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paola maita
Photo by: JOHNNY LAI ©

Los cuartos del deseo

M. siempre me lo dijo muy claro: Ella no esperaba que su relación con A. fuese a ninguna parte. Por mucho amor que se tuviesen, por muchas ganas que tuviesen de estar juntos, y que aún les quedase tantísimo deseo por consumar, la realidad era que el amor de M. y A. estaba condenado a ocurrir entre las paredes de una habitación de hotel. Paola, nuestro amor es de cuartico solamente, me decía M. cada vez que intentaba convencerle que hiciese algo más para estar con A.

Ella me contaba todo esto con la distancia que te permiten los años, y el entender el mundo con sus complejidades y limitaciones. Yo con veintipocos años y escuchando su historia, me quedaba con la parte de un amor hermoso que creía que podía ser mucho más si M. era capaz de saltarse ciertos convencionalismos sociales.

¿Qué significaba el amor de cuartico en aquellas conversaciones? M. utilizaba la expresión no solo para referirse a la literalidad de la situación, donde los encuentros entre ella y A. más significativos ocurrían en la habitación de un hotel. La verdad es que las relaciones necesitan un tiempo y un espacio físico para ocurrir, pero cuando sales con alguien que ya tiene una vida establecida a la que tú intentas acoplarte, ese tiempo y espacio se hacen muy pequeños.

Intentas condensar mimos, abrazos, besos, caricias, conversaciones, deseos, en un par de horas. Cada uno de los dos sabe que los encuentros ocurren cuando una conjunción de circunstancias óptimas sucede, y que siempre van a contrarreloj.


Pao, comienzo a querer más con él.

Esta frase no la pronunció M. hablando de A. Tengo otra amiga que sale con alguien que está en una relación abierta, lo que quiere decir que hay una serie de acuerdos en una pareja que contemplan que sus miembros puedan salir con otras personas.

La relación de mi amiga le lleva una ventaja a la de M. y A: Ella no tiene que pensar en la parte de llevar todo a escondidas. A pesar de que hay una capa de complejidad menos, su relación también está limitada temporal y espacialmente. Parece que la Física se empeña en no favorecer las relaciones que están fuera de la monogamia tradicional.

Escuchando a V., mi amiga, no puedo dejar de pensar en la historia de M., ni en la mía. Las tres hemos amado intensamente a personas creyendo saber dónde nos metemos y los límites de la situación. También las tres hemos llegado al punto donde el espacio y el tiempo que tenemos se nos hacen pequeños, que queremos más con esa persona, aunque sepamos que no es materialmente posible.


Los deseos de V. comienzan a estar en llamas. A pesar de los acuerdos en los que se apoya su relación, ella quiere más. Mientras tanto, a él la vida le permite darle menos. Lo conversamos mucho, pero siento que soy una ciega guiando a otra.

Veo a V. y recuerdo mi propia historia. Mi relación de cuartico fue un incendio forestal que amenazó con arrasar todo lo que conocía. Con ella quería un universo que tenía cero posibilidades de existir. Mi cuartico se hizo pequeño en cuestión de semanas.

Te entiendo, V. Sé que quieres más, pero yo no veo realmente el espacio físico hacia donde puede expandirse vuestro cuartico.

V. sabe que tengo razón, que hay limitaciones que no puede saltarse. Sin embargo, ella ve una posible salida, una ventana por donde los dos podrían escapar. Como hice con M. en su momento, quiero creer que lo va a lograr. El amor de las amistades verdaderas es capaz de hacerte creer que el otro todo lo puede, así sea algo que tú mismo no has podido lograr.


De las tres, M. es la que ha tenido más tiempo para madurar su historia. Ha cruzado décadas y continentes. A pesar de que no es lo mismo que cuando comenzó, sigue existiendo de alguna manera.

Pensando en esto, hace pocos días me levanté con ganas de escribirle una carta a M. Tenemos tantísimo tiempo sin hablar, pero creo que es la única que puede quitarme una inquietud de encima: ¿Cómo envejecen los amores de cuartico? M. me da una respuesta rápida por WhatsApp.

¡Que alegría leerte! Te contestaré apresurada pero convencida de la respuesta de lo que para mí ha sido y es. Los amores de cuartico no envejecen. Flotan, gravitan por cada estación del año o de la vida con el mismo salto del corazón, con las mismas mariposas en el estómago. No tienen edad. El amor de cuartico es primavera, es verano, es otoño, es invierno. Es un todo que vuelve, que florece y se renueva.

A mí también me alegra leerle. Sé que extraña a A., que es consciente de que esta vida se les quedó corta, pero a la vez es capaz de reconocer la belleza de ese amor con su espacio chiquitico. Sus palabras me hacen creer que, quizás, llegue algún momento en el que V. y yo aprenderemos a vivir con nuestras historias tal como ella lo ha hecho.


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