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mark twain
Photo by: Recuerdos de Pandora ©

Mark Twain, ese irreverente

Todos conocemos a Mark Twain como el gran novelista de  Las aventuras de Tom Sawyer y su secuela Las aventuras de Huckleberry FinnEl príncipe y el mendigoUn yanqui en la corte del Rey ArturoEl diario de Adán y Eva, o La célebre rana saltadora del distrito de Calaveras.

Pero el gran escritor y humorista no es tan conocido por su pensamiento irreverente, por su ruptura con las convenciones y lo políticamente correcto de su tiempo. Esa irreverencia puede sorprendernos tanto como su propia vida como piloto navegante en el río Misisipi;  su actividad juvenil en la que dio con su seudónimo porque su verdadero nombre era Samuel Clemens. Su nombre artístico vino de la expresión mark twain usada en los  cantos de trabajo de los negros en los riverboats, los míticos vapores a rueda, que aludía a la “marca dos”, el calado mínimo para navegar.

El ser irreverente no está solo en pensar distinto, sino también en deshacerse de viejas ideas como si de un saco deshilachado se tratase. Ese es el Twain que, sin temor ni arrepentimiento, mutó de imperialista a antiimperialista. Primero defendió al águila norteamericana volando sobre el Océano Pacifico para llevar libertades y derechos a las bellas y remotas Islas Hawái. Hasta que en 1898 estalló la guerra hispano-estadounidense. Cuba y Filipinas fueron las zonas de combate. Y cuando leyó con cuidado el Tratado de París por el que concluyó el conflicto, Twain escribió: “he visto que no tenemos la intención de liberar, sino de subyugar al pueblo de las Filipinas. Hemos ido allí a conquistar, no a liberar”.

El creador de Tom Sawyer así se convirtió en el vicepresidente de la Liga Antiimperialista Norteamericana,​ que dejó claro su rechazo a la anexión de las Filipinas por los Estados Unidos.

En el cuento corto Oración de guerra (The War Prayer), de 1904, Twain despotrica contra la apelación a Dios para legitimar la pasada guerra con España. Ofreció su Oración… a la revista de moda Harper’s Bazaar, que la rechazó por considerarla desubicada para una publicación de temas ligeros. Twain se dio cuenta entonces de que sus pensamientos irreverentes tendrían que esperar para ser publicados a su paso a la otra vida: “sólo a los muertos les está permitido decir la verdad”, afirmó. Y así fue porque su primera edición completa es en 1926, luego de su muerte que fue cuando llegó el cometa Halley, en 1910, que también brilló cerca de la Tierra en el año de su nacimiento, 74 años antes, en 1835. La Oración de guerra fue publicada en la década de 1960 para vigorizar la protesta contra la Guerra de Vietnam.

Pero su irreverencia no se calmaría después de esto. En modo alguno. En 1962 su hija Clara Clemens publicó Cartas desde la Tierra (Letters from the Earth)The New York Times anticipó que se trataba de “una serie de inflamables ensayos anti religiosos escritos por Mark Twain en sus últimos años”. Clara retrasó la edición desde 1939 por el “tono humorístico y de venenoso punto de vista” de su padre respecto a la religión. El viejo navegante del Misisipi no pudo con su genio y no se detuvo ni siquiera frente al Dios de la Biblia.

Twain visitaba el estudio del genial Nikola Tesla, el descubridor de la energía alterna; exhibía su típico saco y pantalón blancos; invertía desastrosamente en su invento de una máquina de escribir; hacía amistad con presidentes y la realeza europea. Y en Cartas desde la Tierra se regodeaba en echarle en cara al Dios bíblico el haber apañado múltiples guerras y matanzas para la conquista de la Tierra prometida. En la imperdible La carta de Satanás ironiza a través de la voz del gran tentador luciferino y dice: “Los hombres rezan todos los días pidiendo ayuda, favores y protección, y lo hacen con esperanza y con fe, aunque ninguna de sus oraciones jamás ha recibido respuesta alguna”.

Pero si ustedes creen que todas estas irreverencias hicieron que el viejo Twain se tranquilizara se equivocan. En otras posturas escandalosas para su época, se declaró partidario incondicional de la emancipación de la mujer y defensor del sufragio universal: ensalzó a los sindicatos de la industria de los riverboats, y sus escritos a favor de los obreros se leyeron a viva voz en los locales sindicales.

La fascinación de Twain hace comprensible que el gran actor Hal Holbrook le dedicara un espectáculo personal, Mark Twain Tonight, un monólogo que hizo con continuidad por 57 años y que llevó incluso a Broadway. Y es irresistible imaginarse a Twain caminando hoy entre las calles de chips y cristal de nuestro mundo global y digital. Seguramente se reiría mucho de nuestra veneración de los celulares como nuestros nuevos dioses de bolsillo.


Photo by: Recuerdos de Pandora ©

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