Nueva York es como un caldero que encierra y mezcla en su interior a muchas ciudades. Lugares totalmente dispares conviven los unos con los otros, así como lo hacen personas igualmente distintas. Individuos que en sus respectivos países se mirarían con los odios atávicos que dejan cicatrices imposibles de cerrar, aquí viajan codo a codo en el metro sintiéndose parte de un mismo conglomerado humano.
Es por eso por lo que muchas veces, cuando preguntamos a nuestros entrevistados cuál es el lugar de la ciudad que más significados encierra para ellos, necesitan un tiempo para pensarlo. “Depende de las etapas de la vida, de las emociones de los diferentes momentos en que paseamos por sus calles, parques, locales y museos”.
Es lo que nos dice Mariella Pérez Pérez, productora del podcast Neoyorquinos, que realizamos para Spotify. Una experiencia importante para todo el equipo de trabajo.
“Para mí ha sido un gran aprendizaje porque toda mi trayectoria se ha desarrollado en el cine. Cada vez que oía un podcast, pensaba en las imágenes que le hubiera puesto para transformarlo en un audiovisual”.
Mariella recuerda con una sonrisa los comienzos, las primeras pruebas durante las cuales pensamos que ella podría ser la voz de la narradora.
“Luego Carol y yo nos alejamos, cada una sumergida en su trabajo, y Flavia y tú siguieron adelante. Desde que nos volvimos a juntar y lo retomamos, ha sido una experiencia importante. Es un proyecto que hemos levantado poco a poco, manteniendo reuniones semanales que nos unieron a pesar del encierro de la pandemia y de las distancias obligadas. Siento que logramos un producto muy bueno. Sin embargo, lo que más aprecié fue la compenetración de nuestro grupo. Cuatro mujeres quienes, siendo muy diferentes, han encontrado una manera para trabajar juntas, ayudarse, con un gran respeto la una por la otra. Es algo que me ha nutrido mucho y que considero de gran crecimiento personal para todas. Creo que el producto salió tan bien por esa relación que nos ha permitido sacar lo mejor de nosotras, considerando que todas estábamos explorando un nuevo medio de comunicación”.
Mariella Pérez Pérez finalmente decide escoger dos lugares de Nueva York. Ambos marcaron su acercamiento a la ciudad. Ambos representan ahora su refugio contra la soledad y el estrés. Es allí donde se dirige cada vez que la embarga la necesidad de recuperar la paz y la calidez de los recuerdos, para lanzarse de nuevo en la energía arrolladora de Nueva York.
El primero es el Museo Americano de Historia Natural. Un Museo en el cual el tiempo deja de existir. Al entrar un enorme esqueleto de dinosaurio nos devuelve al pasado más remoto.
“Recuerdo perfectamente la primera vez que vine aquí. Mi hijo tenía tres años y yo había dejado mi ciudad Caracas, para seguir a mi esposo quien estaba cursando estudios en Nueva York. En ese momento yo estaba prácticamente en el auge de mi carrera profesional. Venezuela era un país en el cual se producía mucho cine, buen cine, y, aun con un hijo pequeño era posible trabajar gracias a la ayuda de familia y amigos. En Nueva York me sentía mal, la ciudad me parecía excesivamente agresiva, subir y bajar las escaleras del metro con el cochecito del niño me dejaba agobiada. No tenía amigos y no podía trabajar porque no contaba con la ayuda de nadie. En ese momento llegué a detestar Nueva York».
Por suerte conocí a Carol Colmenares quien también trabajaba en cine y televisión y no solamente tenía a un niño de la misma edad que el mío, sino que estaba esperando a otro. Carol, con su alegría contagiosa y su gran amor por Nueva York, me empezó a mostrar una ciudad completamente diferente. Una ciudad en la cual habían espacios apropiados para los niños. Puedo decir que me salvó la vida y hoy es una amiga-hermana. Íbamos a varios lugares en los cuales transcurríamos momentos de gran alegría. Sin embargo, el Museo de Historia Natural fue siempre el preferido de Rafael. Cada vez que entrábamos sentía una alegría incontenible que me transmitía. Pasaba de una sala a otra sin cansarse nunca. Aun hoy, después de tanto tiempo, cada vez que viene a Nueva York volvemos al Museo y muchas veces voy sola sencillamente para recordar esos momentos tan felices”.
Mariella nos conduce en las diferentes salas y sonríe recordando los lugares que más emocionaban a su hijo. Su alegría es contagiosa y el museo nos permite volver a sentir el asombro de la niñez. Tras pasear entre especies del ayer que evidencian la pequeñez de los seres humanos, descubrimos especies marinas, mamíferos. Un viaje al pasado que de repente se transforma en futuro cuando llegamos al lugar que nos habla del espacio, de la luna, de los otros planetas. Nos emociona un gran pedazo de meteorito que llegó a la tierra como regalo del Universo.
Esa primera estadía de Mariella Pérez Pérez en Nueva York duró solamente un año, tras el cual volvió a Venezuela junto con su hijo Rafael. La situación política se volvió cada día más agobiante así que decidió alejarse. Por un tiempo.
“Fuimos a Alemania, en un pueblo al sur que nos encantó. Yo había decidido tomarme tres meses de vacaciones para explorar el mejor lugar para él. Sin embargo, estando allí me llamaron para trabajar como script en Venezuela con una producción alemana. Dejé a mi hijo estudiando alemán y fui a trabajar para esa producción antes en Venezuela y luego en Italia. Al concluir los tres meses vinimos a Estados Unidos, donde viven mis hermanos, para pasar aquí el cumpleaños de mi hermana mayor que cumplía 50 años. Mi familia me habló y habló hasta convencerme para que nos quedáramos. Apliqué para la visa y lo logré así que me quedé. Mi hijo en cambio volvió a Alemania”.
Cerca del Museo de Historia Natural está otro de los lugares que Mariella ama particularmente. Ubicado en el corazón de Central Park, se llama The Ramble. Poco conocido por los turistas y hasta por los mismos neoyorquinos, es un lugar que tiene una magia muy especial. Entramos cruzando un puente estrecho a cuyos lados hay unas piedras imponentes. La sensación es de haber pasado a otra dimensión, otro mundo. Lo primero que nos impacta es el silencio o más bien la diferencia de los sonidos. Las múltiples voces de la ciudad desaparecen y en su lugar nos hablan los árboles, maravillosos en esta estación otoñal que los viste de rojo, amarillo, anaranjado. Muchos perdieron sus hojas que cubren, cual manto de delicada factura, amplios espacios pintándolos de amarillo, rojo o marrón. Una lluvia reciente imprime un brillo especial a toda la vegetación y el cielo de un gris esfumado, confiere al entorno la calidez del ensimismamiento otoñal. El viento que corre impetuoso en las calles de Manhattan, aquí se aplaca, se transforma en caricia, y permite a cada árbol dejar escuchar su voz. Reservorio de pájaros, en The Ramble las pocas personas que caminan lo hacen en silencio, un silencio lleno de respeto hacia la belleza de la naturaleza. Hay estanques, un riachuelo que pasa entre rocas, puentes y asientos de madera. Los senderos crean una especie de laberinto en el cual es fácil perderse. Y quizás sea eso lo que contribuye a crear una sensación de aventura y extrañamiento.
Es un entorno que podría describir a Mariella, mujer de porte serio, introvertida y cálida, más dada al silencio y a la escucha que a la confusión, con un mundo interior muy profundo en el cual se encierra cada vez que necesita una pausa de paz.
Su trabajo como asistente de dirección, productora o script, le exige estar siempre atenta, en tensión. En sus manos está que el rodaje de una película camine sin problemas, que se respeten los tiempos, que no se exceda el presupuesto, que todos trabajen en armonía. No es fácil en un contexto en el cual desde el director hasta el último técnico están bajo presión y con una gran carga de responsabilidad.
Mientras paseamos por ese oasis de Central Park confiesa. “Este lugar me tranquiliza, estar entre una vegetación tan hermosa, escuchar el canto de los pájaros, el ruido del agua me recuerda Caracas, su montaña, el Ávila. En los años aprendí a amar Nueva York. La he ido descubriendo poco a poco, es como una de esas relaciones que se construyen a pequeños pasos y que se vuelven cada vez más sólidas a medida que pasa el tiempo. Aquí he logrado trabajar siempre en lo que a mi me gusta: el mundo audiovisual. Sea cine, televisión, o publicidad. Aquí he construido amistades y he podido reconectarme con los amigos verdaderos que viven en mi país o en otras ciudades, esos que estés donde estés, te respaldan con su afecto y solidaridad. Todos ellos se han convertido en familia, una familia con la cual puedes contar, que te entiende y que sabe que también puede contar contigo cada vez que lo necesite”.
El primer trabajo de Mariella Pérez Pérez en cine, tras terminar sus estudios en la facultad de Comunicación Social, fue en 1991 como asistente de producción en la película Roraima de Carlos Oteyza. Tenía solamente 21 años. Durante el rodaje la script, necesitaba ausentarse de tanto en tanto así que necesitaba una asistente. Tras un breve entrenamiento Mariella ocupó esa posición. Un cargo de gran delicadeza en una época en la cual todo se basaba en la atención minuciosa y la memoria, para garantizar la secuencia de las escenas.
“A partir de allí empecé a trabajar como script para otras películas hasta que me ofrecieron ser asistente de dirección. Allí empezó otra etapa. Desde ese largometraje en el cual comencé como asistente de producción y terminé como asistente de script, nunca he dejado de trabajar en lo que más me gusta: el cine”.
Al día de hoy ha participado en más de 30 largometrajes, infinidad de documentales y cortometrajes y miles rodajes de publicidad. La mayoría de las veces como asistente de dirección o script y en algunos casos, sobre todo para proyectos propios, también como productora y directora.
“En Venezuela el asistente de dirección trabaja codo a codo con los productores porque los presupuestos son siempre muy bajos y todos saben que hay que ahorrar lo más posible para que el dinero alcance hasta el final. Aquí en Estados Unidos, por lo contrario, es sobre todo la persona que organiza y controla el set”.
Desde hace algunos años Mariella está trabajando en un proyecto documental propio dedicado a uno de los personajes más interesantes del mundo del espectáculo venezolano Renny Ottolina. Fue el showman más importante de los años ’60 y ’70, años en los cuales la televisión vivía su máximo auge. El público lo amaba, tanto que decidió lanzar su candidatura a la Presidencia. Murió en un accidente de avión mientras realizaba una gira electoral dirigiéndose de Caracas a Margarita. Muchas las sombras que quedaron tras ese accidente aéreo y los venezolanos nunca olvidaron a Renny. El documental de Mariella será estrenado el próximo año.
“¿En algún momento te has planteado la posibilidad de dirigir un largometraje de ficción tuyo?”
“Muchas veces. Y en este momento estoy escribiendo un guion que espero dirigir en algún momento. Sin embargo, el trabajo en cine es mi fuente de ingresos y me resulta muy difícil dejar de hacerlo por un tiempo largo, para dedicarme a producir un proyecto mío”.
“¿Qué tipo de película te gustaría hacer tanto a nivel de argumento como de estética?”
“A nivel de argumento sería un drama, una historia muy densa y con pocos personajes. En cuanto a la estética privilegiaría los planos cerrados, movimientos lentos. El guion en el cual estoy trabajando reúne tres historias muy íntimas que caminan en paralelo. Otra cosa que considero fundamental en una película es la música. A veces si empiezo a escuchar la banda sonora de un film y me gusta, siento inmediatamente el deseo de verlo”.
“¿Qué es lo que te entusiasma del cine como lenguaje estético-cultural?”
“Lo que más me atrae es poder plasmar en imagen algo que leíste, así como te lo has imaginado. A veces termina una película y te das cuenta de que el producto final no está a la altura del guion. En cambio, otras veces sientes que sí, ha quedado espectacularmente bien. En esos casos, cuando me siento en una sala de cine y veo la película como espectadora, siento una enorme satisfacción. Me encanta contar historias y la emoción de hacer siempre algo nuevo. En cine nunca un día es igual al otro. Cada momento encierra una nueva experiencia, y conoces a gente diferente, maravillosa. Mis grandes amigos trabajan en cine, mi esposo es productor de cine, mi hijo fue engendrado durante un rodaje en el cual su papá era el productor y yo la asistente de dirección”.
En Venezuela fue asistente de dirección de Diego Rísquez, uno de los directores más importantes del país. Lo ha acompañado casi en todas sus películas.
“Diego era un gran director. Perseguía la imagen impecable. Pero lo que más me gustaba de él era su humanidad. Siempre lo quise mucho por eso”.
Fluyen los recuerdos de otras películas que realizó con otros directores. Entre ellos Alejandro Bellame, a quien considera súper talentoso, Claudia Pinto quien empezó como asistente de la misma Mariella, experiencia que ella misma considera aun hoy muy enriquecedora, y se ha transformado en una reconocida directora. Mariella Pérez Pérez ha estado a su lado desde que empezó a dar sus primeros pasos en el cine hasta su última película, Las consecuencias que filmó recientemente en España. Con Johnathan Jacuvowiz rodó Secuestro Express y Hands of Stones en Panamá. Él la hubiera querido a su lado también durante la filmación de su último largometraje, Resistence, pero en ese mismo momento Claudia Pinto había empezado a filmar Las consecuencias y Mariella estaba en su rodaje.
“Hay muchos más, pero sería largo nombrar a todos. Cuando estaba en Venezuela gracias al cine viajé por todo el país y estando en Nueva York también tuve la oportunidad de participar en rodajes en China, Rumania, y en diferentes ciudades de Estados Unidos. Traté siempre de aprovechar positivamente todas las experiencias. Como tengo mala memoria, o quizás sería mejor decir memoria selectiva, recuerdo solamente los aspectos positivos y de los malos trato de sacar enseñanzas.”.
Mariella Pérez Pérez volvió a Nueva York para trabajar con Carol Colmenares en algunos programas educativos para Sesame Street. Ya habían pasado muchos años desde la primera vez que había llegado con su hijo pequeño. En los últimos tiempos había trabajado en Miami sobre todo en el mundo de la publicidad.
“Deseaba volver a Nueva York. Las condiciones eran diferentes y yo sentía que Nueva York era la única ciudad de Estados Unidos en la cual quería vivir. Ya había regresado para una filmación y desde entonces la amé incondicionalmente. Cada vez que entro a Nueva York siento que llego a casa. Esta ciudad forma parte de mí. Aquí hay gran parte de esos amigos que son mi familia”.
Cuando llegó a Nueva York para trabajar con Carol se dedicó sobre todo a la producción. Luego empezaron a llamarla para que fuera asistente de dirección o script en largos y cortos independientes. Algo que ha hecho sin parar.
“Lo que más le agradezco a este país es que nunca he tenido que trabajar en otra cosa que no fuera lo que yo más amo, lo que es mi mundo desde hace 30 años”.
Pensando en el futuro confiesa que sueña con realizar sus proyectos cinematográficos, pero no solo.
“El trabajo para el podcast fue tan lindo que lo que más me gustaría sería crear una pequeña producción entre nosotras cuatro, para desarrollar otros proyectos. No puedo permitirme trabajar sin ganar, pero sé que, si pudiéramos seguir produciendo como lo hicimos, lograríamos realizar productos interesantes y posicionarnos en el mercado con éxito”.