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pandemia nueva york
Photo by: Seth Werkheiser ©

Mueren los pobres: El coronavirus y las disparidades raciales

Estoy sentada en el balcón de mi departamento de 8×10 metros en Nueva York. Es la primera vez que salgo. Ha pasado un mes y una semana desde que entré en confinamiento. Como periodista, me hubiese gustado salir, vivir y contar lo que sucede allí afuera. Pero tengo una abuela diabética e hipertensa a quién su vuelo de retorno a su país fue cancelado, y ahora depende de mí.

Hace un mes hacía frío. Hoy los árboles tienen flores. La brisa me da esperanza, pero también miedo, no sé si es normal sentir miedo hasta del aire que respiro. Desde el balcón veo la estación del tren, silenciosa y despejada. La ciudad vibrante ahora es pasiva. Las calles ya no suenan a transeúntes presurosos, a llamadas, tráfico y trajín, las calles están quietas, quietas pero no vacías. Todavía por allí caminan los que no tienen tregua, los esenciales pero olvidados. Personas en bicicleta, con chaleco, casco y un cubre bocas frágil ante la contaminación. Van de casa en casa, tocando timbres, entregando comida, exponiéndose al peligro, no tienen más opción, pueden morir por trabajar o trabajar para no morir.

Trabajar y arriesgar la vida en el epicentro de la pandemia en el país que registra el mayor número de contagios a nivel mundial, no solo es una especie de misión kamikaze, sino también, es la evidencia de un sistema fallido. La densidad de la ciudad nos puso en especial vulnerabilidad a quienes aquí habitamos. Y aunque no hay privilegio que nos haga inmunes, no podemos ignorar que a unos les afecta más que a otros. Hay estratos sociales más golpeados, las estadísticas son determinantes.

El coronavirus está matando en mayor medida a gente de color y minorías que a americanos blancos, alrededor de todo Estados Unidos. En Luisiana, los afro estadounidenses representan un tercio de la población, pero constituyen el 70% de las muertes relacionadas con la Covid-19. En Michigan e Illinois, los afro estadounidenses representan entre un 14% y un 15% de la población y el 41% de las muertes por Covid-19. Aquí en Nueva York, la mayoría de las muertes se registran en barrios inmigrantes y de clase trabajadora, como Elmuhurst y Jackson Heights, Corona, Queens. El Bronx, donde habitan gran cantidad de afroamericanos y latinos, registra el mayor número de muertes que en cualquier otra parte de la ciudad.

¿Por qué?

Para nadie es un secreto que en Estados Unidos la raza y etnia juegan un rol importante, y tienen impacto significativo en nuestra construcción identitaria, la idea que tenemos de nosotros mismos y los prejuicios a nuestro alrededor, nuestras experiencias personales, y hasta, incluso nuestra capacidad para tener éxito. Nuestro color de piel todavía determina muchas variables entre ellas, la marginalidad, discriminación o situación económica. Desafortunadamente, las brechas raciales siguen presentes, y comúnmente se manifiestan como barreras socio económicas que, en una situación de catástrofe, como la actual pandemia, se potencian y se muestran con toda su fatal carga de infamia.

– Un gobierno disfuncional: La respuesta de la administración Trump ante el coronavirus no sólo ha sido fallida sino también irresponsable. Desde un inicio, Trump consideró al virus como una farsa demócrata, minimizando su gravedad. Respondió de su manera característica: con arrogancia, aseguró que el virus desaparecería milagrosamente. Prematuramente trató de convencer a todo el mundo que el problema estaba bajo control en el país, tras matizar su habitual facundia xenófoba, bautizándolo “virus chino”. Además, a lo largo de su mandato, se redujeron los presupuestos de salud, desmanteló un programa de prevención de pandemias , se deshizo de la unidad especial para atender epidemias del Consejo de Seguridad Nacional, recortó el presupuesto de los Centros para el Control de Enfermedades, y afectó a los demás departamentos estatales y locales de EE.UU relacionados al sector de la salud al subfinanciarlos. Por lo que no deberían resultar siquiera sorprendente los estragos que esta pandemia está causando cuando es evidente que el país no estaba preparado. Producto de esta negligencia, se han perdido vidas de los más vulnerables, vidas que pudieron ser salvadas.

– Inequidades en el acceso a la salud: Un acceso a los servicios de salud adecuado significa que todos los ciudadanos deberían tener el derecho a contar oportunamente con atención médica cuando lo necesiten. Sin embargo, para las comunidades de color, esta todavía es una barrera, principalmente por la dificultad en acceder a un seguro de salud, y los altos costos en atención médica, lo que dificulta que las personas obtengan la atención, y si la obtienen, esta puede no ser equivalente a la de otros grupos. La gente “de color” tiene altas tasas de personas sin seguro. Esta incapacidad para obtener servicios preventivos puede contribuir al desarrollo de altas tasas de enfermedades crónicas como la diabetes, hipertensión, las cuáles son más comunes en las comunidades afroamericanas. Expertos dicen que tales condiciones preexistentes están ampliamente vinculadas a un menor acceso a la atención médica entre las personas de raza afroamericana, con un 11% sin seguro contra la tasa nacional del 7% en 2017, así como tasas más altas de obesidad, por lo que, al contraer el coronavirus, los hace más vulnerables.

– Trabajos esenciales: La mayoría de los trabajos esenciales son realizados por migrantes y afroamericanos, incluidos los trabajadores de transporte público, cajeros, limpieza y desinfección de hospitales, vendedores ambulantes, etc, quienes están en la primera línea del virus. Estos trabajadores, muchos indocumentados, no tienen ningún tipo de soporte, ni de sus empleadores, ni del gobierno estatal y federal. Tampoco son elegibles para colectar por desempleo. Los trabajadores esenciales no solo están contrayendo el virus a tasas más altas, sino que están exponiendo a otros porque muchas veces se ven obligados a trabajar, aunque no se encuentren con salud óptima y se van a casa enfermos. La mayoría no puede permitirse perder un día en el trabajo.

– Discriminación ambiental: Aunque muchos lo niegan, un reporte de “The Atlantic” revela que el racismo ambiental en la era de Trump es real. Un informe de la Agencia de Protección Ambiental afirma que es mucho más probable que las personas de bajos recursos vivan cerca de los contaminadores y respiren aire contaminado. Además, un estudio de la Universidad de Harvard publicado sugiere que los condados con un peor estándar de calidad del aire verían una mayor tasa de mortalidad por coronavirus. La pobreza está relacionada con esto. Afroamericanos y latinos enfrentan riesgos desproporcionados por la contaminación, ya que las industrias contaminantes a menudo se encuentran en el medio de sus comunidades.

– Precariedad espacial: Familias enteras, con niños tienen que acomodarse en espacios muy reducidos, y dormir en los mismos dormitorios. Si se enferman, no hay espacio ni cuartos en donde se pueda aislar a la persona contagiada. Se eleva el riesgo contagio a los demás miembros. Las familias afroamericanas y latinas viven en hogares multigeneracionales, sobrepoblados, a tasas mucho más altas (26% y 27%, respectivamente) que las familias blancas (16%), según el Centro de Investigación Pew.

– Colapso del sistema de salud: La falta de tests también ha sido algo bastante crítico. Muchas personas han estado muriendo en sus casas y estos decesos no han sido contabilizados, añadiendo a eso, el hecho de que gran número de personas indocumentadas no acuden a requerir atención por temor a que su proceso de ciudadanía sea retrasado.

El coronavirus ha evidenciado un sistema fallido, injusto; pero, sobre todo, que el racismo todavía existe de manera intrínseca, y ha servido como amplificador de las inequidades que sufren las minorías raciales, las comunidades empobrecidas, los migrantes. Los más vulnerables son excluidos del sistema, más aún en una situación de catástrofe.

Las brechas raciales son reales, dolorosas. En Estados Unidos se vive un gigantesco daño humanitario al que está llevando un sistema de salud no inclusivo, basado no en la solidaridad sino en el privilegio del dinero.

En toda sociedad hay inequidades, pero el deber de un Estado es el de velar por la salud de toda la población sin distingo de razas y aún de estatus migratorio. Ojalá esto despierte nuestra conciencia social, y nos ayude a reconocer la imperiosa necesidad de un sistema de salud más solidario y menos excluyente con los pobres. Ojalá…


Photo by: Seth Werkheiser ©

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