Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Sergio Marentes
Photo Credits: paulomelo ©

Por los siglos de los siglos

El error fue crearnos a su imagen y semejanza, dice el evangelio que leo y del que, me aseguran, no puedo citar más que eso porque incurriría en un delito y un pecado a la vez, y no soy un hombre de grandes riesgos en la fe ni en la ley. Pero como lo que no se prohíbe se permite, y en eso sí que soy bueno, arranqué la hoja del libro sagrado que me prestaron y la llevé a casa, la enmarqué y la colgué junto al anaquel de poesía. Desde entonces, cuando un verso mío no me gusta o, lo que sucede más a menudo, me hace sentir pena ajena, le doy una ojeada al verso subrayado y resaltado en el cuadro para recibir un consejo sabio. Como los que la poesía sabe dar, en silencio, diciendo otra cosa, atestiguando desde la nada. Me sucede algo así con los poemas que leo; cuando paso a través de ellos no puedo evitar aprender que existe una nueva forma de ver el mundo, una de inventarlo y, obviamente, una de desaparecerlo. Siempre existe la posibilidad de que algún poeta que no conocemos prediga nuestro destino o adivine nuestros secretos, así como habrá quien nos muestre las mil y un formas que hay de llamar un lápiz, una piedra, el agua o el amor. Estos últimos son los que me hacen olvidar por completo el cuadro enmarcado, y los que sé que perdurarán a través del tiempo y de la humanidad, porque inventar es la mejor forma de inmortalidad y la mejor para no equivocarse cometiendo errores innecesarios.

Porque ese es el error que más cometemos los que nos dedicamos a escribir: crear a nuestra imagen y semejanza; creer que creamos, más que nada.


Photo Credits: paulomelo ©

Hey you,
¿nos brindas un café?