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Manuel el inmortal Caballero  

CARACAS: Hay momentos de la vida que merecen ser rescatados, ya sea para bien o para mal. El otro día caminando por ese templo del libro que se llama “La gran pulpería del libro de Caracas”, me encontré con un anaquel completo dedicado al gran Manuel Caballero. Fue entonces cuando recordé el día que Caballero se volvió inmortal, así que quise rescatar el escrito que escribí en aquel momento para compartirlo con mis amigos de ViceVersa:

Caracas, 13 de diciembre de 2010.

Anoche, luego de pasar un fin de semana descansando tal como me lo recomendara el médico luego de una subida de presión, me enteré por internet de una terrible noticia: “HA MUERTO MANUEL CABALLERO”

La primera vez que escuché hablar de Manuel Caballero fue hace como 14 o 15 años, cuando Julio, un compañero de trabajo que estudiaba sociología en la UCV, llegó al trabajo con una boina. Todos nos quedamos extrañados, pues nos parecía algo fuera de moda; incluso nuestro supervisor le dijo:

– Quítate esa vaina chico, que no te queda bien.

A lo que Julio contestó:

– ¿Qué les pasa? ¿No les gusta mi estilo Manuel Caballero?

Todos creímos entonces que Manuel Caballero era un diseñador de moda o más bien de sombreros. Julio siguió con la boina y nosotros con nuestras vainas. A los pocos días, mi amigo se apareció con un libro de Manuel Caballero y nos mostró la foto, develando así la identidad del hombre del peculiar sombrero. Se trataba de un señor mayor, algo gordito, de grueso bigote blanco y con aire bonachón. Julio nos habló de su obra, de cómo eran sus clases, contaba las anécdotas con tal pasión, que muchos nos enganchamos de inmediato con el autor.

El primer libro que leí de Manuel fue “El orgullo de leer”, unas crónicas sabrosas donde se conjugaban perfectamente la historia, la política, Hitler, Orwell y el humor. Fue precisamente esa dosis perfecta de elementos dentro de su obra lo que sedujo (y sin duda seguirá seduciendo) al lector. Luego descubrí “Revolución, Reacción y Falsificación” y “Dramatis Personae”, además de sus muchos ensayos y artículos de prensa. Pasó el tiempo y comencé en las lides periodísticas, y mientras más me sumergía en el oficio, más me daba cuenta de lo necesario que era la visión y los comentarios de Manuel para nuestro país.

Una noche, una revista de sociales para la que trabajé, me envió a cubrir el bautizo del libro “No más de una cuartilla”, su autor: Manuel Caballero; sencillamente no me lo podía creer.

Fui en la noche hasta la librería Alejandría de Paseo Las Mercedes donde se presentaría el libro. Yo estaba súper nervioso, no solo porque le conocería sino porque todos los allí presentes me confirmaron la grandeza de este personaje. Lo más granado de la intelectualidad venezolana estaba allí: Rafael Cadenas, Arraiz Lucca, Barrera Tyszka, Petkoff, Yánez, Bermúdez, Alberto Díaz Rangel entre otros. Todos habían ido a festejar con su amigo el logro de una forma novedosa de escribir.

En su presentación Caballero indicó a los presentes que “No más de una cuartilla”; era la forma de decir mucho, pero escribiendo poco.

La segunda vez que vi al Maestro Caballero fue en otro encuentro de intelectuales que convocaron Petkoff y Miguel H. Otero en el Hotel Ávila, ese día me acerqué y hablé con él por casi 10 minutos, y de verdad fue muy simpático y atento. Cada frase dicha la aderezaba con un toque de humor. Estuve a punto de pedirle que me dejara tomarme una fotografía con él, pero confieso que me dio pena. Me dije entonces que en una próxima oportunidad haría esa fotografía sin problema.

Anoche la posibilidad de mi foto con Caballero se desvaneció, pero lo que no se desvanecerá nunca es el aporte intelectual de este individuo de número de La Academia Nacional de la Historia, del primer venezolano en publicar sus obras en Cambridge University, y del anciano bromista que salía despeinado a asustar a los niños que vivían cerca de su casa (según el mismo nos contara). Manuel, lograste trascender. Nadie lo duda.

Larga vida a Manuel, el inmortal Caballero.


Photo Credits: El Universal

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