la risa cuando el hada conviertió a las lagartijas, gansos y ratones en la corte de la carroza que surgió de una calabaza gracias a la magia de un hada despistada y divertida, no fui a ver la película con prejuicio y ya conocía el cuento, pero entender el fondo de la película fue aterrador. El vestido es hermoso y el príncipe me resultó indiferente pues en asuntos del amor cada quien decide y éstos dos tuvieron algo desde el primer momento en que se vieron así que todo bien por ellos y yo más bien le hubiera plantado el primer beso desde que se conocieron en el bosque. Todavía creo en el amor a primera vista.

Lo preocupante es la cultura del silencio que con espejos y efectos especiales seguimos consumiendo y transmitiendo. Cómo negarle a una niña que vea Cenicienta si muchas mujeres la hemos visto por generaciones? Cómo evitar que la vean si está allí en todas partes, en la publicidad, en el salón de clases, en el vestido azul de la amiguita? Cómo evitar hacer de cada evento de la vida una clase magistral de género y derechos humanos sin quitar la fantasía a la que todos y todas las niñas tienen el derecho de acceder también? Cómo explicarle a un niño o niña que ser bueno no es aguantarse la maldad de otros y ser valiente no es callar?

Pues no lo sé, pero sí estoy segura que si Cenicienta hubiera defendido su territorio, una casa y unos cultivos que por ley le pertenecían, si le hubiera dicho a su padre que su esposa era injusta, si en lugar de refugiarse en las voces internas que escuchaba a través de los ratones hubiera sacado a esa mujer y a sus hijas de su casa, la historia de ella y la de la gente que trabajaba allí antes hubiera sido muy distinta. Quizás igual se hubiera encontrado con el príncipe y enamorado perdidamente, o no, pero su vida hubiera sido muy distinta si hubiera seguido el consejo de su madre, ser «buena y valiente», pero de verdad.

Lo más patético es que al final de la película cuando su vida se arregla gracias a la propuesta de matrimonio del príncipe y no realmente gracias a su valentía, Cenicienta decide «perdonar» a la madrastra porque Cenicienta es «buena». Pues no, Cenicienta pudo haberle enseñado a los y las niñas que la maldad se denuncia, mandarla a la cárcel por maltrato infantil, corrupción (hay una escena donde intenta sobornar a un empleado del Rey para esconder a Cenicienta) y hurto, tal y como a los violadores se les denuncia y a los maltratadores se les denuncia, pero seguimos enseñando que lo mejor es callar y perdonar.

Como maestra y como artista soy la primera en defender que los niños y niñas deben de ser niños y niñas lo más que puedan, darles herramientas para la construcción propia de la fantasía y creatividad, hacerles saber que la magia sí existe pero no en la mentira sino frente a nosotros, en la naturaleza, en la libertad, en el amor. Sin embargo también sé que todo lo que ellos y ellas ven y escuchan lo absorben como esponjas y aunque suene aburrido aleccionarlos para distinguir fantasía de realidad es un ejercicio que nos toca hacer como adultos. Es más, es un ejercicio que nos corresponde hacer internamente pues no sólo Cenicienta nos quiere vender la imagen de ser «buenas y valientes», sino todo a nuestro alrededor mientras las madrastras y los corruptos siguen burlándose de nosotros quienes al final siempre volvemos a perdonar. Ni Olvido ni Perdón, Justicia.

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Erik
9 years ago

Me ENCANTA leer algo como esto. No sabes cuantas veces salgo de películas como esta pensando lo mismo y preguntándome como es posible que en pleno siglo XXI sigamos promoviendo historias misóginas donde la mujer por voluntad propia, decide denigrar su poder y capacidad de crear, tragándose un cuento que alguien le contó donde «debe de ser» algo, teniendo TODAS las herramientas para ser tanto más! – Lo más triste (como bien lo dices) es cuantas niñas van a ver esto y guardar en sus subconscientes que «necesitan» un príncipe azul para ser alguien en la vida!

anna maria
anna maria
9 years ago

De «Cenicienta», todas tenemos un poco en el romantico sueño de la juventud….Con el transcurso de los años, dejamos la fantasias romanticas y nos volvemos siempre mas solas….
sin sueños…sin colores….sin magia….

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