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sergio marentes
Photo by: European Space Agency ©

Los dioses en el agua

Leer que un par de mujeres colombianas crearon una sustancia que separa el petróleo del agua me hizo recobrar un poco la esperanza en la humanidad, tan agobiada y doliente la pobre. Humanidad a la que, sin más opciones, pertenezco, procurando, eso sí, no estorbar lo suficiente, aunque sí lo necesario. Pero volvamos a lo importante: recobré la esperanza en la humanidad, primero, porque tal evento disminuirá la explotación de millones de bacterias inocentes y, por supuesto, esclavas de su inocencia, y, segundo, porque el simple hecho de que exista una sustancia que separe el aceite del agua significa que en algún momento existirá, no pensemos cuándo, no seamos tan drásticos, una que lo desaparezca por completo de la superficie terrestre o, seamos exactos, mejor, de donde no debe ni debió estar jamás, porque si hubiere una sustancia, llamémosla Materia gris, que lo mantuviera en las entrañas de la tierra hasta el fin de los tiempos, habrían más personas tranquilas, aunque no todas estuvieran felices. Esto, visto desde otro lugar, multiplicaría el agua del mundo, pero de ecuaciones que hablen los que saben, los poetas, por ejemplo.
Luego de salir de la sorpresa, si es que quienes nos dedicamos a leer el mundo podemos lograrlo, se me vino a la cabeza la idea de crear una sustancia que de alguna manera desapareciera los tantos manuscritos que me persiguen desde hace tantos años, porque ya recurrí al fuego y al olvido, pero regresaron en forma de recuerdo. Y aunque no tengo las herramientas tecnológicas ni científicas, imagino que se trataría de algo así como una materia oscura, como lo son las cavernas antiguas, o algo gelatinoso como las historias del gobierno sobre la desaparición sistemática de líderes sociales, y hasta terco, como lo es el mercurio cuando creemos no tener sino una febrícula. Me basta con saberla, y con planearla, para que, cuando le llegue su momento, venga y me libre del mal que me hace haber escrito tantas cosas. Me basta con quererla, para que exista. Me basta con que me baste, para que no me sobre.

La sustancia que se encarga del petróleo es conocida como El aceite de Dios. La mía, la que se encargaría de los manuscritos, se llamaría El dios del agua, porque ya se sabe que la principal atracción del agua, y de los dioses, es arrasar con todo a su paso.


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