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mario blanco
Photo Credits: Mervi Eskelinen ©

Los francotiradores

Hay individuos con una destreza en el tiro sorprendente. Ellos se ejercitan durante años y logran un equilibrio del pulso y una capacidad de concentración extraordinaria, para lograr su objetivo. Como dice el vulgo, donde ponen el ojo ponen la bala. El ejército y la policía los selecciona y entrena casi como unos superdotados porque gracias a ellos es posible enfrentar situaciones que podrían desembocar en masacres de inocentes.

Pero el objetivo de estas líneas es hablar sobre otro tipo de francotiradores, aunque tomemos como semblanza, para una mejor comprensión, al hombre del fusil infalible quien desde grandes distancias, y sin nunca luchar cuerpo a cuerpo, abate de un solo disparo al enemigo.

El francotirador del que quiero hablar es aquel que se adiestra en el “arte” de descuartizar política o socialmente a una determinada persona, o incluso a un grupo de individuos, tal como se hace con las reses en el matadero. Son individuos que solo juzgan, actúan como inquisidores. Son los grandes fiscales empíricos y no colegiados de la humanidad, “puros” en su actuación en la vida, “inmaculados”, sagaces y capaces de seleccionar a sus víctimas y masacrarlas. Con una voracidad tremenda y de forma implacable, logran despersonalizarlas, enjuiciarlas, descalificarlas y llevarlas al patíbulo, a la hoguera, con gran obsesión y tenacidad.

He conocido en el deambular de mi vida a más de uno. No le buscan soluciones a los problemas, sino que se enfocan generalmente en determinados objetivos, preferentemente personas, aunque pueden ser también organizaciones, instituciones y hasta familias. Y no crean que son sujetos extraños. Hasta pueden llegar a ser nuestros amigos y, en ese caso, cuesta trabajo persuadirlos de su error y de su egocentrismo. Nos duele porque muchas veces poseen otras virtudes que vislumbramos aunque nos cueste trabajo aceptar su tendencia a caer en ese círculo vicioso de martillar y fustigar. No desean buscar soluciones a lo que tanto rechazan en otros, o plasmar alternativas coherentes a políticas de estado que censuran incesantemente. Las personas cercanas los toleran hasta cierto punto, pero llega el momento en que los rechazan, y vemos con pesar como estos individuos van aislándose de la sociedad por la pérdida de amigos y familiares. Es triste porque a veces, frente al repudio de los demás, sufren en silencio y se vuelven ermitaños, quizás para sobrevivir en su mundo interior, lejos de una sociedad que no los comprende o que no los soporta.


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