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Mario Blanco
Photo Credits: Aditya Doshi ©

Me avergüenzo de mi sexo

Por lo sugestivo del título muchos pensarán que el artículo trata sobre las infelices dimensiones del pene, cuantioso error, se trata de algo peor.

Cada día salen a relucir historias y más historias sobre abusos sexuales de hombres sobre mujeres. Si analizamos las estadísticas mundiales estas dicen que el 35 % de las mujeres en el mundo han recibido algún tipo de abuso sexual por los hombres. El mal o la tragedia rebasa por mucho a los países sub desarrollados aunque en estos las cifras sean mayores. Pero concretamente hablando por mencionar algunos casos, lo que ha pasado en la India dentro de los autobuses; en Méjico con los famosos feminicidios de Ciudad Juárez; en Colombia, Brasil, Perú, Estados Unidos. Es casi imposible dar datos sobre todas las formas de abuso, hasta con niñas y niños, perpetrados incluso dentro de las iglesias tanto católica como protestante y de otras sectas. Y si, la violación de por si, constituye casi una muerte moral para la víctima, en muchos casos se llega también a la muerte física de la persona atacada. Súmesele a ello la alta abstención de condenas y la despreocupación de muchos gobiernos al respecto, más las irrisorias medidas judiciales que se toman cuando los violadores son enjuiciados. ¿Cómo no estar avergonzado de mi sexo, al ver que estas canalladas son realizadas en el 99% por nosotros los llamados hombres?

Acaso la evolución tecnológica conlleva la transmutación de nuestras acciones masculinas sociales a estos términos? Si es así prefiero quedarme con el desarrollo cerebral de la era antes de Cristo, donde al parecer hechos aberrantes de esta naturaleza eran muy escasos, salvo con los pueblos que se esclavizaban producto de alguna guerra. Desde que el ser humano existe también existe la lucha por el dominio de uno sobre el otro, pero no las salvajadas individuales que prevalecen hoy en día, con excepción de las que hacen el grupo Boko Haram, el ISIS, etc. La extorsión, el chantajismo, mírese el caso reciente de Weinstein Harvey, los violadores y asesinos en serie, las mujeres tomadas como esclavas sexuales por individuos o por grupos criminales son delitos detestables. Me pregunto cómo ha sido posible este deterioro, esta perturbación creciente del actuar masculino, olvidando tan fácilmente todo tipo de ética, y desconociendo que la génesis de nuestra existencia es justamente la mujer.

Me avergüenzo hoy, de mi sexo, mi género, mi condición de hombre. Algo grande hay que hacer de forma aunada en todo el mundo, para acabar con esta barbarie.


Photo Credits: Aditya Doshi ©

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