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Camila De la Fuente

Meras coincidencias

Irse de viaje familiar suena simple y común, pero cuando te cuentan la historia del pueblo, te das cuenta de su extraordinario origen. Cuando te dicen hacienda, te imaginas unas cuantas hectáreas con una funcionalidad productiva, unos caballos y algunos campos para respirar aire libre. Este sitio, legendario literalmente, carga en él incidentes tan importantes en tierras mexicanas que uno no puede creer como nadie las sabe. La historia está conformada, en muchas ocasiones, por coincidencias que no necesariamente están determinadas por las estrellas o el zodíaco, simplemente ocurren. Sólo por esta razón, vale la pena contar este relato histórico que se dio a cabo en esta fascinante localidad fundada en 1590, llamada Santa Ana De Tenango.

Al entrar en este particular pueblo, lo primero que llama la atención del visitante es la posición dominante de la iglesia de la hacienda al mejor estilo barroco poblano, ubicada en la entrada. A lo lejos, en el horizonte, visible desde muchos de los balcones de la hacienda se encuentra el Popocatépetl, uno de los volcanes activos que forman parte indeleble del paisaje y de la psiquis nacional, donde la belleza presente expresada en paisajes, iglesias y una herencia cultural envidiable está a merced de los elementos naturales que en cualquier momento pueden reiniciar desde cero todo el proceso. Así se veía Santa Ana de Tenango, un encanto en ruinas manchadas de negro y rojo.

Vigilando absolutamente todo este impactante panorama, arriba de la hacienda, se ve una estatua sentada con un gran sombrero, pintada de colores vivos. Se trata del primer dueño de esta hacienda azucarera, llamado Don Joseph Antonio Salvide Goitia. Un misterioso personaje que no nos quitaba los ojos de encima. Cuando nos acomodamos sobre un banco de concreto, Pablo Bernal, nuestro amable anfitrión, nos comenzó a contar una historia única e irrepetible:

“Dice la leyenda que en los inicios de 1600, Don Joseph Salvide Goitia era un brujo. Pero la verdad es que él era un científico que se dedicaba a probar todos sus caprichosos experimentos en gatos que mantenía encerrados en jaulas del sótano. El mito nos cuenta que en una ocasión el experimento no salió como se lo esperaba. Por un descuido, olvidó cerrar la jaula de sus gatos y estos salieron en busca de su venganza. Así fue como Don Joseph Salvide Goitia muere descomulgado de la iglesia, y ahorita ustedes están sentados sobre su tumba.” Luego de caer en cuenta de que estábamos sobre este macabro personaje, nos levantamos asustados.

Las lenguas populares cuentan que cayó una maldición en la gigantesca hacienda aquel día, y que, si por alguna razón alguien llegaba a pintar de color negro a la estatua que nos vigilaba en la entrada, algo terrible ocurriría. También por las noches, dice el pueblo que maúllan los gatos en Tenango, y les juro que por las noches, los oí maullar.

Por su proceso complicado en el tiempo, la hacienda fue pasando de dueño de generación en generación luego de la muerte del gran brujo. Año tras año, producía más de un millón de toneladas de azúcar, exigiendo mucho trabajo a los campesinos y obreros de la hacienda. También, año tras año, se iba pintando la estatua de Don Joseph de distintos colores, exceptuando al color negro.

Nos ubicamos en el año 1910, cuando los García Pimentel tomaban las riendas de este negocio familiar. Luis García Pimentel, se encargó de modernizar la maquinaria, construyendo un canal de 57Km para traer el agua de riego desde Cuautla, introduciendo vías para las plataformas que llevaban la caña del campo al ingenio y el azúcar a la estación del ferrocarril. Tenían electricidad antes de que existiera este servicio en la Ciudad de México. En resumen, les iba muy bien.

Una noche disfrutando de una grandísima fiesta en la hacienda, Luis García Pimentel, toma la decisión de desafiar la conocida leyenda. “Yo mañana voy a pintar esa estatua de negro, ya van a ver que no va a pasar nada” comentaba a sus invitados con tono de burla, mientras ellos, un poco preocupados, mostraban su desacuerdo pero no trataban de evitarlo.

El día después de la atrevida decisión del dueño de la hacienda, pinta la estatua de color negro e inmediatamente Don Joseph y sus gatos cobran venganza aterrando a los invitados. Las historias convergen, se cruzan de tal forma que la coincidencia asusta y nos deja mucho qué pensar, pero ocurrió, pasó por mera coincidencia. Pocos días después, la muerte invadió la fascinante hacienda con los fuegos del infierno que prendió Zapata. Sí, 1910, estalla la sangrienta Revolución Mexicana, siendo Tenango de Santa Ana la primera víctima del revolucionario que marcó por completo la Historia de México.

Y así se ven las ruinas negras y rojas en esos hermosos jardines que están llenos de polvo del pasado, convirtiendo a este sitio en algo que va más allá de lo místico. Mientras la estatua multicolor vigila la hacienda y al volcán Popocatépetl, se ha forjado una característica muy particular del pueblo mexicano: se abraza la vida, la celebran pero no ignoran ni le temen a la muerte. Razón por la cual el día de todos los muertos es una celebración en todo el territorio mexicano. México es, sin lugar a dudas, el país americano con la más rica y larga historia la cual se remonta a 5 o 6 mil años en el tiempo. Las costumbres, la comida, la música que ahí observamos es de alguna forma el resultado de este largo proceso. Su fortaleza cultural no tiene comparación en América y probablemente en el mundo, y día a día nos demuestra con sus historias, que las coincidencias son muchas veces, inexplicables pero ciertas.


Photo Credits: Felicity Rainnie

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