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Gabrielle van Welie

Navidades en República Dominicana

La chispa que enciende el espíritu navideño dominicano no es otra cosa que la espera de un retorno anhelado. Las preparaciones no se hacen esperar puesto que aquí no se celebra ni Halloween ni Thanksgiving. Los meses de octubre y noviembre se usan para instalar las luces navideñas, sacar los menús especiales y anunciar los conciertos y eventos, todo ello al compás de villancicos y demás canciones de la época como “Volvió Juanita”, una de las tantas canciones que celebran la llegada de los dominicanos expatriados.

Por muchos años formé parte de la conglomeración de individuos que preparan sus casas y sus vidas, año tras año, para celebrar la llegada de su “Juanita”. Para algunos, ella vive en la ciudad capital, apartada por montes, matorrales y carreteras polvorientas de su campo natal. Para otros, su lejanía está condicionada al oleaje de un océano que ha sabido extenderse por todo Occidente. Lo que sí es que, sin importar el kilometraje, un deseo por alcanzar mejores condiciones de vida es el que mueve a Juanita a vivir lejos de su familia.

Desde que me mudé a Nueva York me he convertido en la Juanita principal de mi casa, cosa que me ha llevado a anticipar y apreciar las costumbres navideñas de mi país. La verdad es que la fiebre de la temporada es tan pronunciada que está diseñada para propagarse como fuego, un fuego que alcanza hasta los rincones más remotos del globo terráqueo. A su materia conductora se le llama “el angelito”, que es lo que llaman en Estados Unidos el secret santa. El punto es que aún antes de pisar tierra dominicana ya estás conectado directamente a una persona, tu “angelito”, a quien te toca regalarle durante el intercambio de regalos en Nochebuena.

La fama de país fiestero es bien merecida, y las navidades se convierten en una casi interminable fiesta de cierre. Hay fiestas en las oficinas, en los colegios, en las universidades, entre grupos de amigos, entre familiares, en las calles, en los parques, y por supuesto, en los bares y clubes. La Navidad es una excusa inexhaustible para reunir gente y compartir un rato en el que no se admite hablar de problemas tercermundistas, que son muchos y agobian al pueblo durante todo el año. Quizás la facilidad para alejar los problemas durante estas épocas es debido al doble sueldo, conocido en muchos países latinos como aguinaldo, que implica una paga doble para el corte del mes de diciembre.

Puede que no empleemos la palabra aguinaldo para este pago porque ya la utilizamos para otra costumbre navideña: la de ir cantando villancicos de casa en casa. La música se hace a base de güiras, tamboras y acordeones, instrumentos tradicionales de estas partes cuya combinación musical se le llama “perico ripiao”. Por alguna razón esta tradición solo se lleva acabo tarde en la noche, en las cuales se “asaltan” las casas o de madrugada, donde se cantan “mañanitas”. En esencia ambas cosas son lo mismo, excepto que las mañanitas, en las que sí participé con mis abuelos una vez, usualmente tienen una connotación más religiosa ya que la gente parte de sus iglesias. Ambos grupos son recibidos por chocolate caliente, té de jengibre, tostadas y galletas en forma de agradecimiento.

De pequeña, para mí Navidad era caminar por las calles de Santo Domingo en busca de fuegos artificiales de la mano de mi papá. En ese entonces los fuegos artificiales no estaban prohibidos y por motivo de las navidades vendían unas cajas surtidas de “garbanzos”, “patas de gallina” y “buscapiés” que explotábamos en el parqueo de casa junto con los demás niños del barrio. Navidad también era jugar videojuegos mientras entraba y salía de la cocina para ver qué parte del menú estaba cocinando mi mamá. El menú siempre es el mismo: ensalada rusa, arroz navideño, pavo, cerdo, pastel en hoja, la telera y pastelitos dominicanos para hacer estomago mientras se espera.

Una vez terminada la velada, que siempre es más la anticipación que la ejecución, cada quien vuelve a sus casas a esperar la llegada de “Santa Cló”. Algunas personas participan en la Misa de Gallo que se celebra a medianoche. Luego colocan en su pesebre vacío al niño Jesús, completando así el nacimiento debajo del arbolito navideño. El día de Navidad suele ser sumamente tranquilo ya que los niños se entretienen con sus regalos y se almuerza el “recalentado”, o las sobras de Nochebuena.

Al caer la tarde se recorren las casas de los familiares cercanos para buscar los demás regalos y después todo vuelve a la normalidad. Sin embargo, esta normalidad es breve puesto que el año entrante se avecina y consigo la llegada de los Reyes Magos. Esperemos que este año traigan, en vez de oro, incienso y mirra, menos corrupción, menos violencia y más tolerancia al primer asentamiento europeo de América.


Photo Credits: Kelly Sikkema

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