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Adriana Mora
viceversa

New York vs. Barcelona

Cuando vivía en Barcelona, me acuerdo de haber visto la típica camiseta de “I love NY”, pero el NY estaba tachado con spray negro y en su lugar estaba escrito a mano alzada BCN (abreviatura de Barcelona). Era la camiseta perfecta para vender en las tiendas de souvenirs del Raval.

Ahora vivo en Nueva York y no puedo dejar de pensar en cuál ciudad es mejor. Las dos son completamente diferentes y las comparaciones nunca son justas. Para empezar, en Barcelona viví casi cuatro años, mientras que aquí en Nueva York apenas he estado seis meses (aunque parece que fuese más tiempo). A la capital catalana me mudé en la mitad de mis 20s a hacer una maestría a la vez que trabajaba medio tiempo en la Universidad Autónoma de Barcelona, lo que significaba dinero para gastar en viajes por Europa. Aquí, en la tierra de los Yanquis, soy una profesional mayor de 30 años, casada, tratando de tener éxito en la gran ciudad. Sin embargo, el interrogante sobre qué ciudad prefiero me ha estado rondando la cabeza después de que varias personas me preguntaran si la vida en Nueva York es similar a la de Barcelona.

Parece que solo Barcelona tiene el privilegio de ser comparada con la cosmopolita Nueva York. He vivido también en Boston, Bogotá y Houston y nadie me ha preguntado por esas ciudades.

En todo caso, aunque mi respuesta sobre la similitud entre la vida en Nueva York y Barcelona es un rotundo no, sí que puedo ver alguna conexión. Ambas son ciudades maravillosas para vivir. Las dos son culturalmente activas, con infinidad de posibilidades para disfrutar. Las dos son grandes destinos para entusiastas del diseño. Ambas atraen a fanáticos del deporte.

Puede que los neoyorkinos se ofendan porque se compare su ciudad con una ciudad española que ni siquiera es la capital, en lugar de Londres o París, pero Barcelona es de lejos la ciudad más progresista de España y una de las ciudades más innovadoras de Europa.

Si, me encanta Barcelona pero no necesito ser una amante de esa ciudad para decir que el clima de Nueva York nunca puede competir con el de Barcelona. Mientras que aquí tenemos que empezar a usar chaquetas en octubre, del otro lado del océano los barceloneses todavía van a la playa. Eso sí, los barceloneses de verdad van a Platja d’Aro, Begur, Palamós u otro pueblo de playa en la Costa Brava. La Barceloneta, la playa más popular en Barcelona, es visitada por turistas, especialmente por el grupo que los catalanes llaman “guiris”: jóvenes blancos, rubios y borrachos del Norte de Europa.

Tengo que aceptar que extraño el Mediterráneo, pero si me voy de Nueva York extrañaré el Central Park. Vivo a una calle de distancia del parque, así que se ha convertido en escenario indispensable en mi rutina de running. De hecho, fue el parque el que me motivó a empezar a correr después de un intento fallido en el calor sofocante de Houston.

Encontrar lugares que te gusten en una ciudad no es problema, sentirse en casa es la parte difícil. Se necesita más que un buen clima, calles bohemias y cafés con encanto que realmente sirvan buen café; es importante tener una rutina que te haga feliz. Después de tres meses en un mismo lugar se deja de ser turista y se empiezan a visitar los mismos restaurantes, se terminan las visitas a los museos y se guarda para siempre el mapa del metro. En ese momento, tu amor por lo que haces empieza a definir el amor por tu nueva ciudad.

Nueva York parece ser el lugar correcto para estar ahora. La situación económica en España no ha sido la mejor desde el 2008. Las crisis ha provocado altas tasas de desempleo y una caída abrupta en el precio de las viviendas. Por otro lado, en Nueva York puede que tengas trabajo, pero seguramente necesitarás dos para pagar el absurdo costo de vida. Todavía me pongo nerviosa cada vez que recibo la cuenta en un restaurante, o en la tintorería, o en cualquier otro lugar para ser más exactos. Quién dijo que se podía tener todo?

De Barcelona me enamoré inmediatamente. Fue mi primera vez viviendo en el extranjero, una experiencia que me abrió nuevos mundos, nuevos sueños y nuevas perspectivas. Nueva York, en cambio, fue otra ciudad más en el itinerario, como un deja vu de calles vistas en otro lugar en el pasado. Vine a la ciudad como turista durante un frío invierno y en ese momento, con un inminente vuelo de regreso a España, Barcelona parecía un mejor plan. Me gustó Nueva York, si, pero faltaba algo. Como si lo mejor de Nueva York fuera la idea de Nueva York y no la ciudad en sí misma. Mi aprecio por Nueva York, por supuesto, ha crecido profundamente desde entonces.

Una de las cosas que más me gusta de las dos ciudades es que son ideales para caminar. Tal vez Nueva York más que Barcelona y eso resulta extraño teniendo en cuenta que NY es diez veces más grande que BCN (contando también Brooklyn, Queens, Bronx y Staten Island). Las dos ciudades tienen un buen sistema público de transporte, aunque sin contar con los últimos incidentes del metro de Nueva York, ese sistema es insuperable ya que funciona las 24 horas. Toma eso París! Aún así a los neoyorkinos les gusta caminar, ni la nieve en invierno ni las largas distancias los desanima. La única área a evitar es Times Square, un lugar que ha sido completamente invadido por los turistas. Disfrutemos del High Line mientras podamos. Por cierto, el High Line es la mejor idea que han podido tener en Nueva York, un camino elevado por encima de las calles? Brillante. Ese es tan solo un pequeño ejemplo de las cosas inesperadas que uno se encuentra en esta ciudad y que la hace tan especial.

Barcelona, para ser justos, también tiene varias rutas que son geniales para caminar, como el Paseo Marítimo en el que se puede sentir la brisa del mar mientras se contempla el atardecer en la playa. Cuando no es verano la acción está en Paseo de Gracia, una especie de Quinta Avenida barcelonesa. Los fines de semana solía caminar por esa calle desde mi apartamento en St. Gervasi hasta llegar a Plaza Cataluña. No disfrutaba ver las tiendas de lujo apostadas a lo largo de la calle, si no la arquitectura modernista de la Pedrera o la Casa Batlló.

El hecho de que en Nueva York se pueda encontrar a poca distancia a pie todo lo que se necesita, es realmente conveniente. También hace parecer que la ciudad está dividida en ciudades más pequeñas con identidades únicas. Si uno no quiere salir del barrio, no tiene que hacerlo. La cafetería, el supermercado, el salón de belleza, la tintorería, la pizzería, incluso el gimnasio, hacen parte del entorno. Es bueno mantenerse alejado de los tumultos, aunque lidiar con las multitudes hace parte de ser un neoyorkino.

Si lo importante es la fiesta, ni New York ni Barcelona fallan. Las dos ciudades tienen una diversa selección de bares y clubs. La diferencia fundamental, más allá del gran número de lugares que uno puede encontrarse en Nueva York, es la hora en la que la gente se va de fiesta. Los españoles comen, cenan y salen a divertirse mucho más tarde que el resto del mundo. Mientras que en Nueva York la movida comienza hacia la media noche, los españoles a esa hora apenas están terminando la cena. Si viviera en Barcelona ahora, tendría que tomar una siesta antes de ir a brillar en la pista de baile. Tener más de 30 años cambia los hábitos en las ciudades en las que también se ha vivido.

En cuanto a la vida nocturna en Nueva York y la escena culinaria en general, la oferta es diversamente increíble. No importa si es downtown, midtown o uptown, basta con elegir aleatoriamente un punto en un mapa para encontrarse con un lugar que vale la pena. Esta amplia gama de posibilidades junto con las incesantes actividades culturales dan ganas de querer hacer parte de todo, pero al mismo tiempo, un sentimiento de culpa por no poder seguir el ritmo agitado de la ciudad. Ni siquiera los neoyorkinos pueden hacerlo todo.

En este punto siento que comparar ciudades es como comparar novios, el actual siempre es el mejor. En mi caso, me siento orgullosa de mi ex y no quiero que mi relación con Barcelona termine. Afortunadamente, a diferencia de los ex novios, todavía puedo visitar a Barcelona, aunque apuesto que una vez allí empezaré a comparar las malas cosas de Barcelona con las buenas cosas de Nueva York, como siempre pasa cuando se está lejos de casa. Y Nueva York es mi hogar ahora. Tengo suerte de ser parte de la locura diaria de esta ciudad vibrante, pero si hay algo más cool que vivir en Nueva York, es haber vivido primero en Barcelona.


Photo Credits: Ludovic Bertron

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