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Arturo Serna
Photo Credits: Ben Seidelman ©

Marco Aurelio y la fuerza ciega del olvido

Una escena ronda mi cabeza desde hace días. La batalla ha terminado y Marco Aurelio se recuesta en una silla. Luego toma su libro y escribe unas palabras sobre la vanidad. El emperador escribe unas notas, solo, apartado del campo de batalla. Apenas se escuchan los rumores posteriores, un silencio artero que rodea a los caballos y a los soldados cansados. Marco Aurelio, el hombre más famoso del imperio, escribe que el hombre se desvive por la gloria póstuma y no sabe que el que lo recuerda morirá y que pronto, más temprano que tarde, su gloria será parte del océano arrollador del olvido.

Marco Aurelio no lucha contra ese soplo. Solo quiere ser consciente del hecho inevitable y sutil, de la fuerza ciega e imparable del olvido.

Qué árbol más poderoso, que número más inédito, pienso, qué viento más férreo tiene el ímpetu y la ceguera del olvido.

Marco Aurelio acierta. Nada detiene al olvido. Ni las Guerras Púnicas ni la Ilíada ni el largo poema de Virgilio. Todo será parte de su furia.

Todo lo que toca se retuerce y pierde.

Como ahora, como antes, solo queda un secreto, un rumor, un eco entre los átomos solitarios.


Photo Credits: Ben Seidelman ©

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