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leopoldo gonzalez
Photo by: Stephanie Overton ©

Merecido reconocimiento a Leopoldo González Quintana

En ceremonia solemne celebrada en un recinto del Senado de la República, en la Ciudad de México, el escritor, maestro, comunicador y apreciado colaborador de ViceVersa Magazine Leopoldo González recibió el Doctorado Honoris Causa del Claustro Doctoral Iberoamericano “por servicios eminentes brindados a la cultura, la academia, la investigación, las artes y la humanidad” en su trayectoria de vida y en su desempeño profesional.

En esta edición 2019, el ensayista y poeta Leopoldo González es el único michoacano en recibir tan singular distinción del Claustro Doctoral Iberoamericano, por sus aportes a la academia, la literatura y el pensamiento político.

El Claustro Doctoral Iberoamericano, integrado por 38 universidades y más de 120 centros de investigación y organizaciones civiles de más de 40 países, valoró en Leopoldo González su trayectoria de 40 años en medios de comunicación, sus aportes a la academia en materia de Derecho y Ciencia Política Comparada, su compromiso invariable con la literatura, sus múltiples premios en varias disciplinas, su labor como docente y crítico político y sus publicaciones internacionales en España, Francia y Estados Unidos, para conferirle el grado de Doctor Honoris Causa.

 

 

Cada año, el Claustro Doctoral Iberoamericano concede el Doctorado a personas que se hayan destacado por “servir a su comunidad” y haber dado “honra y prez a su país”, y en esta ocasión más de 30 líderes del pensamiento latinoamericano y europeo fueron los que recibieron tal distinción, por su destacada labor en distintos campos profesionales, incluidas las letras, la docencia, la investigación, la cultura y las artes.

Al recibir tan importante y merecido galardón Leopoldo González expresó: “Mi primera reacción frente a este reconocimiento es de gratitud: el que recibe un galardón como el grado honorífico de Doctor Honoris Causa, si no es un mala sangre, agradece lo que se premia en él: da las gracias con la nobleza y el temblor del corazón.

Mi segunda reacción es de asombro y extrañeza: no esperaba merecer, y mucho menos recibir, un galardón del peso y el significado que tiene un Doctorado Honoris Causa, considerando el carácter incierto y los méritos dudosos de mi obra. A lo largo de mi vida, sólo he intentado ser fiel al lenguaje que me fue dado, y es por eso que mi vida cabe en las palabras que recibí en herencia.

En la docencia y la escritura, en la consultoría jurídica y política, en las conferencias que he dado, en mi modesta labor como poeta y ensayista y en mi condición de director de Letra Franca, sólo he procurado construir puentes de entendimiento entre los hombres, para que no sean la fuerza bruta o la falta de tolerancia y empatía lo que nos separe a unos de otros.

Al mismo tiempo, retomando el sentido que daba Aristóteles a la philia, a la amistad entre los griegos, he intentado que la ciudad humana siga siendo un diálogo vivo, un torneo de razones en busca de la verdad, porque si la esencia de la amistad consiste en el discurso, sólo el continuo intercambio de ideas y palabras une a los ciudadanos en una polis, como querían los antiguos griegos.

 

 

Mi tercera reacción frente a este reconocimiento, dado que soy parte de una patria que a veces es luz y en ocasiones es oscuridad de sí misma, es convocar a los presentes y a los ausentes a no renunciar a razonar -a razonar con plena y cordial sinceridad- sobre las condiciones que hoy presentan el mundo y nuestro país.

Frente a la grave tentación que algunos alimentan, de establecer como único diálogo posible el monólogo vertical del poder -el monólogo autoritario de un hombre- es necesario y vital que no renunciemos a pensar por cuenta propia, que nadie en nombre de una ideología nos cancele el derecho a razonar sobre nuestro país y, si es posible, que cada uno nos convirtamos en guardianes del régimen de libertades que hemos heredado de nuestra historia.

Si México ha de salir adelante y ser un modelo de desarrollo para las Américas, no lo será por las necedades y caprichos de un hombre, sino porque hay un pueblo dispuesto a construir con dignidad, con trabajo, con imaginación, con educación y cultura, un México a la altura de sus sueños.

Agradezco la distinción que hoy se me confiere. La tomo con alegría, con humildad y cautela. Un galardón es el gesto concentrado de un signo de aprobación pública a una obra y su autor.

Yo me retiro a mí mismo: voy en busca de mis propios pasos y en pos de un momento de reflexión, porque otras batallas por la libertad nos esperan a la vuelta de la historia.


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