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sergio marentes
Photo Credits: brewbooks ©

Magia milagrosamente tecnológica

Se descubrió un programa informático que predice lo que los votantes decidirán y vota por ellos, para que estos no se muevan de la comodidad de su herrumbre. Digo que se descubrió porque, como es apenas lógico, ya había sido inventado, desde finales del siglo pasado, por si alguien se lo está preguntando, y permanecía protegido del público bajo la figura del secreto de estado. El uso de este privilegio, como lo llaman sus precursores, es, por ahora, algo reservado para los más cercanos a los científicos que lo mejoran día a día y a los familiares y conocidos de quienes se encargan de llevar los hilos de la política de los países que ya tienen implementado el uso de esta tecnología. Su argumento ante la prensa es que no cualquiera está preparado para servir a la ciencia ni para que esta afecte el funcionamiento natural de su vida, que no quieren arriesgar la vida de los menos favorecidos. Como fuere, si no es por el descubridor no nos enteramos de que la ciencia electoral se define desde hace mucho por el comportamiento de un programa informático y no por el de una sociedad en cualquiera de sus formas. Esperemos que esta noticia no traiga su efecto secundario, porque, como bien se sabe, la ciencia y los secretos han sido tan amigos como el arte y la verdad, con sus excepciones, claro está. Ojalá que, si ha de ser utilizado en el resto de la población en algún momento, sea luego de que la democracia haya desaparecido de la faz de la tierra. Y cuando se dice democracia se lee nosotros, valga aclarar.

Para finalizar, no sobra decir, porque fue lo que vino a decirse, que quien descubrió el invento está desaparecido hace un par de días. La versión oficial dice que el hombre está en el laboratorio siendo investigado por su talento sobrenatural, y que gracias a sus grandes aportes el avance científico será significativo, que pronto habrá noticias de él. La versión popular dice que nunca lo volveremos a ver, que lo desaparecieron para siempre. Este texto dice que lo veremos cada vez que nos miremos al espejo.


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