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Hermanas Pasternak

Mi tercer hombre

BUENOS AIRES: Hace unos días recibí un email de un desconocido, Paolo Mancosu, que se presentaba como profesor de filosofía en la universidad de Berkeley, California. Había obtenido mi dirección de correo electrónico en ViceVersa (gracias, Mariza) tras haberme googleado y encontrado mis contribuciones a la revista. Comenzaba P. M. diciendo:

Mi castellano no es muy bueno pero espero que se pueda entender. Además de mis ensayos en lógica y filosofía de la matemática he publicado un libro sobre la historia de la publicación de El Doctor Jivago. A causa de mis nuevas investigaciones sobre esta historia estoy interesado a la correspondencia que su padre Anatole (Tolya) mantuvo con las hermanas de Boris Pasternak, Lydia Pasternak Slater y Josephine Pasternak. Mi pregunta es la siguiente: ¿existen todavía las cartas que su padre recibió de las hermanas de Pasternak? La cartas de su padre (y de su esposa Nina) a las hermanas están ahora en los Hoover Institution Archives de Stanford (California) pero por supuesto ahí hay solo las cartas que su padre envió a las hermanas. Yo estoy buscando las cartas que las hermanas enviaron a su padre y en particular las cartas de los años 1956 y 1957.

Yo conocía por supuesto la relación de mi padre con las hermanas del escritor, en particular con Lydia, que databa de los años del exilio berlinés, desde 1922 a 1926, donde estrecharon una amistad que sólo se interrumpió con la muerte de ella en 1989, y que se tradujo en una nutrida correspondencia. En un contacto que establecí con los archivos de la Hoover Institution me respondieron que las cartas de mi padre, junto con algunas de mi madre, ocupan cerca de 400 folios.

Es más, en 1971, el año de mi Escarabajo de Oro*, visitamos en Oxford a ambas hermanas. En casa de Josephine tomamos un británico té, alrededor de una mesa presidida por el dueño de casa, un señor austríaco mayor, que hablaba emocionado de los tiempos en que el Kaiser se asomaba al balcón del palacio real, y de la muy vienesa Sachertorte.

El archivo fotográfico de mi padre está en mis manos. Son cientos y cientos de negativos, que he ido revisando, ordenando, escaneando y clasificando. Debido a que en determinado momento hubo la intención por parte de Vera Efron, otra amiga de mi padre de los mismos años berlineses, de publicar en Estados Unidos la correspondencia que ambos intercambiaron, yo tenía a mano las carpetas con estas cartas. Pero la correspondencia con Lydia Pasternak, si bien sabía de su existencia, no la tenía presente. El pedido de Paolo Mancosu estimuló mi curiosidad y me puse a hurgar. Y en una vieja caja de cartón naranja de papel fotográfico (¿dónde más?) encontré el tesoro. No son cuatrocientas, ni mucho menos. Apenas una docena. Y todas escritas en las air letters, aquellos sobres color azul celeste sobre cuyo reverso se escribían las cartas, para luego doblarlos y pegarlos, para ahorrar en el peso de la correspondencia que se enviaba por vía aérea.

Seguramente, en algún rincón que me queda por revisar, debe haber más cartas. Pero en este grupo están las que le interesaban al detonador de esta aventura de espionaje, debido a las fechas en que fueron enviadas, porque coinciden con los rocambolescos episodios que tuvieron lugar a raíz de la salida clandestina del manuscrito de El Doctor Jivago de la Unión Soviética, donde la novela estaba prohibida y su autor, proscripto.

Esto lo supe cuando me llegó y leí el booklet de Paolo Mancosu Smugglers, Rebels, Pirates. Itineraries in the Publishing of Doctor Zhivago. El primero en recibir el manuscrito fue el editor italiano Giangiacomo Feltrinelli, pero con posterioridad hubo trasiegos a Francia, Alemania, Holanda, Inglaterra, España, Brasil, Uruguay, Argentina, y muchos más. El contexto de este subterráneo laberinto es el de la guerra fría, y nada menos que la norteamericana CIA estuvo involucrada en alguno de los envíos y hasta en una publicación. El manuscrito viajó en papel, en microfilm, en placas fotográficas. En ruso y en traducciones a varios idiomas europeos. La primera publicación fuera de la Unión Soviética fue en 1958, y en su país de origen sólo en 1988, a raíz de la Perestroika.

Lo que me queda por conocer, es si en alguna de las cartas enviadas por Lydia Pasternak a mi padre existe la información que está buscando Paolo Mancosu en una pesquisa digna de John Le Carré. Habrá que esperar a que su asistente ruso parlante descifre la letra menuda de la hermana del premio Nobel (mi conocimiento del ruso no me alcanza para leer el idioma manuscrito, diferente del impreso).


Photo Credits: cortesía de Alejandro Saderman

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