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Juan eduardo gonzalez

Mi proceso de validación

“Coordinar nuestras acciones no necesariamente para ganar, sino más que nada para no perder del todo. Nos lo debemos a nosotros mismos, y a esa tullida imagen que tenemos de nosotros mismos, como algo mejor que una nación de ovejas aterradas…”

Hunter Thompson

MARACAY: No voy a mentirles y presentarme como el gran activista de la justicia social, líder de masas y dirigente político en potencia que no soy. Por eso abro con una confesión: firmé en el Referendo Revocatorio por mera casualidad. No me tomé una foto firmando ni andaba con una gorra tricolor. Simplemente estaba en la calle comprando helados con mi familia, vi a unas personas recolectando firmas en una plaza, me animé y firmé.

Conozco muchos –entre ellos familiares y amigos cercanos– que han hecho una labor mucho más importante por Venezuela y les admiro por eso. Por mi parte, soy y siempre he sido alguien con una opinión y que siempre ha intentado expresarla lo mejor que puede y que desde pequeño le ha interesado la política, más como teoría que como práctica. Eso sí, desde las elecciones del 7 de diciembre, donde la oposición venezolana tuvo su primera victoria importante en bastante tiempo, he recobrado un ánimo y un interés que sentía sesgado desde el desastre de las protestas del 2014.

Ya desde el principio se sabía que el proceso no iba a ser sencillo. En primer lugar, de 1.957.779 firmas entregadas por la oposición venezolana, el Consejo Nacional Electoral (CNE) había excluido 605.727 rúbricas. Entre ellas estaban desde importantes dirigentes de la oposición, hasta familiares y amigos que habían sido excluidos por tonterías como escribir dos nombres o dos apellidos o incluir su parroquia además de su municipio. Como decimos en la jerga venezolana “conchitas ‘e mangos”, tropezones simples con graves consecuencias.

El CNE propuso primero validar las firmas verificadas, 1.352.052 en total, únicamente en sus sedes regionales y la sede principal en el Distrito Capital; pero luego habilitó 128 puntos a lo largo del país para la validación, lo cual era mucho mejor pero lejos de una situación idónea. En el caso de mi estado, el Circuito Electoral 1 de Aragua, donde se concentra más del 30% de la población del estado e incluye Maracay, la capital, sólo había dos centros de validación. El Circuito 2, que conforma otro 30%, nada más obtuvo un solo centro de validación y en su municipio menos poblado. En todo el país el panorama era parecido.

Mientras tanto, el Circuito Electoral 4 de Aragua, que contiene 4 de los 6 municipios menos poblados, obtuvo cuatro centros de validación localizados, para sorpresa de nadie, en los municipios menos poblados. En el municipio Urdaneta, en el extremo sur de Aragua, menos de 50 personas fueron validadas para firmar. Ya se veía cual iba a ser el juego: colas largas y lentas para cansar a los electores, omisión o poca difusión de puntos claves, para que los rumores y la incertidumbre hicieran lo suyo y un poco de clásica intimidación para completar el conjunto.

 

Circuitos-del-Estado-Aragua

Martes

Fui al mediodía a la sede del Consejo Nacional Electoral en San Jacinto, en el oeste de Maracay, a validar mi firma para el Referendo Revocatorio. Apenas uno llega al edificio, descubre que la calle está cerrada y debe dar la vuelta para entrar por otra calle. Si hubiera señales o alguien quien explicara aparte de los guardias nacionales, que se limitaban a decir lo mínimo necesario, hubiera sido todo más fácil, pero no ha sido un proceso definido por la facilidad o la información abierta y constante. Obstáculo más, obstáculo menos.

La entrada, entonces, era por la Av. Bolívar, justo al lado de la brigada de paracaidistas de la cual Chávez una vez formó parte. Maracay es una ciudad conocida por su concentración de instituciones militares, pero nunca me había puesto a ver la conglomeración de ese tramo de la Av. Bolívar: al otro lado de la brigada de paracaidistas está el Hospital Militar, al frente el Instituto de Previsión Social de las Fuerzas Armas (Ipsfa) y unas cuadras más abajo estaba uno de los Círculos Militares, Base Aragua y la Escuela Básica Libertador. Por donde sea que se le mire, los militares nos rodean.

La cola se dividía en dos. Por un lado, gente con el número de cédula menor a 14.000.000 y por el otro, mayor a 14.000.000, haciendo más o menos los 40 años de edad la línea divisoria. Gran parte pertenecía al grupo de los menos de 40 años. Todo el mundo hablando, nadie seguro de nada, preguntándose si trabajarían el 24 de junio, Día de la Batalla de Carabobo, o hasta que hora estaban o si se había parado el proceso. Había voluntarios de Primero Justicia y Voluntad Popular, cuya labor era principalmente mantener el orden en las filas.

En su punto máximo calculé unas 400 personas frente a mí y atrás unas 100 más. Había de todo un poco: ancianos humildes, vestigios de clase media, empleados que habían pedido la tarde y aún portaban su uniforme, sifrinos tomándose fotos; pero en general una masa tan amplia y variada que me faltan las palabras para describirla. A los alrededores había buhoneros vendiendo raspados, refrescos, helados y frituras. La muchacha frente a mí sacó un banquillo no sé de donde, pero si los alquilaban no me sorprendería. Amenazó con llover, pero muchos ya habían traído sus sombrillas, por si acaso.

Alguien pasó, no sé quién, pero la gente comenzó a abuchear. Luego me enteré de que hubo una pelea casi llegando al punto de verificación de cédulas, el primer punto antes de pasar a la mesa de validación. Los voluntarios lograron mantener el orden y sacar a la gente que había formado el pleito, el abucheo se debió a que rumoreaban que eran infiltrados buscando detener de un todo el proceso; pero no es algo que personalmente creo. De todas formas, no abucheé. Ya estoy muy viejo para el «oído, mosca».

Al final de las 2 pm, encendieron los altavoces montados detrás de un camión decorado con pancartas de Primero Justicia, avisando que al día siguiente saldrían autobuses desde la plaza de El Limón hacia Ocumare, hacia la costa, y de Turmero y Cagua hacia Las Tejerías y La Colonia Tovar, en la parte este del estado. No podía creerlo, pero estaba pasando: sólo aceptarían a 40 más y el resto debía dispersarse.

Vi como Richard Mardo, antiguo diputado por Aragua, y Tomás Guanipa, actual diputado por Zulia, me pasaron por un lado y se abrieron paso por un lado para dar una rueda de prensa a la multitud, la cual no pude oír debido a que estaba muy atrás, pero imaginé las frases ya predecibles: ni un paso atrás, sacaremos a este gobierno corrupto, etc. Había algo cómico en ver a Mardo gesticular sin escuchar sus palabras. Un elemento que, junto con las franelas con la cara de Leopoldo López, me parecía preocupante en su idolatría. Me encogí de hombros. Si llegamos hasta aquí con mesianismo… ¿saldremos de aquí con mesianismo? La política venezolana y sus cosas.

A la gente le costó dispersarse. Lo que me sorprendió es que nadie parecía desanimado, solo molestos porque no pudieron validar su firma. Supongo que si hay algo que el venezolano ha aprendido en estos últimos años, es a hacer cola. Ya el jueves procuraría hacer la mía de nuevo.

 

Jueves

Esta vez llegué a las 8 de la mañana, confiado en que al menos podría validar mi firma para el referendo, a eso de las 2 o 3 de la tarde. Ya había bastante gente y autobuses alistándose para ir a validar a Ocumare de la Costa, Santa Cruz, la Colonia Tovar y otras poblaciones relativamente cercanas. Consideré por un momento lanzarme a la aventura, pero no tenía suficiente dinero en caso de necesitar un taxi por una u otra eventualidad.

El día anterior, miércoles, había sido especialmente rudo o al menos eso escuché. Lo que si había de nuevo, es que ahora el punto de chequeo estaba mucho antes, haciendo parecer la fila más larga, y habían quitado los toldos, obligando, tanto a la fila nuestra como a la de la tercera edad, a permanecer bajo el sol hasta 8 horas.

Para colmo, el proceso comenzó a las 10 am en vez de las 8 am debido al racionamiento de energía eléctrica, a pesar de que los voluntarios de la oposición habían traído y ofrecido una planta eléctrica. Por supuesto, no trabajaron dos horas más para recuperarlas. Lo otro nuevo es que no se podía aplaudir, ya que se tomaba como “desorden público” y paraban el proceso de validación de firmas por varios minutos.

En la fila me encontré a mi amigo Carlos y a su amigo y nos quedamos hablando durante todo el proceso. Cuando no, leía La caza del tiburón blanco, una antología de artículos del periodista estadounidense Hunter Thompson. La frenética pluma de Thompson me ayudó a desconectarme cuando lo necesitaba, pero no dejaba de prestar atención. Como a eso de las 10 am una dirigente –creo que diputada, pero yo estaba muy atrás– nos avisó lo de la votación de la OEA; muchos aplaudieron, aunque varios no estaban seguros de por qué. Una buena noticia es una buena noticia, aunque no se sepa por qué es buena, supongo.

Temprano también había periodistas. Uno identificado como de Radio Francia Internacional, que grababa tomas de la muchedumbre y otro de TeleAragua, la televisora del gobierno regional, que parecía hacer lo mismo, pero tomando más distancia. El amigo de Carlos decía que TeleAragua cambiaba el audio de las conglomeraciones opositoras para agregarles groserías. Escéptico, le pregunté cómo sabía eso. Me dijo que había trabajado allí.

Había voluntarios de diversos partidos como Voluntad Popular, Primero Justicia y Vente Venezuela, siendo los más visibles en cantidad; pero un señor de Acción Democrática con megáfono fue el más memorable, por intentar mantener los ánimos, primero con consignas y luego con chistes de Jaimito, que eran tan malos que entre el calor, el hambre y el cansancio, terminaban dando risa.

Alrededor del mediodía, un grupo de Voluntad Popular comenzó diciendo a gritos una consigna “por Leopoldo, por El Gato, por Baduel”. Lo repitieron dos o tres veces, pero nadie la continuó; nadie estaba allí por Leopoldo, ni por Alexander Tirado y mucho menos por el hijo del general Baduel, ni por ningún dirigente de la oposición. Estaban allí por ellos mismos y por los suyos. Estaban allí por su hambre, por su miedo y por su país.

La gran mayoría de los que pude escuchar venían por segunda o tercera vez a intentar validar. A pesar de que era bastante obvio que no todos podrían rectificar su firma, la gente seguía llegando hasta que había unas 300 personas aglomeradas detrás de mí. Muchos vinieron en grupos y coordinaron mejor, con gente saliendo al mediodía del trabajo para firmar, trayendo comida para los demás. Un grupo que estaba frente a mí hasta llevaron unas cervezas. Muchos trajeron bancos y sombrillas. Yo me senté en la acera y bajo el sol. Poco a poco comencé a dudar que pasaría a validar mi firma.

A eso de las 2 pm se fueron Carlos y su amigo y me quedé solo. El malestar y la preocupación aumentaban. Hubo molestias, porque dejaron pasar un grupo que iba a San Sebastián o a Santa Cruz y que le habían lanzado piedras en la vía. Al final hicieron el conteo y el adeco del megáfono nos informó lo esperado: no iban a pasar más personas, pero anotarían a 240 personas para mañana. El señor nos dijo que antes daban tickets, pero la gente los terminaba vendiendo. Con una democracia racionada hasta bachaqueros (contrabandistas) electorales se crean.

Fui uno de los últimos en anotarse, pero al final nadie estaba seguro si tenían las 240 personas, ya que comenzaron a enumerar las firmas tarde. De todas formas, al día siguiente y para decepción propia, no fui a validar. Entre el sol y el cansancio desperté muy tarde y a pesar de la promesa de que los puntos de validación permanecerían abiertos, no me sentí en condiciones para ir, pero no me preocupaba. Tenía la seguridad que Aragua superaría con creces la cantidad de firmas necesarias para cumplir el 1% necesario.

Falta menos de un mes para que el CNE diga su dictamen sobre las firmas del proceso de validación. Espero que el resultado sea positivo, pero ante cualquier eventualidad siento que se ha demostrado que hay paciencia y esperanza, algo necesario para llevar a cabo un proceso lleno de obstáculos y que por mucho tiempo se consideró perdido. Venezuela ha iniciado un proceso y se encuentra en este momento en una encrucijada muy importante, pero también muy delicada. Pase lo que pase, siento que hay algo que por mucho tiempo faltó: ánimo.


Gráfica cortesía de El Aragüeño

Photo Credits: Carlos Díaz

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