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Sergio Marentes
viceversa magazine

Si fuera nuestro mundo no sería otro mundo

El reportaje dice que es el pueblo más pequeño de Canadá, y que cuenta con apenas cuatro habitantes, entre los que están un alcalde, dos concejales y una funcionaria, quien es a la vez primera dama y descendiente de los europeos que hace más de doscientos años llegaron para echar raíces allí, atraídos por la riqueza mineral de la región. En cuanto a lo del tamaño, creo que se queda corto, porque debió decir que era el más pequeño del mundo y, sin exagerar, del universo. Aunque, si lo miramos desde el punto de visa funcional, respecto a la cantidad de personas, están las necesarias y ninguna sobra, que viene a ser lo más importante, además de suficiente hasta para darle ejemplo a las más grandes urbes del mundo, a las sociedades más avanzadas del planeta, desde la modestia de vivir junto a una laguna. También, como si se tratara de necesidades primarias, en el pueblo hay un museo, con un cartel en la puerta que reza «Lo que éramos», con anfitriona y guía turística incluida, y una biblioteca, que a su vez son la oficina del alcalde, además de ser el alma del poblado.

Pero todo esto viene a que, justo cuando escribía una historia sobre un pueblo en donde cada persona tenía una función vital y poderosa, se me apareció el documental en forma de enlace digital. Por supuesto tuve que cambiarla, casi desecharla, porque en ella habían, por lo menos, unas mil personas, todas dedicadas a una labor especial e imprescindible. Poco a poco los fui reduciendo, ayudado por la historia de aquel pueblo, hasta que quedaron cinco personas. Y por más que lo intenté y lo calculé, me fue imposible hacer funcionar una sociedad con sólo cuatro personas. Así que decidí que la historia sería un poema, porque se sabe de sobra que lo que dice un poema es tan real como la realidad, y que a él la realidad no lo puede superar, y que él puede superar la realidad, por más de papel que esta sea.


Photo Credits: Graeme Morgan

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