Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Manuel Adrián López

Los otros muros de las lamentaciones

Hasta aquí llegan los tentáculos del ciberespacio que uno intenta apartar. Tremenda tontería de mi parte pensar que los anuncios eran cosa única en Pain City. El universo está contaminado por el mal cibernético del anuncio. El resultado de cada conversación, de cualquier evento rutinario, termina con una cita o una frase de algún filósofo griego o de Shakira en el muro de Facebook.

«Macho caribeño, bailador, me gusta dar duro en la cama…», anuncia el super de mi edificio al quedarse soltero una vez más. Incluso, tocándome la rodilla me preguntó si yo conocía a alguna cubana para presentársela. No me dio buena espina eso de que me tocara y luego comprobé -que lanzaba carnada para que yo lo tocara a él.

«Festival de Poesía en contra del Devastador Capitalismo». Veo por todo el dichoso Facebook los anuncios, los integrantes que vienen llegando de diferentes planetas, las citas de Severo Sarduy en lugares apropiados, las editoriales que los representan y para las cuales uno debe aportar su diezmo o no te publican. El poder eclesiástico se expande hasta para publicar un libro en estos tiempos. Lo del capitalismo también me pone a pensar al ver a los susodichos en fotos, con camisitas Brooks Brothers que no se arrugan, tomando vino y degustando quesos de Trader Joe’s, para que todos vean lo importante que son. ¿Y las victimas del capitalismo?

«Se venden obras de arte». Una semana anuncian que venden obras de arte. La cosa está mala. No hay dinero para comprar baratijas en la tienda de los muertos. Semanas después otro anuncio. «He comprado dos obras de arte del pintor chino Li Po».  Se ponen fotos de varios ángulos, mostrando las obras coleccionadas. Semanas más tarde se hace otro anuncio de última hora en el cual salen todas las amiguitas de turno a darle un LIKE, «El pintor chino Li Po es un farsante. No piensa igual que yo. Es más, no compren sus pinturas».

“Un selfie de domingo”… “Un selfie de lunes”… “Un selfie de martes”… “Un selfie de miércoles”… “Un selfie de jueves”… “Un selfie de viernes”… “Un selfie de sábado”… ¿Qué piensa el Facebook para inventar otro día de la semana?

«Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; ponme a salvo de los que se levantan contra mí. Salmo 59». La brujería cibernética está a la orden del día. Fotos del Dalai Lama, de Santa Teresa de Calcuta, de la Virgen de las Nieves y de Ochún, entre tantas otras. Esto es práctica común en el mundo del solar cibernético. Casi siempre después de un altercado con alguien, o a veces sin tenerlo, se pone el cartelito para decirle al otro que tenga cuidado, que no le busque las cuatro patas al gato.

“En el carro con Ninfa”… “En el jardín con Hemingway”… “A las 11 p.m. con Malena”… “En Chile con Yocandra”… “En el último intento con la Dra. Ku”… “Yo contra viento y marea” dice el escritor, crítico, dibujante y últimamente… babysitter, and last but not least, presidente del fan club de Betty Boop.

Lo peor es cuando los amigos, los que hemos pasado horas confesándonos, compartiendo risas y dolor, nos disgustamos. Cuando la mano oscura se ocupa de la mente de alguno y entonces pensamos que nos están traicionando. La vista se nos nubla y la cabeza se nos convierte en gelatina de fresa; rojo diabólico que nos prohíbe darnos cuenta que no siempre los amigos tienen un plan de traición. Casi siempre se buscan citas y frases bien elaboradas, se gastan horas buscando exactamente lo que uno quiere decir, pero es mejor que ya lo haya dicho otro. Ahí es donde llegan los filósofos antes mencionados y los otros que también los han llevado a ese status honorífico de saber más que uno mismo.

La lista es interminable, al igual que los anuncios. Es un gran abanico que bate al compás de teclas. Todo me suena a sermón y como no voy a misa, paso de los que se creen con derecho a saber de mis pesares y demonios. Recapacito, eso sí, y me confieso a mi modo:

Yo, culpable de haber practicado un poco de cada uno de esto arriba mencionado.

Yo, culpable de almacenar rencores innecesarios.

Yo, culpable de abrigar lo negativo en mis predios.

Yo, único culpable de permitir que pancartas y anuncios hayan herido y maltratado la esencia de quien realmente soy.

Pero lentamente voy restaurando mi ser,  burlándome hasta de mí mismo, evitando las flechas y buscando vías para no detenerme en los anuncios y en los filósofos.


Photo Credits: Official GDC

 

Hey you,
¿nos brindas un café?