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Me mudé

CARACAS: Una hermosa noche de plenilunio arropó mi primer sueño de libertad. Me mudé y la vida dejó, de pronto, de ser una desteñida película en blanco y negro; los espacios se animaron y el color volvió a lucir.

A tan sólo quinientos metros – ¡haberlo sabido! – estaba el cambio y, junto con ello, el rumbo perdido entre distancias crueles y desoladores silencios.

Me mudé y ahora no es el polvo de la resignación lo que me llena los resquicios del alma, sino el de las cajas, con lo poco que pretendo salvar de mi pasado imperfecto, amontonadas en el desorden que alborota este despertar incrédulo de fin de semana.

Y mientras me paseo descalza por un caos, al fin, alegre y destapo misteriosas envolturas, rompo papeles obsoletos y desecho inútiles detalles, en ese lento purgatorio que es transformar bultos y maletas en un hogar acogedor, entiendo que también he emprendido la tarea paciente de reconstruirme a mi misma, a partir de lo que queda.

Estoy recogiendo uno a uno los pedazos rotos, buscando y hallando los restos de fragmentos quebrados, intentando pegarlos lo mejor posible para consolidar ese nuevo “yo” que se asoma, inquieto y demandante, todavía algo desdibujado pero valiente y tenaz.

La luz del sol que, como decía Pessoa, vale más que todos los pensamientos, estalla de golpe en medio de la sala, traspasando la barrera cristalina de mis ventanas panorámicas. Es tan intensa que no perdona; su brillo es deslumbrante y lo enciende todo en un instante perfecto de absoluta plenitud.
Me asomo al balcón, y una vista tan familiar como hermosa me recibe con amor incondicional. La calle no se ve, sólo se intuye, se adivina, escondida por la más bella alfombra de verdes copas frondosas; a mi derecha atisbo el rojo un tanto descolorido del techo de una solitaria quinta – la única en toda la avenida – superviviente orgullosa de un pasado colonial y al fondo, donde la mirada se pierde, descubro un retazo de Ávila, atrapado entre balcones y fachadas.

Son imágenes conocidas, pero nuevas al mismo tiempo, porque es nueva la perspectiva desde donde las miro.

Muerdo y saboreo esta realidad que se insinúa descarada, que me envuelve y embriaga, dejando colar siluetas alentadoras de nuevos retos y proyectos inéditos. Me mudé, sí, y descubrí que, después de todo, no era tan difícil.

Me mudé, al fin. Pero, esta vez, de mi misma…


Photo Credits: Javi Sánchez de la viña

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