Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Metro, democracia y humanidad

El metro se detuvo entre la calle 23 y la 14. Olía a nieve, a tren y a calefacción, una mezcla sintética que termina por conformar uno de las espacios más democráticos del planeta: el sistema público de transporte de la ciudad de Nueva York.

Cómo las democracias, el metro es imperfecto. Por ejemplo, íbamos todos de pie y apretados, y los movimientos posibles se resumían a una ligera inclinación del cuerpo. También, como en las democracias imperfectas, las miradas se evaden entre ellas, tratando de no hacer contacto visual ni de preocuparse por el problema del otro. Una mujer embarazada se recostaba de la puerta mientras dos hombres fingían usar el celular para no ceder el puesto. Un veterano de Irak hablaba de un hijo enfermo y pedía por centavos para después concluir que le apenaba lo que hacía mientras la mayoría le subía el volumen a la música para no escuchar. El conductor aclaraba por el altoparlante que el retraso se debía a un paciente enfermo en unos de los trenes en frente de nosotros, y la mayoría se quejaba con un gesto de desaprobación generalizada mientras trataba de no perder la calma en un espacio compartido que no se quiere compartir.

Pasaron 15 minutos y el niño del veterano se llamaba Brian y tenía dos años, pero el metro estaba lleno y era imposible llegar al bolsillo donde están las monedas o ese billete de un dólar suelto. Y después fueron 20 minutos, y algunos pasajeros empiezan a mover las manos incontrolablemente, mientras la claustrofobia se apodera del otro grupo.

El metro se empieza a mover y el espacio se vuelve a hacer más soportable. Como con las democracias la mayoría está esperanzada y un pequeño movimiento, un cambio en el estatus, nos hace sentir mejor. El tren se detiene en la calle 14 mientras un hombre recostado en el piso es atendido por paramédicos. La mujer embarazada sube las escaleras con dificultad buscando la salida. Can you hear me? Pregunta uno de los médicos en voz alta mientras el tren vuelve a arrancar. La mayoría sigue su camino y miran de reojo la escena. Where are you? dice de nuevo unos de los enfermeros mientras el veterano se acerca a la escena. What’s his name? interroga uno de los paramédicos a un acompañante del enfermo. His name is Brian, responde el acompañante mientras uno de los pasajeros le acerca un dólar al veterano.

Hey you,
¿nos brindas un café?