Neruda, Cállate tú . Este es el estribillo en las pancartas en Chile contra la violencia haca la mujer.
Pero ¿qué violencia puede haber en ese hermoso verso que se nos ha venido vendiendo hasta ahora: «Me gusta cuando callas porque estás como ausente”?
Es, además, la segunda estrofa de ese poema la que más me interesa del poema nerudiano. Menos citada por razones que verán en breve, tenemos tela de donde cortar. No perdamos de vista esta cita para lo que diré después:
Como todas las cosas están llenas de mi alma
Emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma…
¿Interesante, cierto? Si fuéramos a reconstruir la narrativa poética en voz del Premio Nobel Neruda, así como de los grandes escritores que encabezan las historias literarias y humanas, entenderían que como mujer leo este poema de otro modo. Relean la estrofa nuevamente. Observen el uso de «mi» y la contundente presencia del yo poético como un dios de donde nacen las cosas y se llenan del soplo divino del poeta. Si esos versos nerudianos los hubiese escrito una mujer, a las claras se habría visto la mala construcción y la pobreza de esa estrofa. Le habrían aconsejado tomar un taller de poesía o le habrían destinado al ostracismo en la historia de las letras. Porque si bien la severidad de los juicios da diferentes resultados con la escritura producida por las mujeres, hay una especie de ceguera para ver esta literatura viciada de tantos problemas tanto en lenguaje como en el contenido. Un verso de este poema le salvó el poema entero a Neruda, e incluso así el pensamiento detrás de las palabras lo hace conflictivo. Los versos del capitán, de Neruda también a Matilde cuando eran amantes, inicia con un autobombo, una imagen de un centauro entrando por la puerta y gritando, poéticamente: Llegué y no toqué la puerta sino que la derrumbé como un lobo que sopla y sopla. A una poeta le está prohibido tal exhibicionismo. Nuestro lugar no difiere mucho del de la Matilde inspirando al poeta. Estamos de acuerdo en eso de que hay que leer a los clásicos, volver a ellos, pero con ojo más crítico. Empecemos a dudarlos. Muchos de estos grandes poetas crearon hermosas metáforas y nos dieron verdades eternas, pero les faltaba oído. ¿Nunca han hecho el juego de quitarle el nombre al autor(a) al poema de un gran poeta, e imaginar cómo sería si lo hubieses escrito tú o cualquier mujer? Yo sí. Los resultados de ese juego con una venda en los ojos van a ser sorprendentes. Van a darse cuenta de que tales poemas no pasan la prueba de fuego. Como cosa tuya no sería sino un novatada y poema iniciático. El nombre, ah, el nombre del autor es cosa seria, tremenda, cómo afecta el resultado de la lectura, el valor del producto literario. Sin nombre muchos de esos poemas no se salvarían de la hoguera inquisitorial de la crítica. Y, viceversa, más escritoras entrarían a la escena.
Pienso sobre esa escritura sagrada y tengo que reconstruir y reinventar continuamente el lugar de mi escritura y el lugar desde donde se me deja hablar. Si me identifico con el personaje que calla me convierto en lector. Si Neruda estuviera aquí conmigo, (Como todas las cosas están llenas de mi alma/Emerges de las cosas, llena del alma mía./Mariposa de sueño, te pareces a mi alma…) seguramente estaría convencido de que estoy llena de él, emerjo de él, me parezco a él. Yo me mantendría dentro de un silencio que él pudiera apreciar infinitamente para poder poetizarlo con palabras. Nadie le va a quitar el trono al gran poeta Neruda. Nadie niega todos los grandes poemas que escribió. Espero puedan seguir el hilo de lo que he intentado decir: Los críticos y discípulos nerudianos y no nerudianos esperarán de las escritoras lo mismo que el Neruda de su Matilde; repetirán con todas las variantes lo mismo que esta estrofa arriba; y, aunque no lo piensen ni lo digan abiertamente, aunque incluso se piensen diferentes a un Neruda, les gusta, les encanta eso de «Me gusta cuando callas», quédate así calladita.
Los eventos literarios y las antologías, por mencionar un sector de tantas áreas en la cultura, dividen el mundo en dos hemisferios. Como los baños en algunos restaurantes se reservó un baño para ellos y otro para ellas. Los poetas o los escritores que forman una mayoría toman asiento muchas veces en una mesa para conversar y compartir con sus congéneres. No se percatan de que no hay una integración ni un diálogo con las mujeres invitadas. Son los mismos que vemos juzgando como primitivo una convención para discutir asuntos de la mujer en los países árabes donde no se se presencia una sola mujer entre los analistas. Es que es más fácil juzgar al otro. Nuestras mujeres se ubican en otra esquina de la mesa. O en otras mesas. Alguna vez, los escritores harán concesiones. Una de entre otras escritoras se sentará a la mesa con ellos como en un cuadro de la última cena. Como la Magdalena de la que afirmar estar disfrazada dentro del cuadro de Da Vinci. Ella se sentirá parte de la otra especie humana a la que se le ha invitado y se le permite entrar. Ella se sentirá privilegiada como un Judas que besa. Sabe, que haber sido escogida es el mayor reconocimiento a su trabajo. La reina del mambo traicionará a su especie. Por eso, el machismo parece invisible en tantas ocasiones y es tan difícil de identificar como problema. Nosotras nos traicionamos continuamente. Traicionamos nuestra especie. ¿Y cómo no va a ser así si comienza en nuestra casa con una madre hispana siguiendo sin saberlo las normas, todavía vigentes, de la cultura judeo cristiana ? Siempre me ha parecido que la mejor manera de señalar este asunto es mirando profundamente el proceso y contradicciones que vivieron los negros cuando se abolió la esclavitud. Siendo este el panorama de las letras para la mayoría de las mujeres, ¿por qué escribo estas historias en Facebook si están destinadas a ser inferiores, según los marcos de preferencias o están destinadas a morir como esas obritas efímeras que vemos en los medios sociales? Dante me invita a entrar y perder toda esperanza con cada entrada de mis facebook stories. ¿Por qué escribo simplemente? ¿Para quién? Porque Matilde, la amante o esposa de Neruda que calla, está cansada de ser poetizada y estar calladita para que interpreten su silencio como un lugar feliz.
No solo hay que reaccionar o hablar, sino hacerlo a tiempo. ¿Pero qué hacer cuando la práctica y los tiempos no se prestaron para salir del silencio? En una de las entradas más recientes hablé de las dos mujeres mexicanas que vivieron maltrato sicológico y hasta violación (Elena Poniatowska) por parte del mismo hombre: el afamado, «respetado» y ya ido a los submundos inferiores, Juan José Arreola. Intenté discutir sobre el tema de lo confesional en voz de las mujeres maduras. El poeta Celaya decía que la poesía era esa arma cargada de futuro. Yo digo que, como mujer escritora con algunas juventudes acumuladas, podría colocar y recolocar las historias confesionales a lo largo de un trayecto donde la pluma y la palabra, como sea que se dé, es un arma cargada de pasado más que de futuro. Yo escribo desde el pasado y desde un silencio del que estoy apropiando a partir de un respuesta contestataria al poema nerudiano. Pido permiso al presente. El futuro tal y como yo lo he vivido es un libreto que re-escribo continuamente desde tres lugares como el de la santísima trinidad: dios, pater y madre. Hago como el poeta Edgar Allan Poe con su poema «The Raven» (“El cuervo”): un estudio de la materia con la que compone la escritura. Hago filosofía como Poe en «The Philosophy of Composition».
No puedo matar a mi padre (llamémosle Neruda) como hacían los artistas y escritores con sus predecesores. Ese acto implicaba liberarse del peso de la autoridad. Como minorías dentro del campo literario, las mujeres no podemos matar del mismo modo. Debemos esperar y encontrarle solución a estos asuntos porque no poseemos las armas del saber explicando, cuándo, cómo y desde dónde escribir o matar. En estos tiempos, volvemos a salir del clóset. Como hicieron estas dos mujeres que urdieron un «yo acuso» contra Arreola cuarenta o más años después, pidiéndole permiso al tiempo y a la muerte para dejar cuentas claras. Con la muerte a mi favor, porque es la verdad, no me queda una vida por delante para pensar dos veces como un Hamlet con la calavera en la mano. Mi monólogo no es un «dubitatio» retórico diciéndome: «Escribo o no escribo». No pierdo el tiempo es nerudiarme y auto inmolarme, o entrar en huelga de hambre mientras otro poeta me dice: «Me gustas cuando callas». No puedo morirme de hambre, ya pasé muchas hambrunas.
Escribo «Mis facebook Stories” porque no callo, y canto porque no lloro como en una ranchera de Paquita la del Barrio. Le comentaba a la periodista, Mariza Bafile, editora de ViceVersa, que es increíble como el tiempo nos va diciendo a qué velocidad va la noticia del día. Si practicara y entendiera más de las ciencias físicas y matemáticas propondría una ecuación que contuviera el momento de la escritura cuando se convierte en diario de viaje por la vida. La noticia en vivo pasa a formar parte de una arqueologíaía del saber. Ese diario personal camaleónico se da más abierto o cerrado según ciertos principios sociales y de familia que nos obligan a callar, disimular, posponer para un día despuésés. ¿Cuánto esperaron estas dos mujeres para hablar? No fueron siquiera 20 años, fue una vida entera. ¿Qué las detuvo? ¿Cómo se devoran las palabras que masticas con tanta hiel y pena? ¿Por qué les conté de mi experiencia con el coronavirus y empecé a abrir la Caja de Pandora? Si vuelvo sobre lo que dije en las primeras entradas de «Mis Facebook Stories», la temporalidad en la fórmula de una física teórica daría dos momentums principales. El impulso primero fue el motor de la escritura. Tenía algo que contar y tenía que sacármelo de adentro. Hacer pública una noticia un poco escandalosa que me ponía en un lugar protagónico, con eso de haberme infectado con el coronavirus. No fue cómodo para mí. Todas esas dudas y decisiones las tuve que tomar antes de publicar. Siempre están e intento sobreponerme a mis propios miedos y concepciones sobre el pudor y la mesura. Nunca tengo claro cuál es el límite y me cuesta enormemente callar o hablar para siempre. Y cada entrada de «Mis Facebook stories» nace de una lucha interna por quedarme calladita. Sí, no contar mis asuntos ni poner a secar mis paños sucios o menores al sol ante la mirada de todos.
Pero escribí cuando pude celebrar que estaba viva. Eso venció el pudor. Ya esa historia pertenece demasiado al pasado. Hoy me preguntaba, ¿Caducaron mis palabras, lo que viví y sentí ya no vale? ¿Es el periódico archivado del ayer? La ecuación tiene dos momentos altos. El segundo es cuando me releo, mientras me leen y me comentan por Facebook. Esa escritura en caliente la comparto por ese medio social que me perdona porque, entre otras cosas, la noticia se comparte entre amigos y conocidos, porque hay un contrato implícito entre las partes que asumen que esto está ocurriendo ahora y en una semana ya nos habremos olvidado que ocurrió. Es diferente de la noticia en caliente en la revista electrónica ViceVersa donde he ido publicando a lo largo del tiempo. Si bien existe la posibilidad de comentarlas, el número de lectores conocidos es siempre menor. Esta escritura no posee la permanencia del libro que el mercado del libro contabiliza. Las cuentas de venta no son cuentas de amor ni de amistad. Por Fb los comentarios no pasan por lo general de los amigos que levantan el dedo para decir “Me gusta”. Con «suerte» un día son 60 o cientos de respuestas en solidaridad. Pero no sabemos si la práctica consiste en hacer lo que hacen los editores de grandes casas editoriales que leen la primera línea, la del medio y la última. Por eso los antiguos y sabios advertían contra el halago por engañoso, amigo del falso ego. ¿Hasta qué punto, les pregunto, vale la pena este ejercicio de ejercer la palabra? En otras de mis entradas de «Mis Facebook stories» les recetaba con la medicina más al alcance de nuestra mano. El humor y la risa que todo lo curan era mi propuesta. Sin embargo, estamos saturados. El humor y la risa son la gran salida para equilibrar las fuerzas encontradas y para eliminar las reacciones tóxicas como el miedo excesivo, etc., pero ya se van transformando en apatía, cinismo, y el humor negro va tomando el lugar del humor feliz que entendemos todos. Esta consecuencia era de esperarse porque nuestros egos han tomado el escenario y nos hemos apropiado, con otro otro virus, de la vida que pasa acá adentro. La naturaleza ha descansado de nosotros, pero nosotros no podemos escapar de nosotros mismos dentro de la casa, frente a un computador o televisor. Con la palabra estamos ahora contaminando el medio ambiente interior. Estamos ensuciándolo todo otra vez pues no nos callamos la boca. El virus comienza en la palabra. William S. Burroughs lo explicó así:
«La palabra es ahora un virus. Puede que el virus de la gripe fuera una vez una célula pulmonar sana. Ahora se trata de un organismo parásito que invade y daña el sistema nervioso central. El hombre moderno ha perdido la opción del silencio. Intenta aunque sea tímidamente la comunicación no verbal. Trata de alcanzar aunque sea diez segundos de silencio interior. Encontrarás un organismo que se resiste y te fuerza a hablar. Ese organismo es la palabra».
Escribo pues porque pienso. Si Mariza Bafile invitó a diferentes artistas y escritores a mirar por la ventana y narrarnos el mundo exterior. Ahora no vemos sino que soñamos con la puerta, sólidamente interviniendo el adentro y el afuera como un soldado dispuesto a acribillarnos con su rifle. Salir, decir, no más callar. No puedo ni me consiento un día más dejar que me silencien y me digan cuándo ni cómo debo contestarle a un Neruda y a todos los nerudas que sean necesario. Pero…esa conciencia y lugar de la combatividad produce cansancio, un profundo desgaste. Como esa pancarta que las mujeres de Chile llevaban levantadas en respuesta al poeta como hombre, «Neruda, cállate tú», sonrío un rato solamente y me digo: si bien no puedo callar porque ya no quiero estar como ausente, estoy cansada. Este animalito que es la palabra lo protejo porque está bajo amenaza de extinción. Yo todavía no sé porqué escribo ni para quién. Sueño algún día salir del silencio, saltar y borrar el problema del género para volver al silencio como una gran victoria. Sin un él o ella. Sin un ellos o yo. Guardar la palabra y decir más con menos, o no decir nada.
Como siempre, a propósito del tema de hoy, finalizo con este poema:
Curriculm Vitae de Blanca Varela
digamos que ganaste la carrera y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores sino ladridos de perros
y que tu sombra tu propia sombra fue tu única
y desleal competidora.
Photo: Juana está loca