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Sergio marentes
Photo Credits: Eric Sivesind ©

Mundo fuera de garantía

Ahora mismo hay alguien escribiendo una columna de opinión en su computador personal —hay muchos, miles, lo sabemos, pero hablaremos solo de uno de ellos— y, a la vez, el mismo ser humano escribe un artículo científico sin imaginárselo siquiera. Sí, parece imposible, pero no lo es. La ciencia está más cerca de lo que imaginamos y más adentro de lo que podamos probar.

Habla en su texto, por poner un ejemplo cualquiera, de la situación política de su país, a punto de irse a los comicios presidenciales, y de lo que esto representa en el cambio de comportamiento en los simpatizantes de cada uno de los candidatos. Y digamos que se enfoca en los apasionados seguidores del candidato equis quienes, además de actuar sin pensar en las consecuencias, manejan un lenguaje de no más de diez insultos básicos con quien piensa y actúa diferente a ellos.Pero además de eso, se propone estudiar la raíz y la historia de una de esas palabras comunes y ya con tan poco significado que bordea el vacío. Y luego de que la ha desmenuzado hasta el hartazgo les invita, en el final de su texto, a dejarla de usar y a conocer otras más inteligentes. Por supuesto que la respuesta no es la más gratificante ni la más creativa. Le sigue una marea de insultos, sobre todo con la palabra que él amablemente les ayudó a conocer mejor, hasta que, un par de días después, su columna de opinión tendrá que ser clausurada por el periódico que, valga la aclaración, pertenece a uno de los candidatos a liderar la rama ejecutiva.

Justo el hecho de que cierren su espacio de opinión será el resultado del estudio científico. Pero a quién le importa eso si en el siguiente número habrá en su remplazo una imagen de la cartelera de cine o de algún anuncio de un producto que, aunque deje de funcionar antes de lo prometido, no desatará la indignación de nadie.


Photo Credits: Eric Sivesind ©

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