Siempre llega Primavera, fresca y sonriente, a ofrecerme sus brotes de azafranes, narcisos, cerezos y magnolias, aunque el invierno haya sido rudo, lacerante y frío.
Siempre llega Alba, diáfana y delicada, a regalarme las caricias de su luz amorosa, aunque la noche haya sido oscura, solitaria e inquieta.
Esta mañana me visitaron juntas, Alba y Primavera. Cuando percibí las primeras luces del nuevo día, me levanté y fui a observar el árbol de magnolia en el jardín. De sus botones verdes y cónicos habían brotado flores de grandes pétalos purpúreos. Se habían abierto al cielo, a lo divino, a la Vida.