En 1970 un grupo de cubanos llegamos a Polonia para comenzar los estudios en 1971 en la Politechnika de Gdansk, una vez terminados los estudios de la lengua polaca en la ciudad de Lodz. La camaradería entre los estudiantes a menudo escenificaba un teatro histórico, que los estudiantes poloneses con los que convivíamos nos explicaban, y que distaba mucho de lo aprendido en Cuba sobre la historia de Polonia y el surgimiento del campo socialista. Incluso en los manuales de historia polaca de esa época, no aparecían las anécdotas sobre lo que antes había sido el imperio polaco y su paulatina pérdida de territorio, en específico a causa de la voracidad de la entonces actual Unión Soviética. Una historia polaca era la explicada en los manuales escolares que salvaguardaba, el no enfrentamiento con el poderoso “amigo” soviético que había contribuido a la liberación de Polonia de los alemanes, y otra la que sus habitantes nos contaban como una tradición llegada de generación en generación, de lo que había sido su territorio antes y ahora.
Empecemos, para facilitar el entendimiento y no irnos más atrás pues sería muy complicado, desde la guerra de 1920 entre Polonia y Rusia. Ya esta última era socialista con Lenin dirigiéndola desde 1917. Esa guerra termina con el Tratado de paz de Riga. Polonia quería recuperar los territorios perdidos en el siglo XVIII, y Rusia los que tenía antes de la Primera Guerra Mundial. Con el Tratado de Paz de Riga solicitado por la Rusia Soviética, se delimitaron los territorios en disputa y se establecieron las fronteras polaco-soviéticasque estaban presentes antes de la Segunda Guerra Mundial, después de la cual, los poloneses perdieron territorios del Este y del Sur, según ellos, robados por la ya naciente entonces Unión Soviética.
Otro tema de gran desagravio para los poloneses era la anécdota sobre la horrible matanza de Katyn, hoy territorio ruso, en el cual el ejército soviético ejecutó a más de 20.000 poloneses, entre abril y mayo de 1940. Entre ellos estaban soldados prisioneros, intelectuales, policías y otros civiles, y la orden fue propuesta por Beria, quien en ese momento era jefe de la policía secreta soviética, y aprobada por Stalin. Es necesario recordar que después del pacto Ribbentrop-Molotov de no agresión entre Alemania y la Rusia Soviética, a raíz de la invasión de Polonia el primero de septiembre de 1939 hecha por los alemanes, los soviéticos, en aras de trasladar el campo de operaciones militares fuera de sus fronteras y evitar la destrucción de su país, invadieron Polonia también en mayo de 1940. Eso significó que para esa época Polonia sufría la invasión de su territorio por dos ejércitos, el alemán y el ruso. Los estudiantes poloneses nos informaban, a través de estas anécdotas, del proceder ruso. Eran informaciones jamás oídas ni imaginadas por nosotros, pues en Cuba habíamos escuchado únicamente de la valerosa participación del ejército ruso en su resistencia ante el fascismo alemán, y su apoyo en la liberación de los países del Este Europeo, convertidos por, “decisión propia” en repúblicas democráticas socialistas.
Retomando el hilo de nuestra Revolución no Violenta, ya en 1968 junto a los disturbios bien conocidos en la entonces Checoslovaquia, que conllevaron, tal como en 1956 en Hungría, a la intervención militar del bloque socialista dirigido por las tropas soviéticas, en Polonia también de forma pacífica se presentaban manifestaciones y escenarios de descontento. En Poznan, centro este de Polonia, los trabajadores protestaron por la escasez de alimentos, déficit de viviendas y mala economía. Hubo más de 50 muertos. En Octubre de 1956 en Varsovia su capital, hubo grandes manifestaciones y huelgas. En Bydgoszcz y Szczecin, ciudades importantes de Polonia, hubo también revueltas que dieron como resultado que tomara el poder nacional W. Gomulka por el partido PZPR, (Partido Unificado de los Trabajadores Poloneses), sin el visto bueno de los soviéticos. Surge en esa etapa una sociedad civil liberal que cada vez más paulatinamente, va rechazando el socialismo y su centro de imposición, la Unión Soviética. Los trabajadores y la clase estudiantil con el apoyo de la iglesia católica jugaron un rol fundamental. W. Gomulka trata de salvar el socialismo, pero ya para finales de la década del ‘60, la situación se torna nuevamente de luchas y protestas dando lugar al desplazamiento del poder de W. Gomulka. Se estima que esta década fue casi una guerra civil en Polonia, algo parecido a lo que pasó en Cuba entre 1960 y 1965, aunque de otra naturaleza.
Recién llegados nosotros a la ciudad de Lodz en septiembre de 1970, nos conmociona un estallido social en la futura ciudad donde estudiaríamos más tarde, Gdansk, y donde ya se encontraba hacía unos años otro grupo de cubanos. Es en diciembre de 1970 cuando surgen estallidos populares en varias ciudades polacas, entre ellas fundamentalmente en tres ciudades del Báltico: Gdansk, Gdynia y Sopot. Uno de los detonantes, para nosotros de gran fuerza traumática por la significación que mantenía en nuestro país, fue la eliminación por parte del estado polaco de los bonos subsidiados para alimentos, lo que ocasionaba una fuerte disminución adquisitiva en parte de la sociedad civil, dada la baja capacidad de obtención de bienes de consumo de alta necesidad. Incluso recuerdo que, como estudiantes en Polonia, recibíamos bonos para la compra del azúcar.
Gran parte de esta historia es posible obtenerla en los textos, en cambio son los testimonios vívidos de nuestros compañeros de estudio, ya recibiendo clases en la Politechnika de Gdansk, los que más conmoción trajeron en nuestras concepciones del mundo socialista y en específico de la sociedad polaca, resaltando entre estas los ya enumerados: rechazo a la ideología socialista rusa impuesta; establecimiento de bases militares soviéticas en territorio polaco; obligación del estudio y dominio de la lengua rusa, tal como en Cuba en las primeras décadas; pérdida de territorio polaco absorbido por el gobierno soviético después de la Segunda Guerra Mundial; apoyo de la iglesia católica a la idiosincrasia polaca, y la entrega espiritual de la sociedad a este culto religioso, así como el trágico y doloroso magnicidio de los soviéticos en Katyn. En cambio por otra parte y solo con una década de socialismo en Cuba, se apreciaba una gran diferencia de la implantación del sistema en un país y en otro, pues el nuestro como que iba a pasos agigantados, queriendo llegar a la maduración de la fase socialista cuanto antes. Innecesario enumerar las medidas tomadas y de todos conocidas, solo puntualizar algo que la historia ha valorado como un aporte del gobierno cubano al socialismo, y es la creación de los famosos Comités de Defensa de la Revolución. En cambio Poloniase resistía a los primeros esbozos socialistas, pues había propiedad privada, otros pequeños partidos, como el de los campesinos etc, las personas viajaban bastante libremente, la iglesia demostraba su fortaleza y era respetada, y sin dar más detalles, aquella sociedad no quería el socialismo, eso es lo que percibí durante los 7 años que permanecí en ese bello país. Por eso creo que la sacudida del socialismo que más tarde se produjo en los años 80 del pasado siglo, con el nacimiento de la corriente Solidaridad, no fue más que una reacción en cadena, paulatina, no violenta que vino desencadenándose desde el inicio de los años cincuenta como hemos ya ejemplificado.
Hoy me pregunto cuando llegará el octubre para Venezuela, tan sufrida en estos últimos años, y que con su revolución tranquila ha perdido a cientos de sus ciudadanos quienes se oponen a un socialismo impuesto. Dónde está el octubre de Nicaragua, país en el cual ya son más de cien los muertos que aporta su revolución no violenta de protestas, en aras de liberarse del yugo de su dictador Daniel Ortega. Más lejano veo aún el desenlace de Cuba, donde el miedo a protestar solo es vencido por algunos grupos de disidentes.
Ojalá la Revolución Tranquila de Quebec se convierta en la de Canadá y desista de dividir al país, y que, por el contrario, centre sus objetivos en desembarazarse de los tentáculos inútiles tradicionales que la atan al dominio monárquico inglés.
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