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Paola Herrera
Photo Credits: Jon The Picturer ©

Mystery

Hay algo que nunca deja de habitar su cabeza, pensamientos que quizá no debieran estar en el fondo de su subconsciente esperando por alguien que se los cante en la cara, porque la cobardía le tiene de amante. Muchas personas lo han llamado misterio. Hubo épocas en las cuales le parecía un cortejo galante, un adjetivo encantador porque realmente así quería que todos le viesen. Luego pasaron los años, el quiebre emocional le condujo a sitios obscuros, a la tenebrosidad de lugares sin luz al final del túnel, al jardín fúnebre de una casa turbia y abandonada; la soledad. Y misterio no deseó ser enigmático nunca más, simplemente quiso ser.

Y se encontró nuevamente, una tarde en la que estallaron sus muertos y demonios transformándose en cada una de las gota límpidas y racionales que brotaban de sus ojos, mientras narraba sus acontecimientos sombríos, en el sofá de un consultorio, a un médico intimidante: su psiquiatra.

Su psiquiatra siempre conservaba la compostura como buen profesional, pero en lo recóndito de su espíritu coexistía una inquietud insensata, un deseo de querer obsequiarle abrazos y no solo un lenguaje analítico, no solo la postura dominante de quién sabe someter situaciones de recaídas sentimentales, en fin, ese debía ser su único papel; o por lo menos en eso muchos están de acuerdo, menos yo que detesto los límites, menos yo que no soy nadie para impedir sentires.

Me hace gracia, porque somos circunstancias que juegan a quedarse en un sitio que no nos corresponde, aferrándose a lugares que necesitan ser evacuados porque los huracanes siempre dejan muertos a su paso. Somos tan testarudos que aún sin música danzamos; esa singularidad nos permite arriesgarnos y en el riesgo están casi todas las respuestas; porque es la puerta después del miedo.

Y así al cabo de varias sesiones el psiquiatra dejó de ser alguien más para ser alguien. Tengo entendido que romper los límites de paciente-médico es un desvarío para el progreso del paciente, pero ¿Quiénes somos para restringir? ¿Quiénes somos para establecer parámetros inconsistentes? No somos nadie y no pretendamos llevar la moral en alto porque no lo vamos a conseguir, todos tenemos ese eslabón que siempre nos puede enviar al piso.

Recuerdo que misterio regresó y esta vez no era por el hermetismo, ni por el temor a las balas que no podía esquivar, ni por sus caminos tétricos. Esta vez era porque escondía el secreto profesional en las cremalleras de sus vestimentas. Por lo contrario el psiquiatra mantenía su actitud reservada, la cautela de quién sabe cómo jugar sin mover las piezas. Misterio, me recuerda las temporadas de AHS (American Horror Story) o los casos en ID (Investigation Discovery).

La ficción nunca ha estado alejada de la realidad, ni los aliens de la tierra, ni los demonios distantes de los armarios. Estamos sombreados de mentiras y nos volvemos cada vez más pequeños. Estamos cometiendo errores y no nos importa, dejamos caer flores al piso y las pisamos hasta que parezcan menos flores, bebemos alcohol en cunetas de otros porque queremos conservar el mayor número posible de cosas, sin importar que el otro quede en bancarrota, nos ahogamos en vasos de agua, en grifos cerrados, caemos en suelos bonitos para después agrietarlos y escupimos historias que no son nuestras para parecer interesante en un mundo de interesados. Existen demasiados misterios habitando como humanos, la transparencia la han sepultado porque es más fácil practicar la superficialidad que teorizar la profundidad.


Photo Credits: Jon The Picturer ©

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