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migrante
Photo by: Dimitris Siskopoulos ©

Los niños de los continentes en medio de los océanos

La palabra océano hace referencia a un cuerpo de agua de grandes dimensiones y que divide continentes. No todas las personas que migramos cruzamos océanos para llegar a nuestros destinos. Algunas cruzan montañas, bosques, selvas o valles, buscando ese nuevo sitio que le refugie de alguna manera en la que su tierra natal no pudo. El accidente geográfico puede llamarse como sea, pero al final todos se sienten como un océano-distancia cuando eres migrante.

Así como creo que océano puede tener una connotación menos geográfica y más emocional, la palabra continente también puede variar.

Continente puede ser una palabra inmensa o pequeña. Un sofá puede ser un continente. Un útero puede ser otro continente. Una extensión de tierra de miles de kilómetros también es un continente. E incluso, también puede serlo una isla pequeñita, si las barreras políticas lo permiten. Básicamente, puede referirse a cualquier cosa que sea capaz de tener adentro otras cosas. Los seres humanos, con todos los sentimientos que tenemos dentro, podemos ser personas-continentes.

Como personas-continentes, vamos moviéndonos por los oceános-distancias, estableciéndonos en lugares por cierto tiempo. Algunos jamás son capaces de embarcarse en la aventura, mientras que otros se vuelven adictos a la navegación.

En medio de todos esos ires y venires, hay personas-continentes que tienen hijos a océanos-distancias de sus lugares de origen.

Escucho a una influencer venezolana corregir a su hija el nombre de una fruta a pesar que la niña lo dice bien, tomando en cuenta de que viven en Estados Unidos. Banana, no. Cam-bur. La hija de una de mis amigas de aquí me dice que se está comiendo un buniato. No boniato, ni batata. Buniato, como lo dicen los catalanes. La hija de otra amiga le dice Belén y no pesebre a la decoración navideña que emula el portal donde nació Jesús.

Esas tres niñas, como tantas otras criaturas más, son hijas de personas-continentes que viven a oceános-distancias de Venezuela. Ninguna de ellas tres está haciendo nada malo cuando llaman a las cosas como se nombran en los lugares donde están siendo criadas.

Todas esas personas, serán producto de unas circunstancias de migración de las que probablemente ellas no formaron parte a la hora de decidir.

S., mi propio esposo, es un hijo de una persona-continente que tuvo descendencia a océanos-distancia de su lugar natal. Él fue la primera persona que hizo que me diese cuenta que los hijos de los migrantes pareciesen estar criados en medio del mar, como si hubiesen nacido en un barco pirata: No son totalmente de un sitio ni del otro.

Esa decisión que hemos tomado millones de personas, moldean, para bien o para mal, el destino de todos nuestros descendientes de una manera que no siempre somos conscientes.

Migrar se convierte en un fenómeno transgeneracional que nos lleva irremediablemente a replantear la historia de aquellos que vendrán después de nosotros y reescribirles un futuro que jamás llegó.


Photo by: Dimitris Siskopoulos ©

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